Por René Franco
Y por criticona y además loca, la encarcelaron, -agregaría Roque Dalton- “Y para variar Santaneca”, quería ser presidenta, pero la justicia fue injusta y no la dejaron. Prudencia Ayala, ha sido es y será sin duda alguna, la mayor activista por los Derechos de la Mujer que El Salvador haya conocido. En aquél momento la Constitución de la República en su Artículo 1, no rezaba lo que ahora: “Art. 1.- El Salvador reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del Estado, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común”.
Por lo anterior, hacer un homenaje a Prudencia por medio de estas líneas, no es sino lo menos que se puede hacer, cuando se está convencida o convencido que todo programa y planteamiento revolucionario debe estar aparejado no sólo de la emancipación del proletariado, sino también por la lucha a favor de la liberación de la mujer, y que la estratificación social, no es solo entre quienes poseen medios de producción y quienes no los tienen, sino también entre hombres y mujeres.
Al hablar de lucha de clases, puede pensarse que el sistema patriarcal, y el machismo que impera en las sociedades actuales, nace junto con el modo de producción capitalista, pero entonces ¿de dónde surge el machismo? Probablemente, la respuesta la encontremos en el surgimiento de la propiedad privada, pues a partir de la asignación –implícita o no- de roles en la sociedad, ésta se transforma, poniéndose en función del hombre; en donde la mujer además de ser explotada por el capitalismo, es también oprimida por el hombre.
En El Salvador, la situación es grave, porque no sólo es el país demográficamente más poblado a nivel de América Latina, sino al mismo tiempo, siendo las mujeres mayoría de población, -más del 50% según estadísticas- existe una diferencia salarial de entre el 11% y el 13%, y en donde las instituciones públicas y o privadas no es la excepción, y lo peor es que en aquellas instituciones en donde se supone debería haber más equidad por el tipo y naturaleza de trabajo realizado, la única mujer educadora en derechos humanos, en la Escuela de Derechos Humanos de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador, gana aproximadamente $400 menos que sus compañeros hombres.
Ahora bien, frente a una realidad tan adversa; en donde el Estado está puesto en función del hombre, y en donde la mujer juega un rol ajeno al propio, -desde salir semidesnuda en un anuncio de telefonía celular, hasta servir café y cemita en la reunión del sindicato- ¿Qué hay que hacer? ¿Qué alternativas de cambio pueden plantearse frente a este contexto? El feminismo, sin duda alguna, es la solución a esto. Pero ¿qué tipo de feminismo debe construirse, y qué tipo de banderas de lucha deben levantarse? Particularmente considero que si bien es cierto, hay que luchar porque cada día más las mujeres, ocupen lugares en los diferentes espacios y sectores, de la sociedad, no debe condicionarse esta participación a ser buena o mala, sino otorgar estos espacios y que sean las mujeres, quienes hagan acopio de su oportunidad de participar, para hacerlo de la mejor manera posible. Las mujeres deben entonces, combatir por ocupar cada día más, curules en la Asamblea Legislativa, Despachos como Alcaldesas, en los diferentes municipios del país, y por qué no, construir una candidatura presidencial, presidida por una mujer; además de liderar en otras áreas, que tradicionalmente han sido lideradas por hombres, como el desempeño de ciertas labores, el estudio de ciertas carreras, entre otras.
Lo anterior por supuesto no es suficiente, pues en El Salvador, la sociedad machista y patriarcal que impera, no se agotará con la igualdad en la participación política, sino con la edificación de un nuevo tipo de sociedad, que esté cimentado fundamentalmente, en un modelo de masculinidad diferente, desarraigado de hegemonías machistas, respetuoso de los derechos humanos de todos y todas, armónico empezando en el lenguaje, pero que además promueva la no violencia, como salida a cualquier tipo de conflicto; modelo que debería empezar a construirse desde las instituciones clásicas de la sociedad: la escuela, la familia, las iglesias; en donde las mujeres no sean también reproductoras del machismo, y que promuevan entre sus semejantes, la valoración de ellas mismas, de sus cuerpos, de sus cualidades, de sus capacidades, y que conjuntamente aspiren a no verse como un objeto de plena satisfacción sexual para el hombre, o como las encargadas “por mandato divino” de reproducirse y criar hijos e hijas, sino que ansíen participar de la sociedad ocupando el papel que siempre han tenido, y que no han ocupado, o no se les ha dejado ocupar.
Para que en El Salvador, la situación mejore; el feminismo que debe promoverse, debe desarraigarse de viejos resabios burgueses, en donde a la mujer se le otorgan espacios de participación mínimos, como servir café, en las reuniones y/o asambleas, o simplemente ir y escuchar; la mujer también debe necesariamente, incidir en las decisiones –pero además- tomar decisiones.
La lucha por la emancipación de la mujer proletaria, trabajadora, debe inexcusablemente estar a la par de la liberación antiimperialista, anticapitalista y por la erradicación de las clases sociales, en un mundo tan desigual en donde las y los pobres se empobrecen cada día más, y en un país que mide menos de veintiún mil kilómetros cuadrados, poseyendo seis punto uno millones de habitantes, donde un pequeño grupo que constituye menos del 0.03% posee una gran fortuna, convirtiéndonos en el país más desigual de América Latina, en donde la riqueza se distribuye de la manera más desigual posible, y por la disolución de la propiedad privada, esta ha sido, es y será la utopía que guiará al movimiento feminista; y que tendrá como horizonte la existencia de modelos de sociedades diferentes a las actuales, en donde el Bien Común y el Bienestar General, sean disfrutados por mujeres y hombres en un contexto de equidad e igualdad; pues en un entorno en donde la mujer es doblemente explotada; el fin de la opresión y explotación a la mujer salvadoreña, dependerá de la liberación de la clase trabajadora, del yugo del capitalismo, y del imperialismo en todas sus etapas históricas.