Por Ernesto Fuertes
La situación actual del movimiento revolucionario y de izquierda, a partir de la reciente experiencia de defensa del presupuesto para las universidades públicas de Costa Rica, demuestran en la forma más concreta posible, la necesidad de construir una unidad de acción de la misma magnitud que la demostrada en las movilizaciones.
Es cierto que esta experiencia volvió a recalcar por enésima y millonésima vez, las fuertes (e importantes) diferencias entre sectores y partidos políticos. Es decir: se repitió la misma tendencia política que ha “triunfado” y “dominado” a la izquierda revolucionaria durante el período que, vaya coincidencia, ha sido el período hegemónico de la reacción: el período posterior a la derrota del TLC (y así caracterizado por las mismas agrupaciones revolucionarias y de izquierda donde se repite esta tendencia).
En todo caso, el reciente movimiento de defensa del presupuesto universitario sí reactivó y aglutinó a una específica diversidad de agrupaciones políticas, distintos partidos y hasta distintos sectores independientes, empírica e ideológicamente, quienes compartieron no solo físicamente las mismas acciones, sino compartieron objetivos políticos. En forma combinada, con sus enormes diferencias de métodos, y con sus diferencias enormes de ideología y pensamiento teóricos, se compartieron también los elementos prácticos e ideológicos suficientes que los llevaron, de manera concreta, a participar de la lucha por mayor presupuesto para el FEES.
Es importante la unidad de acción, pero…
La unidad de acción se muestra entonces importante, ¿pero para qué? Un movimiento lo es al tiempo que logra identificar un problema, pensar en su solución y actuar inmediatamente en su planificación, ¿tenemos claros los retos y la crisis y todo lo que en un futuro inmediato y mediato esto representa? ¿Tenemos claro el objetivo común que unifique las luchas y apunte hacia éste? No solo no se trata de “unirse por unirse”, tampoco se trata de reducir un programa solamente a consignas propagandísticas.
La unidad de acción es necesaria para que exista un movimiento político revolucionario que pueda llevar a la realidad práctica, a la movilización, el programa mismo que comparten las diversas agrupaciones y sectores que se movieron por el FEES. Un programa que es evidente (también de manera muy concreta) que no se comparte de manera homogénea (!), pero que sí se comparte en el nivel político suficiente para construir un movimiento con esos sectores, grupos y activistas independientes movilizados.
La actual coalición electoral Iniciativa, formada entre el Movimiento Al Socialismo (MAS)-Gente U y el Partido Socialista de las y los Trabajadores (PST)-Voz Alternativa, es un ejemplo desde hace años esperado. Demuestra no solo la necesidad de unir fuerzas, sino también que sí existen condiciones para hacerlo (algo continuamente negado por muchas de estas agrupaciones, y lo argumentan justo en los momentos en que hay ascensos de movilización -pasó, por ejemplo, en la defensa de la Autonomía Universitaria de este año-). Claro que ésta coalición, de todos los sectores que defendieron el presupuesto universitario y se están encausando ahora al aparato electoral (también se lanzan de manera independiente Alerta-PRT y Progre-Frente Amplio), es la que demuestra más avance, aparente, en la construcción de un movimiento dispuesto a unir fuerzas.
Obstáculos reales para la unidad de acción
Pero eso no cambia la realidad de que ninguna de estas iniciativas deja de obstaculizar la construcción de un movimiento así. ¿Por qué lo decimos? Porque en lugar de organizar y convocar instancias democráticas no electorales, con la totalidad de los sectores que estuvieron durante la lucha del presupuesto, y planificar la politización con el objetivo explícito y abierto de desenmascarar la institucionalidad burguesa dentro de las universidades públicas (objetivo básico para impulsar y sumar hacia la movilización), se realizan asambleas para partidos-electorales separados unos de otros. Separados no porque no compartieran los objetivos políticos de la lucha por el presupuesto, sino al contrario: porque siguiendo las reglas de la formalidad partidista-electoral, se ven en la situación de separar lo que hace apenas unos días, era un amplio movimiento en pie de lucha, movilizado...
Esto demuestra cómo la estructura formal de las elecciones no es equivalente o no coincide con la situación de la lucha de clases dentro de la sociedad (si lo fuera, no solo no habría que insertar políticas revolucionarias hacia dentro de esas instancias institucionales, sino que dejaría de ser la instancia de dominación clasista y explotadora de toda “democracia” capitalista).
Por esto mismo la unidad de acción de tipo electoral, aunque sea mejor que una participación electoral sectaria, plantea otro obstáculo más: que las elecciones son una dinámica despolitizante y alienante para los sectores de intervención a los que se busca acercar; dinámicas principalmente propagandísticas, sin debates políticos reales que permitan especificar la importancia o no de esas consignas programáticas; sin un plan sistemático para continuar con un movimiento más allá del mes de las elecciones; todo para un sector de la comunidad estudiantil ya de por sí desinformado y alienado con respecto a la protesta social y hasta la política electoral misma.
Desarrollar opciones democráticas
Así de concreta también fue la experiencia que los mismos compañeros del PST-Voz Alternativa demostraron durante el semestre universitario anterior, cuando organizaron la 1ª Semana de Pensamiento Socialista (SPS), una instancia de agitación además de propaganda, bastante democrática, que logró un poder de movilización, convocatoria, discusión política y acercamiento entre la vanguardia estudiantil, interesada en debatir varios temas, que no se dio ni de cerca en las elecciones federativas de apenas el año anterior (2009).
En cuestión de unos meses, se demostró que los espacios electorales, si bien no deben ser desechados de manera sistemática, sí deben ser sistemáticamente, planificadamente, supeditados a la acción extra-institucional (de agitación además de propaganda). La única opción que debe ser “coyuntural” o “táctica” es la participación electoral, nunca la agitación y la propaganda dirigida a la movilización. Es más: teniendo unas bases sólidas y sistemáticas (no impresionistas) de agitación y acción extra-electoral, hasta las participaciones electorales mismas podrían cosechar mejores resultados que los que se han logrado durante el período triunfal para la reacción. La izquierda costarricense y la vanguardia estudiantil deben, al menos , debatir y reflexionar sobre esta imperiosa necesidad de reconstruir un movimiento estudiantil sobre bases democraticas y representativas para enfrentar el peligroso crecimiento de la derecha.