Por Melchor Benavente
La reciente visita de Arturo Valenzuela a Managua, subsecretario de Estado de los Estados Unidos, no trajo ningún sobre salto en la relación bilateral entre ambos países, más bien refleja la continuidad de la política del Departamento de Estado de los Estados Unidos en la última década torno a Nicaragua.
Política de tolerancia
Al final de la segunda administración de George Bush y el inicio de la administración Obama, en ese periodo de transición en que Daniel Ortega ganó las elecciones en Noviembre del año 2006, el subsecretario de Estado Thomas Shannon personificó una nueva política de tolerancia de los Estados Unidos en relación a los “partidos de izquierda” que habían tomado el poder por la vía electoral, especialmente en Sudamérica, que incluía también una tolerancia especial, muy condicionada, por tratarse de su patio trasero, al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el mismo partido político que en la época de la revolución (1979-1990) se enfrentó militarme al ejército contra armando y financiado por los Estados Unidos.
Esta política de tolerancia no es producto de una conversión religiosa o filosófica de la elite dirigente de los Estados Unidos, sino que está relacionada directamente con la necesidad de priorizar recursos ante la pavorosa crisis económica de los Estados Unidos, que lo ha llevado a perder influencia en algunas áreas del mundo. Los Estados Unidos ya no pueden gobernar el mundo como antes, ahora tienen que llegar a acuerdos mínimos con sus aliados más importantes, para concentrar fuerzas contra los enemigos abiertos.
Valenzuela sintetiza esta nueva orientación de los Estados Unidos de la siguiente manera: “la visión nuestra con el presidente Obama es de tener un trato nuevo con los países de nuestra América. Estamos viendo cómo avanzar para solucionar los problemas de una forma respetuosa, consensuada, un diálogo fluido, franco, donde podamos tener una interlocución para poder resolver los problemas en beneficio de nuestros pueblos” (El Nuevo Diario 28/10/2010)
En cambio, la oposición burguesa nicaragüense, sumamente fragmentada y debilitada después de la victoria electoral del FSLN en el 2006, todavía no ha comprendido las motivaciones de este viraje “pragmático” del gobierno de los Estados Unidos. Todavía añoran el endurecimiento de la administración de Ronald Reagan que convirtió la lucha contra el sandinismo en un estandarte político.
La derecha nicaragüense, en su lucha contra el FSLN, siempre se ha refugiado en los faldones del imperialismo norteamericano. Por ello, con la reciente visita de Arturo Valenzuela, estaban decepcionados, porque éste no realizó ningún tipo de ataques políticos contra Daniel Ortega sino que se deshizo en elogios al Ejército y Policía de Nicaragua, líderes en la lucha contra el narcotráfico a nivel centroamericano.
Coincidencias por la “seguridad ciudadana”
Al arribar a Managua, Valenzuela declaro que una de las principales preocupaciones de Estados Unidos en la región era la “seguridad ciudadana”: “Este es un tema que nos preocupa a todos (…) No es solamente un tema de fuerzas (armadas), sino de cómo construir comunidades más seguras". (El Nuevo Diario 28/10/2010)
Es absolutamente falso que Valenzuela este preocupado por los asaltos y crimines cometidos contra los sectores populares en los barrios marginales. En muchos países de la nación centroamericana, el tema de las maras o pandillas se ha transformado en un fenómeno social de rechazo pasivo a la decadencia del capitalismo en Centroamérica. A pesar de la miseria y del desempleo, Nicaragua es el país más seguro de Centroamérica porque la dirigencia sandinista, que tiene enorme influencia política sobre la oficialidad del Ejército y la Policía que nació de la revolución, siempre ha tenido un interés particular en evitar la formación de grupos armados por fuera de las instituciones que ellos controlan. Este ha sido un seguro de vida exitoso. En ese sentido, la dirigencia sandinista y el gobierno de los Estados Unidos, desde diferentes ángulos, tienen una profunda coincidencia.
En toda la región, con los cuantiosos recursos del narcotráfico, el crimen organizado ha logrado montar pequeños ejércitos paralelos, reclutando sicarios de entre las maras, creando una creciente inestabilidad para las instituciones del Estado burgués. En muchos casos estos pequeños ejércitos paralelos tienen la protección de la corrupta cúpula de las Fuerzas Armadas, las que se han involucrado en asesinatos, secuestros y extorsiones de todo tipo, conforme los casos denunciados primordialmente en Guatemala, El Salvador y Honduras.
Buscando aliados
El desbordamiento de la situación militar en la frontera entre Estados Unidos y México, en donde los ejércitos paralelos del narcotráfico han demostrado una alta capacidad de combate, ha obligado al gobierno de los Estados Unidos a buscar aliados en la región centroamericana, para cercar las posibilidades de crecimiento y expansión de estos grupos irregulares del crimen organizado.
No fue una casualidad que Valenzuela insistiera en que “entre los temas que estamos abarcando a nivel bilateral, hay una serie de temas importantes y probablemente el tema que más preocupa a la región centroamericana en este momento es el tema de la seguridad, así que es un tema de prioridad para el presidente Obama”. (La Prensa 28/10/2010)
La administración Obama ha dejado de un lado las diferencias ideológicas, los discursos, para concentrarse en un punto estratégico: la seguridad. Y en esta lucha de los Estados Unidos por controlar el mercado mundial del multimillonario negocio de las drogas, que lo ha llevado a diseñar el Plan Colombia, el Plan Mérida y el CARSI, el gobierno sandinista ha demostrado ser un excelente aliado, graduado con altas calificaciones en el combate al narcotráfico.
La propuesta de Chinchilla y Ortega
Independientemente de la trifulca entre Nicaragua y Costa Rica por el dragado del río San Juan, que ha conducido a la movilización de tropas en ambos lados, Daniel Ortega retomó la propuesta de la presidente Chinchilla, en el sentido de que se requiere un plan específico para combatir exitosamente al narcotráfico en Centroamérica.
En conferencia de prensa, Daniel Ortega declaró que “compartimos el planteamiento que ha hecho la Presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, sobre establecer un mecanismo centroamericano de coordinación, lo que no significa que nos vamos a desligar lógicamente de nuestras coordinaciones con México, porque sabemos que el enemigo es el mismo, está por todos lados; pero sí es importante que se puedan establecer relaciones, aparte de lo que es el Plan Mérida, con la región centroamericana y un plan que se pueda diseñar en este campo (que) nos permita articularnos mejor contra el narcotráfico, contra el crimen organizado y que la región centroamericana se convierta en un corredor blindado que no permita que siga avanzando esta epidemia en toda nuestra región” (El Nuevo Diario, 28/10/2010)
Valenzuela se mostró atraído por la propuesta de Ortega, al grado de afirmar que “es cierto que lo que se requiere aquí es un enfoque muy especial para Centroamérica, donde hay diferencias entre los países en cuanto a la capacidad de respuesta, pero donde todos tenemos que estar mejor abonando. Para Estados Unidos éste es un tema de corresponsabilidad también, nosotros somos un país consumidor, nos corresponde estar trabajando con los países de forma decidida y respetuosa para poder solucionar estos problemas” (La Prensa, 28/10/2010)
Decepción de los “demócratas”
La derecha en Nicaragua se define a sí misma como “demócrata”. Sus líderes todavía continúan bajo estado de shock, porque Valenzuela no criticó al gobierno de sandinista en un solo punto de política interna. A lo sumo, ante la insistencia del entrevistador, Valenzuela llegó a decir “como principio fundamental es importantísimo velar por el derecho constitucional (…) Ahora en el caso particular de Nicaragua, en realidad esto es un debate interno, ustedes tienen que ir resolviendo estos temas (…) no le corresponde a EE.UU., ni a ningún otro país, decidir quiénes ganarán las elecciones, eso es netamente un tema de la soberanía de cada país. Nosotros estamos dispuestos a trabajar con quien sea elegido, cualquiera que sea elegido en condiciones obviamente que llegan a los niveles de estándares de transparencia, de claridad y que se ajusten al Estado de Derecho” (La Prensa 28/10/2010)
Un día antes de la visita de Valenzuela, el Consejo Supremo Electoral (CSE; a pesar de estar cuestionado por el conjunto de la oposición burguesa, convocó a elecciones, y estas no fueron cuestionadas por el representante de Estados Unidos. En pocas palabras, Estados Unidos no se opone a la reelección de Ortega, ni a la convocatoria de elecciones, y más bien parece estar dispuesto a reconocer un posible triunfo electoral, si el FSLN cumple con estándares mínimos.
Una vez más se comprueba que los Estados Unidos no se mueven por principios políticos o filosóficos, ni defienden la cacareada “democracia”, sino que actúan por sus intereses como imperialismo dominante. Ayer apoyaron y armaron a Sadam Hussein en la guerra contra Irán, pero después, cuando ya no les fue útil, organizaron la invasión y lo terminaron ahorcando. En sentido inverso, antes criticaban al FSLN ahora le reconocen muchos méritos.
Durante muchos años, para Estados Unidos el sandinismo fue un enemigo irreconciliable, pero ante los cambios sociales de la dirección sandinista, que ahora es el sector hegemónico de la burguesía nicaragüense, ante su comportamiento político moderado, el Departamento de Estado cierra los ojos ante la centralización del poder en la familia Ortega-Murillo, y se hace el sordo ante las denuncias de sus aliados de la oposición burguesa sobre el montaje de un régimen dictatorial.
Definitivamente, no hay vuelta de hoja: la lucha por la democratización de Nicaragua debe ser obra de los trabajadores y los jóvenes.