Por Melchor Benavente

El 19 de julio de 1979, es una fecha imborrable en la historia de Nicaragua y Centroamérica. Ese día, el empuje de la insurrección popular y la ofensiva de las columnas guerrilleras, derrotaron militarmente a la Guardia Nacional (GN) y derrocaron a la dictadura somocista, que había mantenido la represión y el terror durante 43 años (1936-1979).

Después del triunfo de la revolución cubana en 1959, se produjo un auge de los movimientos guerrilleros en América Latina. En Centroamérica, surgieron guerrillas en todos los países, como un fenómeno de lucha contra las dictaduras militares en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, menos en Costa Rica en donde había un régimen democrático burgués con un “Estado de bienestar” que hacia concesiones a las masas trabajadoras.

En Centroamérica, la guerrilla guatemalteca fue una de las más poderosas y antiguas. No obstante, fue la guerrilla nicaragüense del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fundado en 1961, la que logró montarse sobre la dinámica insurreccional de las masas y repetir casi al carbón el triunfo militar de la revolución cubana.

Tradición de lucha guerrillera

Las guerrillas casi siempre surgen como un método de lucha defensivo, contra dictaduras o ocupaciones militares extranjeras. En el periodo 1927-1934, el general Augusto C Sandino libro una guerra de guerrillas, apoyándose en las masas campesinas del norte de Nicaragua, contra la ocupación militar norteamericana. Era una lucha defensiva contra un enemigo militarmente superior. La base social de esta guerrilla fue masacrada después del traicionero asesinato del general Sandino el 21 de febrero de 1934.

El surgimiento del FSLN en 1961, rescató la bandera de lucha del general Sandino, y se planteó como tarea central el derrocamiento de la dictadura somocista a través de la lucha armada. A diferencia de la guerrilla del general Sandino, el nacimiento del FSLN reflejó un fenómeno de radicalización de la clase media urbana, que irónicamente había florecido bajo la bonanza económica de la dictadura somocista.

Entre 1961 y 1977, la guerrilla del FSLN intentó implantarse en el campo, donde Sandino había tenido su base social, pero fue una tarea imposible. Muchos de sus dirigentes cayeron heroicamente en combate, incluido su fundador, Carlos Fonseca Amador.

Las sucesivas derrotas militares de la guerrilla provocaron una crisis dentro del FSLN y el surgimiento de tres corrientes: la llamada “Tendencia Proletaria” en 1975, en oposición a la corriente dominante que preconizaba la Guerra Popular Prolongada (GPP), intentando copiar el modelo chino y vietnamita. En contraposición a estas dos corrientes, surgió en 1976 una tercera, llamada “Tercerista” o “Insurreccional” que se planteaba el desarrollo de la insurrección popular en las ciudades como método principal de lucha para derrotar a la dictadura somocista.

La corriente Tercerista, rescató la experiencia del Movimiento 26 de Julio (M-26): política de amplias alianzas, incluso con sectores burgueses, y combinar la guerrilla con la insurrección de masas. Casi al carbón, en un contexto mundial diferente, la corriente Tercerista reprodujo una parte de la experiencia cubana.

La crisis de la dictadura y la pugna interburguesa

La reconstrucción de Managua, después del terremoto de 1972, rompió el equilibrio que existía entre la dictadura y los otros grupos burgueses, agrupados en el Consejo Superior de la Iniciativa Privada (COSIP), que posteriormente se transformó en COSEP.

La dictadura somocista comenzó a invadir las áreas económicas de otros sectores burgueses, copando todo el negocio de la reconstrucción de Managua, iniciándose un conflicto interburgues, que aceleró la crisis de la dictadura después del infarto de Anastasio Somoza Debayle, a mediados de 1977. A nivel interno, había condiciones excepcionales para la creación de una fuerte alianza contra la dictadura somocista.

Un contexto internacional favorable

La corriente Tercerista detectó el conflicto interburgues y planteó abiertamente una política de alianzas a nivel nacional con los sectores burgueses de oposición y a nivel internacional con los partidos y gobiernos “progresistas”, para dar al traste con la dictadura somocista.

Esta combinación de factores, dio excelentes resultados: la socialdemocracia europea comenzó a apoyar económicamente la lucha contra el somocismo. Carlos Andrés Perez, presidente Venezuela (1974-1979), proporcionó armas y municiones, lo mismo hizo Omar Torrijos, Presidente de Panamá, quien ofreció también su territorio para entrenamientos.

México siempre había sido aliado de la dictadura somocista, comenzó a distanciarse y a colaborar discretamente, tolerando la presencia de dirigentes de la guerrilla en su territorio. Un factor decisivo, fue la colaboración del gobierno de Rodrigo Carazo Odio, presidente de Costa Rica (1978-1982)

La hegemonía del Tercerismo

La política que levantó la corriente Tercerista o Insurreccional, encabezada por los hermanos Daniel y Humberto Ortega Saavedra, fue un éxito: logró conformar el “Grupo de los 12” en octubre de 1978, conformado por intelectuales, sacerdotes y empresarios de familias oligárquica, que plantearon por primera vez que sin el FSLN no había ninguna salida posible ante la crisis de la dictadura.

El primer ataque u ofensiva militar, desatado por la corriente tercerista, fue en octubre de 1977, atacando cuarteles militares en ciudades importantes. Era la primera vez que la guerrilla realizaba ataques espectaculares en las ciudades.

Los ánimos se caldearon, la población comenzó a inclinarse por la guerrilla del FSLN, por su larga tradición de sacrificios y lucha contra la dictadura. Antes de los ataques de octubre de 1977, la dictadura comenzó a modernizar sus fuerzas armadas, con la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EBBI), creando una fuerza elite en la lucha anti guerrilla.

A partir de octubre de 1977, la corriente Tercerista se amplió en todo el territorio nacional, llegando a convertirse en la corriente hegemónica del FSLN, por su audacia en los ataques militares contra la dictadura

El asesinato de Pedro Joaquín Chamorro

Después de la traición de Fernando Agüero en 1967, quien pacto con la dictadura somocista en 1972, Pedro Joaquín Chamorro, propietario del diario La Prensa, se elevó como el único dirigente honesto de la oposición burguesa. Fue asesinado el 10 de enero de 1978, a manos de mercenarios de la dictadura. Este asesinato provocó una semiinsurreccion a nivel nacional, que fue aprovechada por la corriente Tercerista para desencadenar ataques militares en las ciudades de Masaya y Granada.

Los empresarios del COSEP convocaron a un Paro Nacional en Enero-Febrero de 1978, en realidad fue un Lock-Out patronal,  para presionar a Somoza para que renunciara, pero después de un mes este logro imponerse. Pero la popularidad de la guerrilla continuaba creciendo, y se fortalecía con camadas de luchadores populares.

Insurrecciones y represión genocida

En agosto de 1978 se produjo el espectacular asalto al Congreso dentro del Palacio Nacional, manteniendo de rehenes a todos los diputados, hasta que Somoza cedió y libero a los presos políticos.

Ese mismo mes, se inició una insurrección en la ciudad de Matagalpa, conocida como la “insurrección de los niños” y en septiembre de ese mismo año, se produjo la llamada “primera ofensiva general” de la guerrilla, en varias ciudades del país, la que fue derrotada militarmente por la EEBI. La ciudad de Estelí ocupó un lugar destacado, porque la guerrilla mantuvo el control por varias semanas

La represión genocida provocó que decenas de miles de jóvenes se unieran a la guerrilla, antes de morir asesinados en las calles por las patrullas de la EBBI

Fracaso de las negociaciones y ofensiva final

La dictadura rechazo cualquier tipo de negociación política, dejando a la oposición burguesa sin otra salida que no fuese apoyar económicamente y militarmente a la guerrilla del FSLN. La obcecación de Somoza, de mantener en el poder, dejo a la burguesía sin opciones políticas creíbles. Poco a poco, el sandinismo se convirtió en la dirección indiscutible de la lucha revolucionaria, con un enorme prestigio y autoridad moral sobre las masas.

En marzo de 1979, las tres tendencias del FSLN se unificaron en lo que se llamó Dirección Nacional conjunta., coordinando todas sus fuerzas para desencadenar la llamada “ofensiva final” en junio de 1979.

El fortalecimiento militar del FSLN fue posible, no por el dinero que aporto la socialdemocracia o la burguesía opositora, sino porque miles de jóvenes se sumaron a la lucha insurreccional en diferentes ciudades en el transcurso de 1978.

Esta relación dialéctica entre insurrección de masas y guerrilla, fue reconocida posteriormente por el comandante Joaquín Cuadra, al declarar: “Estallaban miniinsurrecciones espontáneas que demostraban una gran combatividad y una extraordinaria firmeza por parte de las masas, mientras que las estructuras políticas y militares de vanguardia experimentaban un notorio retraso”.

El propio comandante Humberto Ortega dijo: “ ... el peso fundamental de la lucha armada lo llevó nuestro pueblo... Podríamos decir que las masas estuvieron permanentemente insurrectas... La insurrección popular en Nicaragua... fue un fenómeno que parió todo el pueblo y fundamentalmente nuestros más humildes, más explotados y oprimidos trabajadores del campo y la ciudad... Fueron nuestras masas las que le dijeron a su vanguardia, el Frente Sandinista: ‘¡Esta es la forma de lucha!’. Nosotros, la vanguardia, no hicimos más que ponernos al frente de esa voluntad, de esa decisión, de esa actividad popular” (Centroamérica entre dos fuegos, Norma, Bogotá, 1981, p.p.. 33-35).

Después de dos meses de intensa lucha militar, la insurrección de masas, encabezada por la guerrilla del FSLN, produjo el triunfo el 19 de julio de 1979.

Un triunfo espectacular que tuvo consecuencias en toda Centroamérica y América Latina. Lo que vino después, los aciertos y desaciertos del FSLN durante la revolución (1979-1990) por su importancia y extensión, debe ser analizado en un estudio posterior. Lo que no podemos olvidar son las tradiciones revolucionarias que fueron construidas con el sacrificio y sangre de miles de jóvenes que ofrendaron sus vidas por una nueva Nicaragua.

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