Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario

V. Lenin

Por: Rossel Montes

Un año ha pasado desde que una de las oligarquías más retrograda, reaccionaria, fascista e  ineficiente de la región decidiera por la razón de las  armas sacar  por  la  fuerza  a  un  presidente legítimamente electo dentro de los  parámetros  de  la  pseudo-democracia  burguesa o formal predominantes  en  estos países y  que sirven  como  mecanismo de manipulación de masas y hasta este momento les venia funcionando, pero que ya la democracia burguesa, por lo menos en  nuestro país está dando muestras de  desgaste  político-social.

El  fundamentalismo  democrático  de  la  burguesía  les  esta  pasando  factura  y  su  sistema  les  esta  pidiendo  cuentas; el  abuso  de  las  élites en  materia económica  al  igual  que  los  organismos  internacionales  de  crédito, con  sus  avorazadas recetas  neoliberales al  servicio  de las  necesidades  del  imperialismo, la  destrucción  del  estado  fue  otro  fenómeno  que se esta  viviendo  y que ya  esta  pagando  factura.  El  discurso  antiestatista  de  los  neoliberales  llevó a  crear  una  bifurcación  entre  el  sector  publico  y  el  privado , privilegiando  el  segundo. Los  asesinos  del  estado  siempre  estarán  conspirando  para que  éste  nunca  irrumpa  en  la  escena  político  social  a  favor  de  las  necesidades  de  las  masas  empobrecidas  y tampoco cumpla con sus deberes históricos.

Entre golpes de estado, neoliberalismo, pobreza, y reactivación de los  movimientos  sociales se ha entrado al  siglo XXI y estos  movimientos sociales  anticapitalistas  que son  producto del salvajismo globalizatorio,  tienen la  responsabilidad  histórico-política  de nuclear en su seno los sujetos de cambio  estructural.

Muchas  son  las  cosas  que  han  cambiado  desde  ese  28  de  junio.  El  golpe  de  estado  ha  cambiado  el  escenario  de  la  lucha  social creando  condiciones  que  antes  eran  muy  difíciles  de  encontrar; el  sindicalismo, el movimiento  obrero  y  la  izquierda estaban pasando  por  un  momento  de  reacción  producto  del derrumbe  del  bloque socialista  que  afectó  la  dinámica  de  la  lucha  de  clases   dándole  ínfulas  a  las  políticas  neoliberales  que destruyeron las  pobres  economías tercermundistas que  nos  han  llevado a  niveles  de pobreza  exacerbados e  insoportables  para  miles  de  trabajadores. Parece que  las  tácticas  y  las  formas  de  dar  golpes  de  estado  han  cambiado por parte  de  las derechas, que  al parecer aún no  se  han  dado cuenta  que el  escenario  político  social  es  relativamente  más  democrático comparado  al  mundo  de  la  guerra  fría  y  las  dictaduras  militares  de  finales  del  siglo  pasado  donde  los  golpes  de  estado  se  convirtieron  en el modus viven di de las elites para detener  el  avance de las masas.

No hubo correcta dirección

Meses posteriores al golpe se dejaron ver condiciones casi prerrevolucionarias que  no se supieron canalizar y capitalizar por parte de la izquierda oportunista  que  tenemos, y que estaba  en  un  jueguito  de  colaboracionismo político con el  gobierno  populista  de Manuel Zelaya Rosales al que muchos consideran el mejor  presidente de Honduras en mucho tiempo.

La  fractura social que creó el error táctico -a mi parecer- por parte de la derecha,  ya que sin ese acontecimiento prácticamente la resistencia contra el golpe de estado  no existiría  y la historia  sería otra si toda esa vorágine de masas y la correlación de fuerzas que la resistencia creó hubiera sido dirigida  por una dirección  auténticamente revolucionaria que tuviera como meta la toma del poder  y el desmantelamiento de las estructuras de poder elitista y burguesas para que el  pueblo trabajador irrumpa como el único poder constructor de una sociedad auténticamente democrática.

Pero nada de esto ocurrió. Los grupos de izquierda con un grado de sensatez y lucidez fueron vistos como sectarios frente a los demás grupos de la izquierda que  más bien giraron a la derecha en su afán de ganar protagonismo y ganar espacios  de poder dentro de sus tácticas de lucha. El oportunismo se ha convertido en una  estrategia permanente de la  mayoría de las organizaciones políticas de izquierda,  como se vio evidenciado con el proyecto de la famosa cuarta urna,  donde prácticamente toda la izquierda quedó supeditada o vendida al proyecto melista.  Todo esto no debe extrañarnos ya que se conoce el poder hegemónico que el  chavismo y el socialismo reformista  esta tomando en la región.

Lamentablemente  el socialismo del siglo XXI cada vez tiene más adeptos dentro de la izquierda, y llena de militantes de izquierda que desilusionados del proyecto marxista de las revoluciones clásicas de masas, del burocratismo del socialismo real que tildan  de radical cualquier intento por trascender el actual sistema capitalista si no es por la forma del voto electoral, aunque la historia nos enseña que las grandes transformaciones  estructurales vienen acompañadas y precedidas de una tremenda y violenta  lucha social.

Trotsky  argumentó que entre las causas de porque el capitalismo sigue sobreviviendo a un sin número de crisis sucesivas es la ausencia casi total de  direcciones revolucionarias a nivel casi planetario. Lo que ocurre es que la revolución no se dirigirá ella sola, ocupa de dedicación, la incorporación de  intelectuales orgánicos para elevar y darle una expresión teórica al movimiento,  tal como lo sustentaba Lenin.

Previamente Lenin creó su teoría del partido centralizado, con revolucionarios totalmente dedicados a la labor de acelerar las condiciones objetivas y subjetivas para el estallido revolucionario. Pero fue a causa  de la revolución de 1905 cuando Lenin se dio cuenta de la capacidad organizativa y espontánea de los soviet. Lenin se vio forzado por las circunstancias a flexibilizar  su  teoría  del  partido que Rosa  Luxemburgo y Trotsky  habían catalogado como súper centralizadora y proclive a  caer en el burocratismo.

Lo que quiero dejar claro, y la experiencia histórica así lo evidencia, es que,  previamente de todo proceso revolucionario o época de cambio se ha hecho necesario la creación de partidos políticos centralizados, con revolucionarios profesionales que ayuden a las  masas a crear las condiciones en las cuales los expropiadores serán expropiados.

Lamentablemente con la actual dirigencia con la que cuenta la resistencia muy poco se ha hecho y poco se podrá hacer en el futuro, hasta el término  revolución parece que en unos sectores de la izquierda tiene una connotación peyorativa y  romántica. El reformismo y el oportunismo están maquinando y colaborando para  detener los grandes cambios y es contra estos que debemos luchar, aparte de otros defectos que aun persisten en los movimientos populares y sindicales de nuestro país, a saber: el burocratismo.

Fractura  bipartidista

Otro de los resultados del golpe de estado fue el resquebrajamiento de los pilares de la democracia representativa que ya llegó a su tope y está rogando por un salto  cualitativo hacia una democracia popular, incluyente y participativa que son los supuestos teóricos de la democracia occidental pero que solo se quedan en planteamientos hipotéticos jamás realizados en la cotidianidad de miles de trabajadores que a diario sufren opresión y hambre bajo el actual sistema explotador.

La democracia es un proceso, un constructo histórico-social que debe ser  perfeccionado, que debe pasar de una entelequia a una realidad vivida. Lamentablemente el nivel de enajenación de las masas es tan alto que ellas mismas son participes de las falacias de las plutocracias y partidocracias que en  nombre del poder del pueblo explotan al mismo pueblo.

El desgaste y la incapacidad de los partidos políticos tradicionales de seguir reproduciendo sus  postulados ideológicos parece una quimera. El bipartidismo de la democracia  burguesa en Honduras funciona como un mecanismo de dominación de masas y  atisbos de autoritarismo que contradicen los mismos postulados de cualquier  sistema democrático

Los partidos políticos y la forma vernácula de hacer política están siendo  cuestionados desde muchos años atrás. Cuestión que se intensificó desde el  golpe de estado cuando se ha evidenciado una considerable evolución en la conciencia política del electorado hondureño, las masas ya no confían en que sus  necesidades básicas y toda su problemática existencial será aliviada con que estas  se vuelquen a ejercer su voto electoral cada cuatro años. Cada vez el concepto de democracia representativa entra en contradicción con las ingentes necesidades  de la mayoría que elije a sus gobernantes con la esperanza de ser escuchados y tomados en cuenta, pero esto nunca se da.

Los retos de la izquierda

Comenzamos el siglo XXI y no vemos por ningún lado la revolución que  anhelamos que venga a darle muerte al sistema capitalista explotador, enajenante y que exacerba nuestra dependencia respecto del imperialismo.  A un año más de la  gloriosa revolución rusa de 1917, hemos sido incapaces de emular tales  acontecimientos y parece que hemos perdido visión táctica y estratégica sobre la  revolución y como destruir las injustas estructuras capitalistas.

La actual resistencia tiene el deber histórico de canalizar todo ese descontento social acumulado por décadas contra las élites pudientes y expoliadoras. Aunque la  actual dirigencia ha jugado un papel contrarrevolucionario deteniendo el proceso en que la resistencia se pueda convertir en una verdadera fuerza político-social revolucionaria y sujeto de cambio.

Las revoluciones como las conceptualizaba  Trotsky son ese momento cuando el pueblo irrumpe en la escena histórica y toma  lo que le pertenece porque le ha sido robado y, es un fenómeno que se crea desde  el poder de abajo, el poder de las masas, de la verdadera lucha, donde se crea una verdadera conciencia democrática: en las calles. La toma del poder debe ser radical y revolucionaria, jamás desde el mismo poder y juego burgués parlamentario.

La izquierda o las izquierdas en nuestro país, ya que son muchos los grupos que se  hacen denominar así, pero que en su praxis teórica  y práctica no son más que lo  mismo: el viejo reformismo al estilo de Berstein,  Kautsky y la segunda  internacional,  contra la cual tanto lucharon los bolcheviques.

La complejidad social en  la que nos encontramos, la irrupción de un nuevo sujeto sociopolítico de cambio  estructural, a saber, la resistencia que surgió contra el golpe de estado y que se ha  convertido en la esperanza para muchos de nosotros demanda la explicación teórica  del proceso social, como uno de los tantos retos de la izquierda revolucionaria.

Por lo tanto, la izquierda revolucionaria tiene el deber histórico de acelerar las  condiciones objetivas y subjetivas para la toma del poder.

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