Por Leonardo Ixim
El resultado de la primera vuelta en las elecciones generales ubicó como puntero al ultraderechista Jair Bolsonaro con 46.03 por ciento de los votos contra el candidato del ex gobernante Partido de los Trabajadores (PT) Fernando Haddad, con el 29.28 % de los votos. Eligiendo además la totalidad de la Cámara de diputados, dos tercios del senado pues el otro tercio de 81 en total fue electo en 2014, algunos gobernadores y cargos municipales.
Ambos disputarán la segunda vuelta, al no alcanzar el 50 % de los votos válidos, el próximo 29 de octubre, sustituyendo a Michel Temer (impuesto tras el golpe parlamentario contra Dilma Russef) cuyo partido Movimiento Democrático Brasileño (MDB) cayó súbitamente en los resultados producto de los bajísimos índices de popularidad de Temer, debido a la aplicación de políticas de ajuste sobre el pueblo brasileño.
Con una participación del 79.7 % del padrón electoral, es decir el 107,050,673 votos, baja levemente la participación en un 0.9 % en comparación a las elecciones de 2014, donde resulto re-electa Russef. Los votos nulos y blancos se situaron en 10,313,141, en las elecciones de 2014 fueron 11,099,068 votos; sin embargo, propiamente los nulos se situaron en un poco más de 7 millones, mientras que en la pasada elección fue un poco más de 4 millones, según datos del Tribunal Supremo Electoral.
Los votos nulos y blancos se sitúan en tercer lugar, expresando el malestar de parte de la población brasileña para con la casta politiquera que ha gobernado ese país desde el retorno a la democracia en 1985, que se traduce de varias formas.
El fenómeno de Bolsonaro
Una de ellas sería la victoria de Jair Bolsonaro, junto al candidato a vice-presidente Antonio Hamilton Muruao, postulados por una alianza de dos pequeños partidos: el Social Liberal del primero y el Renovador Laborista Brasileño del segundo, obtienen 49,276,990 votos. Con un discurso extremamente conservador, ambos candidatos ex militares en campaña mostraron su simpatía con la dictadura militar que gobernó por 21 años desde 1964 a 1985 y usaron el lema “Brasil por encima de Todo, Dios por encima de Todos”.
Bajo este perfil, su enfoque con respecto a situaciones sociales y culturales tales como: la oposición a libertades y equiparación de derechos a mujeres, minorías étnicas, raciales y sexo-diversas; contra al aborto y la educación sexual, misóginos con ideas tales como la supuesta inferioridad de las mujeres con respecto a los hombres. Hacia tendencias fascistas, apostando a salidas militaroides relacionadas con la seguridad pública, contra la movilización social, enemigos de las libertades civiles, continuadores de la agenda criminalizante a las juventudes afrodescendientes que tienen los mayores índices de pobreza y desempleo.
Sin ser propiamente fascista como la izquierda reformista y algunas tendencias marxistas lo consideran, no pretende -por lo menos ahora- romper el régimen político representativo democrático usando bandas armadas de población lumpen y de la pequeña burguesía. Sin embargo, eso no quita su peligrosidad, al expresarse en discursos contra lo que denominan el marxismo cultural y la “ideología de género” con argumentos similares al anti-comunismo, y su pretendida defensa de los “valores nacionales”. Plantean combatir los derechos y libertades de la clase trabajadora, las mujeres, las minorías étnicas y los jóvenes, centrándose por ejemplo en el tema de que la escuela pública debe ser libre de esas “ideologías”.
Una de sus bases sociales son las iglesias cristianas neo-pentecostales; junto a Guatemala y Honduras, Brasil es uno de los países con mayor población de esa religión. Sectas caracterizadas por una lectura fundamentalista de la biblia y por arremeter contra los derechos humanos. Habiendo en los últimos años un crecimiento de partidos en la región orientados por estas sectas que buscan hacer retroceder el carácter laico de los Estados. Es importante anotar que el primero en dar alas a esas corrientes en Brasil fue el mismo PT, al aliarse con partidos de esa naturaleza nombrando ministros (pastores) de esas denominaciones en sus gobiernos.
Presentándose además como opuestos a los políticos y enemigos de la corrupción, tratando de ubicarse como outsider de la política tal como lo han hecho Duque, Morales o Trump. Cuando al igual que estos fueron durante mucho tiempo políticos de poca monta o empresarios con pretensiones políticas; en el caso de Bolsonaro, ha sido durante mucho tiempo diputado por el estado de Río de Janeiro y concejal de la capital de ese estado, generándole apoyo en sectores de las capas medias acomodadas tradicionalmente anti-comunistas y proletarios de las ciudades cansados por la violencia delincuencial y la corrupción.
Además, contó con el respaldo de la cúpula militar quien condicionó al sistema de justicia para que encarcelara al ex presidente Lula. Usando la denominada lucha contra la corrupción, por medio de la operación Lava Jato sobre sobornos de empresas a varios políticos entre ellos del PT a cambio de obras, bajo el actuar del juez Sergio Moro – en Brasil los jueces sustituyen el papel de los fiscales- formado en Estados Unidos; encarceló una candidatura que representaba millones de votos y no a otros políticos también señalados.
El PSL por tanto, logra 51 escaños en la Cámara de Diputados de uno que tenía antes y cuatro senadores de ninguno que tenía. No consigue ningún gobernador, pero aumenta el número de diputados estaduales, alcaldes y concejales municipales, convirtiéndose en la principal fuerza en los estados del sur tradicionalmente conservadores y en el centro industrializado donde durante mucho tiempo el PT fue mayoritario.
Los mercados se congratulan a pesar del PT
Al nomás conocerse los resultados el índice Bovespa de la Bolsa de Valores de Sao Paulo mostró un alza de 5.82 %, ubicándose 82.291 puntos, mientras que el dólar se cotizó a la baja con respecto al real brasileño. Pese a que en los últimos días revistas como The Economist, diarios de los principales centros imperialistas como The New York Times y las agencias calificadoras de riesgo había mostrado su desconfianza por los discursos altisonantes de Bolsonaro. Al igual que con Trump, al acercarse Bolsonaro a la presidencia, los mercados se tranquilizan, sumándose al carro del reaccionarismo.
En Brasil los factores de la burguesía fueron sumándose ante la caída en las encuestas de sus principales candidatoS como Gerardo Alkmin del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) partido que disputo el poder al PT en los últimos años, ubicándose ahora en el quinto puesto con un poco más de 5 millones de votos, reduciendo 2 senadores y 25 diputados y no logrando ninguna gobernación. Enrique Mirelles del MDB que se ubicó en el octavo puesto con apenas 1,20 % de votos, reduciendo 32 diputados y 6 senandores y solo logrando la gobernación del estado de Alagoas; o Marina Silva del partido Rede quien había sido la candidata sorpresa en 2014 ubicándose en tercer lugar y ahora se ubica en noveno puesto con un insignificante uno por ciento.
La mayoría de la burguesía industrial del estado de Sao Paulo se fue sumando al apoyo que ya tenía del agronegocio, la banca, la bancada de la bala y la biblia; que buscarían aplicar reformas anti derechos: reducción de las pensiones, privatización de empresas públicas, destrucción de derechos sociales, fin a toda regulación laboral y recortes de gastos en el presupuesto para pagar deuda pública en el Congreso de ese país, que Temer no pudo aplicar.
Pero el ascenso de Bolsonaro, no se puede explicar sin el declive del PT quien durante sus cuatro gobiernos (dos de Lula y dos de Russef) asumió con más fuerza su papel de ser la pata “progresista” del régimen político post dictadura, en clara alianza del denominado centrao del MDB partido procedente de la época dictatorial siendo la oposición en ese momento y después convertido en la plataforma del clientelismo político. Aliándose además con una serie de partidos reciclados que ahora se coaligaron tras Alkmin, aunque para los gobiernos estaduales realizó tales alíanzas.
En el plano económico el PT continuó el modelo neoliberal sin seguir privatizando empresas, pero sin revertir ninguna privatización anterior, aunque ya en el segundo mandato de Russef se realizan concesiones petroleras. Además de no aplicar ningún tipo de regulación fiscal al agronegocio, las grandes industrias y las constructoras contratistas de obras públicas –quienes se expandieron en la región y el sur de África- como OAS o Odrebretch, obteniendo grandes ganancias. Empresas como estas últimas que bajo colaboración eficaz dentro del Lava Jato se les exculpó de delitos relacionados a corrupción, inculpando a los políticos de todos los partidos, pero centrándose en los del PT, acusando a Lula del regalo de una propiedad.
Haddad, ex ministro de educación en el gobierno en los gobiernos del PT y alcalde de Sao Paulo entre 2013-2017 y su candidata a vice presidente Manuela D´Avila del Partido Comunista de Brasil (PCdoB) agrupación de origen maoísta convertida en oportunista; fiel a esa línea de colaboración de clases trataron en todo momento de congraciarse con la burguesía anunciando la aplicación de políticas similares a las aplicadas en el segundo gobierno de Russef, como fueron recortes a los programas sociales y los seguros de desempleo, programas del gobierno de Lula que fueron un éxito en disminuir la pobreza, mas no la desigualdad social.
Las repercusiones al PT se tradujeron en que en las elecciones de 2014 casi pierde la presidencia, al perder sectores que se habían manifestado contra el exceso de gastos en infraestructura deportiva en 2013 y la poca inversión social. Repercutiendo que a la hora del golpe parlamentario -también bajo un pretexto fabricado- no lograra movilizar a su favor a las masas, que debido al control burocrático sobre las grandes centrales sindicales privilegiaron la negociación con partidos burgueses, que al derrocamiento de Temer.
Esto se tradujo en la derrota y pérdida de varios municipios en las elecciones municipales de 2017 y ahora, en una caída de los votos en un poco más de 11 millones, situándose en 31,349,355 votos, la reducción de 6 senados y 13 diputados, obteniedo solamente tres gobernanciones y disminuyendo en otros cargos de elección. En lo que respecta a la presidencia fue una reducción significativa, aunque no tan estrepitosa como la del PSDB que fue de más de 29 millones de votos.
El escenario que se abre
Sin embargo, el crecimiento de Bolsanaro también se debió al miedo racista de sectores acomodados opuestos a los programas sociales del PT y paradójicamente de algunos sectores populares que mejoraron sus ingresos vía estos programas, expresando prejuicios conservadores explotados por las campañas de miedo.
Ademas del fraude sobre 1.5 millones de votos en el nordeste al suprimirlos del registro biométrico -logrando pese a todo las gobernaciones de Bahía, Ceara, y Piauí permitiendole llegar a segunda vuelta, mientras su aliado (PCdoB) ganó Maranháo- zonas con mayor pobreza y desigualdad, fraude que repitió en todo el país sobre 3.3 millones de votos.
El candidato Ciro Gómez del PDT -quien en 2014 apoyó a Russef- heredero del getulismo, partido que durante la dictadura militar fue la oposición de izquierda reformista, llevó como vice presidente a Katia Abreu, una ex ministra de los gobiernos del PT aliada de los grandes latifundistas, logrando el 12,04 % 13,344,366 de votos, aumentando el número de diputados a 9, aunque redujo dos senadores, logrando la gobernación de Paraíba en coalición con el Partido Socialista Brasileño (PSB). Gomez usó un discurso desarrollista y socialdemócrata recogiendo el cuestionamiento al régimen no expresado en el voto por Haddad.
El PSB si bien es un partido histórico reformista de izquierda, que no presentó candidatos presidenciales, sino solo para ambas cámaras del congreso, se ha caracterizado por realizar coaliciones con partidos conservadores obteniendo ahora las gobernaciones de Espiritu Santo y con el PCdoB la de Pernambuco.
Otras agrupaciones de izquierda que participaron consiguieron magros resultados, en menor medida el Partido Socialista y Libertad (PSOL) quien postuló para la presidencia al líder del Movimiento de Trabajadores Sin Techo Guillerme Boulos y la líder indígena Sonia Guajajara consiguiendo un 0.48 % 617,122 de votos en alianza con el ex estalinista Partido Comunista Brasileño; el PSOL está conformado por una serie de corrientes de izquierda y marxistas, que en las pasadas elecciones municipales consiguió aumentar el número de concejales y posicionándose en buen lugar en algunos distritos industrializados; esta elección pierde un senador y aumenta a 5 diputados. El Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) que postuló a la líder obrera Vera Lucia afiliado a la Liga Internacional de los Trabajadores con tan solo 0.05 % es decir, 55,762 votos. Y el Partido de la Causa Obrera que no presentó presidenciables sino solo para el congreso obteniendo menos del 0,0 %.
Como un sedimento formando desde las movilizaciones de 2013 que adquirió fuerza en una serie de huelgas obreras y movilizaciones populares contra el gobierno de Temer, siendo la más reciente en abril; pero que por la política conciliadora de las burocracias ligadas al PT y al PCdoB por un lado, la política sectaria del PSTU quien influye en algunos sindicatos y la falta de un frente unido obrero, no logró derrocar al gobierno de Temer. Esto, en un escenario de grave crisis económica, con una caída del PIB en los últimos tres años y la recuperación más lenta de la historia de este país, afectada aún más por la reciente huelga de camioneros que la extrema derecha usó para crecer electoralmente.
Ahora ante el avance de la extrema derecha está la opción de votar por el menos peor -Haddad- que bajo un discurso progresista, pese a ser ninguneado por la burguesía, pretende presentase potable para ésta. Nosotros consideramos que solo la movilización masiva podría volcarse contra una victoria de Bolsanoro, como lo ha demostrado las mujeres con la movilización general del domingo 30 de septiembre bajo el lema contra Bolsonaro #ELENÃO mostrando su carácter de vanguardia y el camino a seguir.