Por Abelardo de la Torrente
Brasil vuelve a despertar después de más de 20 años de gobiernos neoliberales y de 10 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), continuador de tales políticas pero con ropaje social. La última movilización general del pueblo brasileño fue en 1992, cuando todavía estaba activo el flujo de las movilizaciones contra la dictadura militar de mediados de los 80s. En 1992 el pueblo y sobre todo los estudiantes botaron al corrupto gobierno de Color De Melo.
Neoliberalismo social
A partir de 2003 asumió la presidencia Luis Ignacio Lula Da Silva, antiguo dirigente obrero postulado por el PT. Este partido había ganado reconocimiento en todas las clases trabajadoras por venir desde su seno y organizar las luchas contra la dictadura militar. Sin embargo ya para mediados de los 90s daba un giro hacia la derecha, para buscar formas de democratizar el capitalismo.
Las políticas neoliberales se caracterizaron por la concentración del capital financiero imperialista y el agronegocio, como soja o ganadería, la extracción de materias primas y un leve impulso a los grandes conglomerados industriales en su mayoría dependientes del capital imperialista.
Al PT, con base en los movimientos sindicales como la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), campesinos como el Movimiento de los Sin Tierra (MST), estudiantes como ANEL y otros, con una historia de lucha por la democracia, le tocaba administrar el Estado. La cúpula de dicho partido actuaba de recambio para favorecer a la burguesía brasileña, que aunque subordinada al imperio, empieza una aventura de autonomía, expandiéndose por Sudamérica y en menor medida por el cono sur africano.
Por tal razón, el PT, para no perder su base social, encuadró las luchas populares junto a las burocracias de los movimientos sociales afines y para poder implementar el programa neoliberal, aplicó una serie de políticas asistenciales en las áreas de salud, seguridad alimentaria, vivienda, etc., como Hambre Cero, Bolsa Familia y otras, auspiciado por organismos financieros internacionales.
Estas políticas se han profundizado durante el nuevo gobierno de Dilma Ruself, heredera de Lula, logrando reducir la pobreza, aumentando numéricamente las capas medias, acompañado de altas tasas de crecimiento por lo menos hasta 2009, cuando la crisis económica internacional empezó a hacer mella.
En el plano internacional el gobierno del PT ha elevado el papel de Brasil, convirtiéndolo en actor relevante de la geopolítica. Para las clases dominantes de este país, en búsqueda de autonomía con respecto al imperialismo, sin poder romper con éste, es vital posicionarse como parte del Brics. Además que, junto a los gobiernos nacionalistas burgueses sudamericanos, quienes han recompuesto el capitalismo en sus países, han reformulado la arquitectura de la integración latinoamericana con instituciones como Unasur o Celac, sin duda en competencia con las tradicionales oligarquías subordinadas a EU.
Pero esta supuesta bonanza era solo la careta de un hervidero que se cocía desde abajo. Durante los gobiernos del PT se benefició con exenciones fiscales y subsidios a industriales y grandes productores agrícolas; las ganancias de los bancos y de las trasnacionales asentadas en este país nunca fueron mejores. Sin embargo en un contexto de crisis, se agudizan los niveles de explotación de los trabajadores brasileños, por ejemplo con la reforma a las pensiones que aumenta la edad de jubilación y las cotizaciones de los trabajadores, con la cada vez más galopante inflación que encarece los precios de todos los productos básicos, las políticas impulsadas por el gobierno de Dilma de privatizar, puertos, aeropuertos y carreteras, las construcción de grandes hidroeléctricas que están despojando a los pueblos indígenas de su territorio o la constante violencia policial en las favelas sobre todo contra jóvenes afro o mulatos, con el pretexto de combatir la delincuencia.
Por supuesto las luchas en los últimos años han estado a la orden del día: los indígenas en contra de estos megaproyectos, los campesinos sin tierra que han presionado al MST para que vaya rompiendo con el PT, los obreros que presionan desde abajo a la CUT y otras centrales patronales a tener una política de movilizaciones y huelgas o el aparecimiento ya desde hace unos años, con una política clasista independiente, de Conlutas.
La rebelión juvenil
En este panorama estallan las rebeliones de la juventud en las principales ciudades; primero en Sao Paulo, Rio de Janeiro, la capital federal Brasilia y otras capitales estaduales. Este movimiento que tiene como protagonista a la juventud universitaria, profesional sin empleo, de las favelas y trabajadores, explota en el momento en que producto de la escalada inflacionaria se aumentan los precios del transporte público, transporte que a excepción del metro, es privado y uno de los más caros en el mundo.
Esto coincidió con el inicio de la Copa Confederaciones, un ensayo del mundial de futbol del próximo año, lo cual junto a la masividad de las movilizaciones, la violencia que desplegó la policía y la reacción explosiva de los manifestantes, obligó a los gobiernos municipales y estaduales a detener el aumento de tarifas. En todas estas movilizaciones ha jugado un papel clave el Movimiento por el Pase Libre (MPL), conformado por jóvenes y estudiantes que piden que no haya ningún aumento a estas tarifas, aunque dicho movimiento no plantea una estatización del transporte urbano.
Sin embargo las consignas no se detuvieron en el tema del transporte urbano, se emplazó en todos los niveles del Estado y de los gobiernos, la corrupción, señalando a todos los partidos políticos, desde el PT y sus aliados como PMDB (derecha), PcdoB (estalinista). Pero los señalamientos también se dirigen a la oposición pro patronal, PSDB, DEM, PDT, etc. Se cuestiona también el apoyo vía créditos y exenciones fiscales, que el gobierno da para la reconstrucción de estadios para los próximos eventos deportivos, lo cual es simbólico en un país donde el futbol es pasión popular.
El gobierno federal propuso convocar a una constituyente, lo cual rápidamente fue rechazado por toda la partidocracia entre ellos el PT, y Dilma tuvo que quitar esta iniciativa proponiendo un plebiscito para supuestamente modificar el régimen político, lo que es una manera de desviar las reivindicaciones de la población. De igual forma propone una serie de diálogos, tanto con prefectos, gobernadores, partidos políticos, centrales sindicales, asociaciones empresariales, etc. Buscando destapar la olla de presión y que los de abajo no modifiquen la forma de dominación estatal, buscando algunas variaciones en el régimen político.
Un hecho a tomar en cuenta es el papel de los partidos de derecha, los sectores más reaccionarios de la burguesía y los medios de comunicación como Tv Globo y otros, pues al inicio criminalizaron las protestas, pero posteriormente buscaron réditos haciendo eco de las denuncias de corrupción contra el gobierno federal y los partidos gubernamentales.
Esto coincidió con el aparecimiento de bandas fascistas al interior de las manifestaciones, el infiltramiento de parte de cuerpos policiales controlados por gobiernos estaduales en manos de la derecha, que azuzan los ánimos de los jóvenes agredidos por la policía y los llamados de parte de la media para participar con camisas blancas y banderas de Brasil.
Además estas bandas, tratan de expulsar de las manifestaciones a organizaciones y partidos de izquierda, con el pretexto de que este es un movimiento antipartidista, situación que coincide con la mentalidad de buena parte de los manifestantes cansados de la partidocracia, pero que la extrema derecha usa a su beneficio, ya que los partidos de derecha que están detrás no se hacen públicos, mientras que se sataniza a la izquierda poniéndola en un mismo lugar que el gubernamental PT.
El papel de las organizaciones revolucionarias
Ante la amenaza de la extrema derecha, la izquierda y los movimientos se aglutinaron, y se movilizaron en conjunto en varias ciudades. Pero en un intento maquiavélico del gobierno federal de desprestigiar las movilizaciones, asustó con el fantasma del golpe de estado de derecha. Por su parte las organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, como Conlutas y por presión de las bases Anel y CUT, convocaron a concentraciones el pasado 27 con participación masiva y están convocando a otras movilizaciones para el 11 de julio. A su vez las manifestaciones siguen como en Fortaleza el pasado 28 de junio, donde la policía cargó contra los manifestantes; en general se tienen contabilizados desde que iniciaron las protestas 6 muertos y una cantidad grande de heridos.
Consideramos que las organizaciones de izquierda revolucionaria, los movimientos sociales incluyendo los más oficialistas y la misma juventud del PT, al igual que la CUT y Anel deben retomar las consignas de la población, que tiene una experiencia casi nula en política disputándole la orientación de estas movilizaciones a las bandas fascistas y los partidos de derecha. Por su parte deben levantar las consignas hacia las masas para que conformen asambleas y sus propios órganos de dirección, todo en función de modificar el modelo económico y político.