Por Olmedo Beluche
“El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, reza un viejo refrán. Esto parece ser lo que ha sucedido con las seguramente buenas intenciones de la gobernación de Coclé de ser la primera entidad política panameña en conmemorar de alguna manera el Bicentenario de la Independencia de España. Dado que llevamos ya casi medio año y no se aprecia ninguna actividad al respecto, pese a que ha sido nombrada una comisión especial, con seguridad las autoridades coclesanas tuvieron la buena voluntad de hacer su aporte con un “monumento” y una medalla denominada “Juan D. Arosemena” para personalidades de méritos públicos.
A partir de ese “buen” deseo conmemorativo, el resto de las decisiones tomadas por las autoridades de aquella gobernación y los funcionarios que fueron encargados de su realización constituyeron un desastre que no demoró en hacerse evidente y en ser señalado, con lo cual el efecto positivo esperado se ha transformado en su contrario.
Algunas feministas cuestionaron una medalla al mérito con el nombre del expresidente Juan D. Arosemena quien, quien fue un político tan conservador que persiguió a las sufragistas panameñas de aquella época, empezando con su dirigente, la Dra. Clara González, que tuvo que exiliarse para no ser arrestada.
Los que juegan a hacer política de “oposición” enfocándose en las nimiedades para no atacar el corazón de las decisiones económicas del actual gobierno, han centrado sus críticas en la profusión de medallas entregadas y en los personajes que las recibieron: varios ministros de estado, el vicepresidente y algunos políticos del oficialismo.
La mayoría de las críticas se han centrado en el monumento erigido en el corazón de Penonomé. El ingeniero Orlando Acosta Patiño ha cuestionado los criterios estéticos con que se hizo el “monumento -si puede llamarse así” y ha cuestionado que no se convocó un concurso para escultores nacionales y extranjeros basado en criterios rigurosos, poniendo como ejemplo contrario lo que en el pasado se hizo con la Plaza Porras y el Conjunto Escultórico de la Justicia en el Palacio Legislativo (La Estrella, 4/5/2021).
La periodista Emilia Zeballos ha recogido críticas de historiadores, artistas e intelectuales. Omar Jaén Suárez ha dicho: “El monumento no representa adecuadamente la historia del país y tampoco mejora el paisaje urbano”. El pintor Aristides Ureña Ramos agregó: “Creo que en verdad hemos bajado muy en bajo… seguimos abrazando el fascinante mundo de la república de las bananeras”. El historiador Rommel Escarreola ha señalado que el monumento contiene varios errores, como una simbología griega e ideología masónica, que no expresa a la nación y que su lema dice “Bicentenario de la República de Panamá”, cuando debió decir “Bicentenario de la Independencia de Panamá de España” (El Siglo 5/5/2021).
En fin, que en esta era de decadencia del capitalismo neoliberal, más cerca de la barbarie que de la civilización (como advertía Rosa Luxemburgo), en materia estética el mal gusto parece ser la moda artística prevaleciente; la improvisación el método de trabajo; la adulación de los jefes y clientelismo político, son las doctrinas que guían el accionar de las autoridades.
Quiero centrarme en el “lapsus” de quienes decidieron escribir en el monumento el lema “Bicentenario de la República de Panamá”. ¿Cómo se pudo cometer un error tan evidente? Siendo que la llamada “República de Panamá” (intervenida por Estados Unidos), recién apareció en 1903. ¿Qué puede llevar a quien quiera que haya diseñado el llamado monumento y a las autoridades que lo aprobaron a no darse cuenta del error histórico que contenía?
La respuesta es una combinación entre el bajo nivel cultural de nuestros políticos de turno y sus asesores, junto con una historia oficial falsificada a conveniencia de nuestras igualmente ignorantes élites oligárquicas, para quienes el período en que fuimos parte de Colombia debe ser pintado como una “era oscura”, si es que se habla de ello, porque de esa manera la traición cometida en 1903 queda embellecida como “una liberación”.
La tarea en que se ha empeñado la historia oficial es pintar a Panamá como “un hecho singular” en el conjunto de Latinoamérica, como si no hubiera nada en común, ni la historia, con nuestros hermanos colombianos o centroamericanos. Una historia así contada satisface la aspiración de la oligarquía panameña que soñaba con ser una estrella en la bandera yanqui borrando su estigma hispano, indígena, africano.
“Panamá se independizó sola de España”; “Bolívar no tuvo que venir a Panamá; “La nación panameña tiene 500 años de historia”; “Nos constituimos en nación independiente el 28 de Noviembre”. Con afirmaciones de esta índole es natural que alguien un poco ingenuo y carente de conocimientos históricos piense que hace 200 años se fundó la república de Panamá.
Cuando se habla del Panamá colombiano del siglo XIX se le pinta como algo sumamente negativo, que conviene olvidar: porque “los colombianos” nos tenían “olvidados”; nos “oprimían”; nos “explotaban”; nos sometían a cruentas guerras civiles a nosotros los “pacíficos” panameños; siempre fuimos una nación diferente, nunca fuimos colombianos; por eso Estados Unidos nos “liberó” dos veces, la primera de Colombia y la segunda de Noriega.
Dichas las cosas de esa manera es natural que el siglo XIX sea visto como “un trauma”, dicho a la manera de Hernán Porras o de Sigmund Freud, con lo cual es natural que tienda a olvidarse esa época “mala” y que alguien con buenas intenciones crea que en realidad la república panameña nació hace 200 años, ya que “nos independizamos solos”.
El anacronismo es el peor pecado de los historiadores, pero el más común, puesto que la historia manipulada es el caldo de cultivo de los nacionalismos, chauvinismos y la xenofobia muy conveniente a la burguesía que se representa así misma como encarnación y guía de la nación.
La realidad es que, no solo no surgió ninguna “República de Panamá” hace 200 años, sino que tampoco “nos independizamos solos”, y que la historia de ese periodo para su cabal comprensión no admite los estrechos márgenes del localismo y provincialismo, sino que exige una visión global y continental porque los que se deshizo fue el imperio colonial “español”.
Hace 200 años en Panamá no habría pasado nada, ni el general monárquico José de Fábrega se hubiera pasado al bando republicano, sin las victorias previas de Vicente Guerrero, José de San Martín y Simón Bolívar y sin las previas independencias de la Nueva España, la capitanía de Guatemala (Centroamérica), la Nueva Granada, el Río de la Plata, Chile y la Villa de Los Santos todas las cuales precedieron al 28 de Noviembre y lo marcaron.
Basta de chauvinismo, provincialismo y pseudo nacionalismo en la historia panameña para que reconozcamos sin ambages que estamos celebrando el Bicentenario de la Independencia de España y de la República de Colombia de la que los istmeños hicimos parte orgullosamente.