Por Joseph Manuel Herrera
Lo anunciado por nosotros en la última declaración del Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) titulada: “Elecciones a la AEU no garantizan la participación mayoritaria del estudiantado: ¡Luchemos por la reestructuración y refundación del movimiento estudiantil!”, se ha cumplido a cabalidad.
El rendimiento en la participación del estudiante en lugar de mejorar a la que concurrió a las urnas hace dos años, en agosto del 2017, empeoro fatalmente, hasta el punto de poner a la planilla electa –al igual que la saliente, del desaparecido Frente Estudiantil– en una situación de ilegitimidad que solo beneficia y fortalece el fenómeno de las dirigencias mafiosas, lumpenes, oportunistas y derechistas en la USAC, que hasta hace muy poco tenían tomada la dirección estudiantil.
Hace dos años, después de una larga acumulación en la tradición de lucha de dos generaciones de estudiantes desde finales de la década de 1990, que vinieron consolidando las condiciones para sacar de una vez por todas a la mafia que se había hecho del control efectivo de la suprema dirección del estudiante universitario en Guatemala hacia finales del siglo pasado, la longeva AEU y su recuperación simbólica de las garras del crimen organizado, heredero de la contrarrevolución y de la reacción en la única universidad pública del país, no hubiera sido posible sin los héroes desconocidos, olvidados por la historia que fueron acumulando resistencias, luchas, victorias parciales y derrotas contra la mafia. Son todos ellos, hijos e hijas del pueblo los que hicieron posible la libre concurrencia democrática de las incipientes expresiones estudiantiles, que se han disputado la AEU en 2017 y ahora en 2019.
En este artículo nos remitiremos a los datos oficiales y compararemos la profundidad del desastre en base a la comparación de dos momentos concretos, por un lado las elecciones que después de más de 17 años se llevaron a cabo en 2017 y por el otro, las que concluyeron el pasado lunes 7 de octubre, siendo estas el segundo proceso eleccionario, desde la recuperación simbólica de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU); pues su recuperación instrumental, como máximo ente dirigente del estudiantado guatemalteco, solo se lograra cuando esta represente a las grandes mayorías del estudiantado y del pueblo, refundándose y desempeñando su labor efectivamente en pos del bienestar general y no el de un puñado de cúpulas estudiantiles que luchan en las elecciones por hacerse de las prebendas y los privilegios, poniéndose por encima del mismo estudiante, al que dicen representar.
Los datos duros incuestionables
En el año 2017 según el Consejo Electoral Estudiantil Universitario (CEEU) de ese entonces, estaban habilitados más de 140 mil estudiantes para ejercer su derecho al voto, en las elecciones al Secretariado General de la AEU y sus diferentes comisiones de trabajo. Este padrón comprendía a todos los matriculados en el Campus Central de la zona 12, el Centro Universitario Metropolitano (CUM) en la zona 11 y en el Paraninfo Universitario en la zona 1. Es así que solo podían votar por la máxima dirigencia estudiantil del país, los matriculados de la Ciudad Capital; han pasado ya dos años de aquella elección, y el colapsado Secretariado de Lenina García llevo a cabo una ilegitima reforma de estatutos, extendiendo aún más las comisiones de trabajo –que desde un principio llenaron con amigos que vegetaron en ellas–, pero poco o nada se hizo por subsanar la falta de voz y voto que tienen los estudiantes del interior del país, tratados por el secretariado –aborrecido hoy por el estudiantado– y por el actual CEEU como estudiantes de segunda categoría.
En la elección de 2017, de los 140 mil estudiantes del padrón, solo votaron 15,210, siendo del 10.86% la participación estudiantil. Esto contrasta con la ausencia de un padrón global publicado por parte del CEEU actual ante las elecciones de 2019, la desinformación promovida para maquillar –tal cual como lo hace el Tribunal Supremo Electoral– el desastre en la bajada de la participación estudiantil es parcial, pues si partimos del mismo padrón de hace dos años, ignorando el crecimiento de la población estudiantil desde entonces, podemos dejar ver datos que demuestran la profundidad del retroceso sufrido después de dos años de nefasta discursiva modera y arribista en la AEU. En la actual contienda el voto emitido fue de 7,252 que en base a nuestro congelado padrón de 2017, da como resultado una participación del 5.18%, esta caería aún más si integráramos a los miles de estudiantes que se han matriculado en los dos últimos años.
Los datos revelan que más que promover la participación democrática del estudiantado, la pasada AEU, el actual CEEU han promovido la apatía y el desconsuelo de un estudiantado que ya no cree en la máxima dirección estudiantil, pues antes estaban los criminales y ahora están los arribistas, mediocres e incapaces. Se puede ya empezar a dar luces sobre el interés que tienen algunos reducidos grupos estudiantiles, por mantener como en la política nacional una democracia tutelada y restringida, en la que los beneficios y los puestos sean llenados por sus cirulos de amigos y toda clase de oportunistas, haciéndose una elite como la que en pasado se eternizo al frente de la AEU, y que hasta hace muy poco logramos desahuciar.
Veamos entonces el rendimiento de la votación de las agrupaciones que concurrieron a las elecciones en 2017 y 2019; que más que organizaciones coherentes, formales y que se mantienen en el tiempo, parecen repetir los pecados electoralistas de la política nacional en este sentido, pues se han organizado unos meses antes solo con vistas de cara a las elecciones, con publicidad vaciada de ideología y de una programática que busque entender los problemas del estudiantado para contribuir en su resolución. Se ha notado esto en la narrativa dirigida a manifestar sus inseguridades y diferencias personales, en lugar de proponer soluciones encaminadas a la defensa organizada del gremio estudiantil. En esto último, las tres planillas que disputaron las elecciones se parecen plenamente.
No solo ha decaído críticamente la participación estudiantil frente a las urnas, también se ha degradado la concurrencia de las “marcas” –que no organizaciones político estudiantiles serias y formales–, pues en 2017 concurrieron 4 planillas, siento estas: Planilla 1. Reto Usac –ahora vuelta una simple página de Facebook–; Planilla 2. Frente Estudiantil –ahora desaparecida y desertada como ratas a Consciencia y al oportunista MEUC actual–; Planilla 3. el viejo MEUC –tomado hoy como una marca por la mediocridad y el oportunismo–; y Planilla 4. CREE –desaparecido por el cambio generacional que se gesta al interior de la mafia de la transitoria, que no obstante controlo la Huelga de Dolores sin inmutarse, durante todo el secretariado de Lenina García, catedra para los moderados de que se puede poseer el símbolo de la AEU y los cargos formales, pero la mafia aún tiene bajo su control parte importante del poder efectivo del movimiento estudiantil–.
Este año han concurrido solamente tres “marcas”, siendo estas: Planilla 1. Consciencia –que recicla a parte del desparecido Frente Estudiantil–; Planilla 2. Estudiantes como Vos –que agrupo a todos los oportunistas estudiantiles que están al servicio de la administración de la USAC, y bailan al compás de los directores y decanos serviles Murphy Paiz–; y Planilla 3. MEUC –la marca de la que se hicieron los mediocres y uno que otro reciclado del Frente Estudiantil.
Es así que hay menos participación de “marcas”, menos interés por involucrarse en la política estudiantil por parte del grueso del estudiantado y una caída catastrófica en la votación a menos de la mitad de la participación efectiva de hace dos años. Veamos entonces cómo les fue a las actuales planillas en comparación a la elección pasada en el rendimiento de votos; en 2017 los 15,210 votos se repartieron así: Panilla 1. Reto Usac con 2,757 votos, el 18.13% de los votos emitidos, que le dio la victoria en 2 unidades académicas; Planilla 2. Frente Estudiantil con 6,949 votos, el 45.69% de los votos emitidos, que les dio la victoria en 13 unidades académicas; Planilla 3. MEUC con 4213 votos, el 27.70% de los votos emitidos, que les dio la victoria en 5 unidades académicas; Planilla 4. CREE con 919 votos, el 6.04% de los votos emitidos, que se saldó con 0 unidades académicas; 336 votos nulos, el 2.21% de los votos emitidos y 36 votos blancos, el 0.24% de los votos emitidos.
Al igual en la política nacional, el grupo ganador gobierna con la gran mayoría de la población que no le voto o se abstuvo, es así que Frente Estudiantil gobernó con la legitimidad del 4.96% de los más de 140 mil estudiantes que están matriculados en la Ciudad Capital, pues la abismal mayoría no fue a las urnas y la mayoría de los que fueron, votaron por las otras tres opciones. Una democracia acéfala como la que esta constituida en el régimen político del país.
En las elecciones de este año, los 7,252 votos se repartieron de esta manera: Planilla 1. Consciencia con 2,586 votos, el 35.66 de los votos emitidos, ganando 12 unidades académicas; Planilla 2. Estudiantes como Vos con 2,267 votos, el 31.26% de los emitidos, ganando 7 unidades académicas; y Planilla 3. MEUC, llamado a ganar las elecciones, pero degradado por el peso muerto de los mediocres y oportunistas que se hicieron con la marca, con 1,823 votos, el 25.14% de los emitidos, para ganar 2 unidades académicas; 514 votos nulos, el 7.9% de los emitidos y 62 blancos, el 0.85% de los emitidos. Todas las planillas actuales, al igual que la elección, son la mera sombra del proceso anterior. Consciencia que es la marca ganadora de las elecciones en 2019, tendrá los cargos, mas no ejercerá el poder efectivo –como su antecesora Frente Estudiantil– al tener una legitimidad 1.62% de los más de 140 mil estudiantes, que seguramente son muchos más matriculados en 2019 en la Ciudad Capital, que en su mayoría no concurrieron a las urnas. Este dato cae aún más si el cálculo se hace sobre la población total de matriculados en todo el país, más de 210 mil en 2018.
La mentalidad zopilote, un fenómeno cíclico
El modelo de una AEU ultra presidencialista al calco del régimen político presidencialista del país, heredado de las dictaduras caudillistas de finales del siglo XIX y toda la primera parte del XX, ha demostrado de manera aún más acentuada a la elección pasada, la bancarrota en la que se encuentra el movimiento estudiantil, que quiera y no ha podido recuperar sus tradiciones democráticas que derrotaron a la dictadura Cabrerista en 1920 –cuando nació al calor del fuego la AEU–, y que dentro de la misma dinámica de un secretariado ejecutivo cerrado tendiente a volverse una elite parasitaria que se coloca junto a sus interés sobre las masas estudiantiles, guarda el germen del fenómeno que fueron, son y serán los zopilotes que tienden a eternizarse o a colocar a sus títeres en los cargos de representación, no solo en la AEU, también en las Asociaciones de Estudiantes de las diferentes unidades académicas, los Consejos Directivos y el propio Consejo Superior Universitario, para mantener de esa manera las prebendas y los privilegios, importándoles poco o nada la dignificación del gremio estudiantil.
El fenómeno es aún más profundo, y tiene más que ver con la ausencia de la participación estudiantil de las amplias mayorías, que con la composición social de la misma dirigencia estudiantil. Esto quiere decir que no sería posible que los mismos de siempre y sus herederos se estén repartiendo las cuotas de poder y de representación estudiantil, si la gran mayoría del estudiantado se integrara de lleno en el que hacer de la política estudiantil. Si la volviera suya, la recupera no solo como un símbolo, sino como una herramienta de lucha que volviera a darle al pueblo de Guatemala, también avasallado por esta misma enfermedad, un arma para empezar a alzar la frente contra los que tiranizan la vida social y mantienen al pueblo aterrorizado y ensimismado.
Desde luego que el fenómeno se ha demostrado con el tiempo más profundo, más versátil y creativo. Pues los que hoy dan la cara y se ponen al frente como dirigentes estudiantiles, sin una base social que realmente les interrogue su accionar y sus prácticas, el ejercicio del poder esta siempre encaminado a crear nuevas burocracias y elites estudiantiles, como la que hace muy poco tiempo despojamos del símbolo; si el estudiante al igual que el pueblo no se hacen participes plenos de la política en sus diario vivir, en los dueños de sus destinos estamos condenados a repetir los males de los que aún no hemos terminado de salir.