Por Krishna Godoy
A partir de la serie de escritos sobre el Movimiento Estudiantil Universitario (UNAH), solo me basta enfatizar uno de los puntos de cada reunión y que tal vez se ha dicho hasta la saciedad, sin embargo, no está de más. Creo que una tarea rezagada dentro del movimiento estudiantil será la persistencia en las jornadas de formación hacia estudiantes sobre las problemáticas de la UNAH y del país. Es vital en éstas rescatar la historia tanto de décadas anteriores como la reciente, porque la historia constituye una base necesaria para los análisis del contexto actual.
El proceso histórico del movimiento estudiantil, a pesar de algunos desaciertos ─como en todo grupo organizado─ goza de gran mérito y es producto del conjunto de generaciones que aportaron en cada lucha. Es por ello, la importancia de los diálogos intergeneracionales, ya que se encuentran en estos espacios la riqueza de los procesos de conciencia acumulados; solo es propicio transmitirlos a las siguientes generaciones.
Como mencioné anteriormente, esta problemática es altamente conocida, sin embargo, por temporadas existe cierto olvido; y sumado a ello, que en el proceso de formación-socialización el trato con diferentes personalidades es complejo, pero ahí se dirige el reto, unirnos en experiencias, utopías y saber empatizar con el/la otra.
La formación política intergeneracional, también es un desafío debido a la provisional o transitoria identidad del ser estudiante (en el sentido institucional). Al concluir nuestro recorrido en la universidad nos incorporamos al ámbito laboral asumiendo la identidad de trabajador o trabajadora. Esto del todo, no debería constituir un problema, por el contrario, sí lo es pretender desligarse de la micro-realidad (la universidad) puesto que, al descontinuar el lazo se pierden muchos aprendizajes recolectados en los años universitarios. También constituye un error, creer que la micro-realidad no está ligada con la macro-realidad (el país).
Si se quiere un MEU “independiente de la institucionalidad”, como lo propone la compañera Ninoska Alonzo [1], debemos procurar que goce de legitimidad política, que la comunidad estudiantil se adhiera a sus proyectos y reclamos, y para ello, el trabajo de concientización es primordial. Por esto, se vuelve necesario retomar los acercamientos al estudiantado en general e involucrarlos en las decisiones para construir una verdadera democracia en la Alma Máter.
IMG-20200224-WA0016Lo que ha quedado plasmado en los hechos históricos es que, el pueblo resiste, sin embargo, las luchas sacan su mejor partido cuando se propicia que el grupo cimiente conciencias con pensamiento autónomo, contrario a proceder de manera autómata. Por lo que, si queremos dejar de actuar solamente por coyunturas, hemos de aportar nuestros esfuerzos en lo mediato, en la formación de nuestras conciencias paulatinamente. Aunque, es inevitable afrontar este momento a pesar de las condiciones actuales; debemos dedicarnos a trabajar la parte inmaterial que más adelante se revelará en el proceso organizativo. Así es como comparto con Andrés Morales, quién sostiene que:
El ala crítica del movimiento estudiantil debe hacer un doble esfuerzo que consiste en dotar a sus espacios de discusión de un basamento ideológico claro, donde se trace el camino por definir estrategias de largo plazo, que combinen el resistir contra las arremetidas de la oficialidad de forma permanente y no en cada coyuntura imprevista…[2]
Y concuerdo con Fernando Ramírez cuando propone que el:
Trabajar la politización de los sectores estudiantiles debe ser una urgencia que diferencie dos momentos de la actual coyuntura; más allá de un caudal electoral se debe constituir una base social crítica, que reconstruya la práctica de legitimidad contrahegemónica, con medios para la intervención política de los espacios de representación y participación institucionales.[3]
En cuanto a la pregunta de Ramírez: “¿Democratizar para construir o construir para democratizar?” La apuesta que debe realizar el ala crítica del MEU, consiste en facilitar espacios de discusión y talleres de formación donde se dialogue sobre temáticas que aporten a la conciencia histórica, desarrollo del pensamiento crítico, para a partir del conocimiento de las micro-realidades (UNAH a nivel nacional) establecer vínculos con la macro-realidad y viceversa. Para esto debe convocarse a las generaciones pasadas que estén anuentes a compartir sus experiencias y discutir sobre sus posturas y opiniones, pero al final los que poseen autonomía en las decisiones, es la generación que asume en el presente.
Con la revisión de todas estas consideraciones, concuerdo con la y los compañeros, que el alcance del Movimiento Estudiantil Universitario en la actualidad, no reside simplemente en las elecciones estudiantiles (poder institucional), o en sus modos de lucha (prácticas de resistencia), ─a pesar de ser las más inmediatas en nuestra realidad circundante ─ es imprescindible integrar a diversos sectores a la causa (constituir un poder legítimo); todas éstas devendrían a posteriori si se trabaja de a poco en la formación política intergeneracional, una tarea que ha sido en muchas ocasiones relegada, pero que consideramos la más sustancial en estos momentos.
Notas
[1] Ninoska Alonzo, “El Movimiento Estudiantil Universitario en la encrucijada: apuestas políticas y desafíos en torno a la transformación de la Universidad”, Polémica y Revista de Centroamérica, 18 de enero de 2020.
[2] Andrés Morales, “El papel del ala crítica del movimiento estudiantil universitario en las próximas elecciones”, Polémica y El Socialista Centroamericano, 20 de febrero de 2020.
[3] Fernando Ramírez, “La universidad que nos queda. Anotaciones sobre la crisis del movimiento estudiantil. Parte II”, Polémica y El socialista Centroamericano, 11 de febrero de 2020.