La crisis política en Brasil ha terminado finalmente con una resolución del Senado que ha decidido enjuiciar políticamente a la presidenta Dilma Rousseff y con ello ha suspendido por 180 días al gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), colocando en la presidencia a Michel Temer, representante político de uno de los grandes grupos económicos. En Brasil existe una intensa pugna por el poder entre las distintas fracciones de la burguesía, que utilizan las acusaciones de corrupción para pasarse la factura mutuamente.
Para comprender lo que ocurre en Brasil debemos tomar en consideración los siguientes hechos:
1. La victoria electoral del Partido de los Trabajadores (PT) en 2003, con Luis Ignacio “Lula” da Silva, ex líder sindical metalúrgico, generó grandes expectativas en el pueblo brasileño. El PT fue formado al calor de las luchas obreras y democráticas contra la dictadura militar en la década de los 80s, a partir de fuertes organizaciones obreras y populares tales como la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), el Movimiento de los Sin Tierra (MST), la Unidad Nacional de Estudiantes (UNE), entre otras. El PT se volvió una esperanza del pueblo para transformar la situación neocolonial y dependiente de ese gran país.
2. Sin embargo, estas expectativas rápidamente fueron defraudadas, pues no se desmontó el proyecto neoliberal introducido por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) con Fernando Henrique Cardozo como presidente. Éste privatizó el poderoso sector estatal de la economía, implementó una serie de recortes sociales, atentando contra los derechos laborales; todo esto para lograr el tan ansiado superávit fiscal y pagar religiosamente la deuda tanto a la banca privada como a organismos financieros internacionales.
El PT por su parte, en lugar de revertir esta situación, se mantuvo como fiel corresponsable de los intereses de los grandes monopolios financieros internacionales; continuando con el pago de intereses de la deuda, sin revertir las privatizaciones, a lo sumo manteniendo cierta presencia estatal en algunas empresas estratégicas como la petrolera Petrobras y otras. Los gobiernos del PT, al igual que todos los gobiernos “pos neoliberales”, no implementó reformas fiscales progresivas, manteniendo los esquemas privatizadores en los sistemas de pensiones, entre otras cosas, dejando por un lado reivindicaciones históricas del campesinado brasileño y de las mismas bases del PT, como la reforma agraria. Más bien continuó con la aplicación de la gran ganadería o de la agroindustria extensiva de soja, maíz, caña, palma, girasol, destinada sobre todo para agrocombustibles.
3. Para paliar tal situación, los gobiernos del PT implementaron una serie de políticas asistenciales y de mejoras mínimas en los servicios sociales, logrando sacar de la pobreza a millones de brasileñas y brasileños. Estos programas, sugeridos por los mismos organismos financieros internacionales, para paliar los efectos empobrecedores de las mismas políticas neoliberales, fueron puestos como modelo para todas las naciones latinoamericanas.
Sin embargo, a falta políticas sostenibles de financiamiento estatal durante una coyuntura de precios altos de materias primas y productos primarios en la década pasada, la bonanza de exportación de materias primas llegó a su fin, quedando al desnudo que muchas de las necesidades de salud, educación, empleo y vivienda, no pudieron ser cubiertas. Esta situación de deterioro de los niveles de vida se evidenció en las movilizaciones juveniles de mediados de 2013, que cuestionaron los gastos excesivos en eventos como la Copa Federación de Fútbol, la Copa Mundial de Fútbol, la visita del Papa y las olimpiadas de Rio de Janeiro, a punto de celebrarse, entre otras cosas.
4. Estas movilizaciones contra el gobierno del PT pudieron haber sido el inicio de un proceso de ruptura contra las políticas neoliberales, el inicio de una ruta de carácter revolucionaria por medio de una Asamblea Popular Constituyente, pero las organizaciones y partidos de izquierda, independientes del PT, no lograron crear un polo organizado, atrayendo a las masas para profundizar la lucha contra el gobierno. Las organizaciones oficialistas canalizaron y desviaron este descontento por mecanismos burocráticos.
El PT, por otro lado, en sus años de gobierno, en lugar de promover la movilización para fines, aunque fueran democráticos, ni que decir revolucionarios, se alío a una serie de partidos de derecha, entre ellos el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) del ahora presidente Michel Temer, que representa a los caudillos corruptos procedentes muchos de ellos de la época de la dictadura. El PT también estableció alianzas con una a serie de partiduchos y políticos tránsfugas, algunos de estos pastores evangélicos que trafican con la fe religiosa de la población y que representan una casta conservadora enemiga de los derechos de la diversidad sexual, de la población negra y de la juventud, opuestos al derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo, a guarderías gratis para mujeres con hijos, etc.
5. Pese a esto, Rousseff se reeligió en segunda vuelta con más de 50 millones de votos en 2014, ante el candidato de la derecha neoliberal Aecio Neves del PSDB, por un estrecho margen de tres millones de votos. Esta escasa diferencia de votos le dio cierto nivel de legitimidad a las fuerzas políticas que impulsaron el enjuiciamiento de Rousseff, sobre todo tomando en cuenta que, a diferencia de las elecciones anteriores, en la última votación el PT redujo la cantidad de votos, perdiendo en importantes bastiones obreros de los principales centros industriales y ciudades como Sao Paulo, Santos, Brasilia, Belo Horizonte, entre otras. El desgaste político del PT es más que evidente
6. En los 16 años de gobiernos del PT, hubo mejoras en las condiciones de vida de las y los brasileños, con el ascenso de éstos a las llamadas capas y clases medias, pero este relativo bienestar descansó en situaciones coyunturales de la división internacional del trabajo, sin romper con la matriz de dependencia económica, pese al discurso y a las iniciativas independientes dentro del denominado BRICS. Los grandes ganadores de la bonanza exportadora fueron los monopolios de la burguesía brasileña, el latifundio y las transnacionales asentadas en la industria automotriz, por ejemplo, que ahora apuñalan a Dilma Rousseff y al PT.
7. El PT sirvió a los intereses de la gran burguesía financiera internacional. Con la caída de los precios de los commodities, la economía brasileña empezó a tambalear. Según cifras oficiales, los niveles de desempleo se han disparado, llegando a 11 millones de personas, el endeudamiento público y privado ha crecido, los niveles de inflación aumentaron, las reservas internacionales monetarias disminuyen rápidamente.
En ese sentido, Rousseff tuvo que hacer malabares para mantener los programas de asistencia, moviendo recursos de la banca pública para financiarlos. Es a partir de esto que la casta corrupta de políticos, muchos ex aliados del PT, como el ahora presidente Temer, los jefes de las cámaras altas y bajas del parlamento, el derrotado PSDB, y el poder -partido- judicial, el concentrado poder mediático y las grandes cámaras empresariales que ya no consideran efectivo al PT para garantizar sus tasas de ganancia, así como la oligarquía financiera internacional, pese a la protesta del gobierno de Obama -el cual es solo su títere-, decidieron apartar del cargo a Rousseff.
8. La popularidad de Rousseff está por los suelos, pese a importantes movilizaciones del PT, del aliado Partido Comunista de Brasil y de las organizaciones afines. Algunos partidos de izquierda, que ha sido críticos al gobierno del PT, como el PSOL, en los Frentes Pueblo Sin Miedo y Popular Brasileño, se han movilizado contra el “golpe de estado”, pero no han logrado atraer a la mayoría del pueblo.
El PT y las organizaciones afines, en lugar de llamar a la huelga general, acarician la idea de que se convoque a nuevas elecciones, para convertirse en una oposición “madura” durante algún tiempo. Estos esperan potenciar la figura del todavía popular Lula, el cual está señalado por el caso de Lava Jato, junto a personeros del PT, así como miembros de todos los partidos de oposición (PMDB como el PSDB). La salida electoral podría convertirse en un retroceso aún más marcado para el pueblo brasileño si Neves o Marina Silva del partido Rede -también implicado en este caso de corrupción- llegaran al palacio de Planalto.
9. Recientemente el poder judicial acaba de declarar que no existe prueba contra Neves por la operación Lava Jato. Con las acciones de este para impedir que Lula se convirtiera en Ministro de la Casa Civil de Dilma -una forma de salvarla- y la aprensión bochornosa y abusiva a este para que prestara declaraciones, muestra cómo el denominado partido judicial -conformado por jueces que junto a la policía federal están señalados de reprimir a las comunidades negras y de jóvenes de las favelas- se convierte en elemento bonapartista del Estado, ante la falta de legitimidad del gobierno de Temer, que según encuestas tiene menos de 2 % de aceptación.
10. Por tanto, el gobierno de Temer se perfila, como ya lo ha anunciado, como un gobierno represivo para implementar aún más el ajuste contra los derechos del pueblo. Como dijera en su discurso, mantendrá muchas de las políticas ya implementadas por Rousseff con su primer ministro de hacienda José Levy, que aplicó una serie de recortes a los programas asistenciales, permitiendo, además, con la complicidad de la CUT, que las grandes industrias despidieran muchos obreros, tercerizando además dentro del sector público. Temer, con el respaldo de los grandes monopolios y el poder judicial, va procurar disolver los derechos y conquistas que todavía se mantienen, como los contratos colectivos por área tanto en sector público como privado, tratará de imponer la privatización total de Petrobras y otras empresas industriales como Embraer o Vale del Rio Doce. Para eso, ha conformado su gabinete de ex funcionarios cercanos a las grandes empresas, que ya fueron ministros durante Cardozo y en los gobiernos de Lula.
11. Por tal razón, desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) consideramos que las fracciones burguesas que impulsaron el enjuiciamiento contra la presidenta Dilma Rousseff, aunque no han utilizado al ejército en las calles, ni se ha desatado una represión abierta que corte las libertades democráticas, han propinado una especie de golpe de Estado incruento.
Nos unimos al llamado de organizaciones y partidos de izquierda brasileños a movilizarse para rechazar al gobierno de Temer, que al igual que Macri en Argentina, quiere aplicar un nuevo plan de ajuste neoliberal. Llamamos a luchar por la convocatoria de una Asamblea Popular Constituyente, apoyándose en movilizaciones como la toma de escuelas secundarias en Rio de Janeiro y Sao Paulo, las huelgas de trabajadores en varias universidades públicas paulistas y en industrias como la Ford y Mercedes Benz, mostrando que crece el descontento en la clase obrera y los sectores populares.
Llamamos a desarrollar la unidad de acción de las organizaciones obreras y la izquierda contra el gobierno de Temer, única forma de frenar el ajuste anunciado. Cerramos filas con el PT contra cualquier ataque desde la derecha, pero llamamos a las bases del PT a superar a sus dirigentes por la izquierda para defender y profundizar las propias reformas que logró el PT, y que los mismos dirigentes del PT ya no quieren impulsar.
Centroamérica, 13 de Mayo del 2016Secretariado Ejecutivo Centroamericano (SECA)
Partido Socialista Centroamericano (PSOCA)