Por Victoriano Sánchez
La resistencia de Juan Barahona a firmar los primeras actas de los acuerdos preliminares del Dialogo Guaymuras, que incluyen la manifiesta renuncia del presidente Manuel Zelaya a continuar la lucha por la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, condujo a que éste renunciara a la comisión de dialogo. Zelaya lo sustituyó por el abogado Rodil Rivera.
Esta actitud aparentemente digna, valiente, de Juan Barahona puede conducir a equívocos, sobre lo que realmente está ocurriendo con el proceso de revolución democrática que está siendo estrangulado en silencio por los dialogantes del Dialogo Guaymuras.
Los medios de comunicación golpistas celebraron la renuncia de Barahona como una ruptura entre los partidarios del presidente Zelaya, pero en realidad Barahona no ha roto políticamente con el Melismo, sino que se ha visto obligado a guardar distancia ante la evidente actitud suicida del presidente Manuel Zelaya de pretender ser reinstalado en el poder unicamente por la presión internacional o buena voluntad de los propios golpistas.
No hay dudas que Barahona sigue siendo fiel partidario del presidente Zelaya, pero teme las consecuencias de los acuerdos que surjan del Dialogo Guaymuras. En declaraciones a los medios de comunicación Barahona dijo que “No estamos de acuerdo, pero vamos a respetar la firma de él (Zelaya), la posición de él, la renuncia a la Constituyente (…) El acta donde se renuncia a la Constituyente no la firmé porque estuve, estoy y seguiré estando en desacuerdo hasta que este país convoque a una Asamblea Nacional Constituyente (…)tengo una posición muy escéptica de (que se logre) la restitución en la mesa” (La Prensa 13/10/2009)
El gran problema es que, aunque se haya retirado de la comisión de dialogo, con su anterior presencia, Juan Barahona le dio credibilidad al diálogo de sordos con los golpistas, contribuyendo el proceso de desmovilización de las masas. El Melismo está siendo castrado pacíficamente en la mesa de negociaciones, abandonando su bandera de lucha, por la que se movilizaron decenas de miles de personas, sin embargo optó por negociar secretamente con los golpistas, llamando a la calma de la gente, desmovilizando a las masas, sin percatarse que su capacidad de negociación proviene de las masas populares.
Las poses revolucionarias, los llamados al boicot electoral, suenan huecos y sobranceros porque el mayor daño ya está hecho, en la medida en que la conducción del Frente Nacional de Resistencia, junto con la mayoría de la izquierda ahi presente, se negaron a organizar la insurrección popular contra el gobierno de Roberto Micheletti.
Todavía no queda claro si este distanciamiento de un sector del movimiento sindical y popular en relación a la claudicante posición del presidente Zelaya, es el preludio de una gran traición, y la dirigencia comienza a reacomodarse para pasar a la oposición en el próximo periodo, que será de mucha turbulencia política.
El plazo fatal del 15 de Octubre que le presidente Zelaya dio para lograr un acuerdo con los golpistas está a punto de cumplirse, pero todavía está en el aire si los golpistas accederán a reinstalar a Zelaya en el poder, y lo mas importante es que no está claro bajo que condiciones sería reinstalado en la presidencia de la republica. En pocas palabras, toda la negociación depende de la voluntad de los golpistas y ya no depende de la fuerza social que mostraron las marchas de la resistencia. Si los golpistas logran llevar las negociaciones más allá del 15 de octubre, el panorama es sombrío para las masas populares y para la lucha por la democratización de Honduras.