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Rescate de gigantes hipotecarios en EE.UU. crea marco para amplia crisis financiera
Desde que el gobierno de Bush anunció el domingo la intervención gubernamental en los gigantes de las finanzas hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, en la mayor operación de rescate corporativo de la historia de EE.UU., los hechos han subrayado la naturaleza profunda y sistémica de la crisis que precipitó dicha acción.
Una semana de alocados virajes en los mercados bursátiles de EE.UU., alimentados por temores de un colapso inminente del banco de inversiones de Wall Street, Lehman Brothers y del mayor banco de ahorros y préstamos del país, Washington Mutual, demuestra que la operación de rescate de las compañías hipotecarias patrocinadas por el gobierno es una medida provisional que ni comienza a resolver la crisis subyacente del capitalismo estadounidense.
Al contrario, el rescate de Fannie Mae y Freddie Mac prepara el terreno para una intensificación de la crisis en los próximos meses. En el fondo, la desaparición de las firmas hipotecarias, que responden por un 80% de las hipotecas de viviendas nuevas en EE.UU. y que tienen una deuda combinada de 5,3 billones de dólares en valores respaldados por hipotecas que poseen o garantizan, es el resultado del colapso de la colosal burbuja crediticia que mantuvo los súper-beneficios de los bancos y firmas de inversión de EE.UU. y los salarios de siete y ocho dígitos de sus máximos ejecutivos.
Es el producto de un sistema económico que se ha basado cada vez más en la especulación y en diversas formas de parasitismo económico, mientras aniquila la base productiva del país – al coste de millones de puestos de trabajo y de los niveles de vida de la clase trabajadora estadounidense.
La decadencia del capitalismo estadounidense ha producido una economía que se ahoga en deudas y que para sobrevivir depende de masivos influjos de capital del exterior. Ahora, la apropiación por el gobierno de la deuda de las compañías hipotecarias, realizada para proteger los intereses financieros de los bancos y grandes inversionistas, cuestiona la solvencia del propio gobierno de EE.UU.
Esto amenaza una reducción del influjo de capital internacional, una erosión ulterior en la posición del dólar de EE.UU. y un aumento drástico de los intereses pagados por el gobierno para prestarse dinero de sus acreedores. EE.UU. ya es de lejos el mayor deudor del mundo, con un déficit de la balanza de pagos de 800.000 millones de dólares y una economía que es mantenida por un influjo anual de 1 billón de dólares en capital extranjero.
El aumento espectacular de la deuda nacional y de los déficit presupuestarios del gobierno que resultan del rescate de Fannie Mae y Freddie Mac – y de otros rescates corporativos que le seguirán con seguridad casi absoluta – tiene que conducir inevitablemente a la reestructuración de condiciones sociales dentro de EE.UU. correspondientes a la actual posición, profundamente erosionada, de EE.UU. en la economía mundial. Esto significa una reducción aún más drástica de los niveles de vida del pueblo estadounidense.
El martes, la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) declaró que como resultado de la operación de rescate del gobierno, las finanzas de Fannie Mae y Freddie Mac tendrán que ser “directamente incorporadas al presupuesto federal,” y sus deudas agregadas a la deuda nacional de EE.UU. Esto significa, en efecto, una casi duplicación de la deuda soberana de EE.UU. a una cifra equivalente al producto interno bruto (PIB) del país.
El Financial Times informó el miércoles que el rescate ya ha llevado a un agudo aumento del precio de seguros contra cesaciones de pagos (conocidos como credit-default swaps [CDS] ) sobre la deuda de cinco años del gobierno de EE.UU. Los CDS son contratos privados para comprar seguros contra el default en diversas formas de deudas.
Como escribe el Financial Times: “... el precio sugiere que el mercado cree que es más probable que el gobierno de EE.UU. incumpla sus obligaciones que algunos otros países industrializados.” Sigue citando a un estratega de investigación crediticia que dice: “EE.UU. es ahora “más arriesgado” que Noruega, Alemania, Holanda, Suecia, Finlandia, Austria, Francia, Dinamarca, Québec y Japón.”
La declaración de la CBO sobre Fannie Mae y Freddie Mac acompañó a su informe sobre el déficit gubernamental de EE.UU. para el actual año fiscal, que termina el 31 de septiembre, y sus proyecciones para el año fiscal 2009 y más allá. La CBO calcula el actual déficit en 407.000 millones de dólares, más del doble del déficit de 161.000 millones de dólares para el año fiscal 2007.
Extrapoló, sobre la base de las actuales leyes tributarias, que la brecha presupuestaria aumentará a un récord de 438.000 millones de dólares en el año fiscal 2009 que comienza el 1 de octubre. Sin embargo, como señaló el director de la CBO, Peter Orszag, esa cifra podría fácilmente aumentar a 540.000 millones de dólares si el Congreso actúa en los próximos meses, como se espera, para restringir el aumento del impuesto mínimo alternativo y extendiera una variedad de reducciones de impuestos comerciales que llegan a su vencimiento.
Orszag señaló además que estas cifras no toman en consideración toda la escala de gastos gubernamentales relacionados con el rescate de Fannie Mae y Freddie Mac. El
Secretario del Tesoro, Henry Paulson, dijo el domingo que el gobierno comprometerá hasta 200.000 millones de dólares para apuntalar las compañías. Considerando la continua disminución en los precios de casas y el aumento en ejecuciones hipotecarias, es virtualmente seguro que esa cifra aumente en decenas, si no cientos, de miles de millones de dólares.
Orszag dijo que el déficit se quedará entre un 3 y un 4% del PIB durante la próxima década, resultando en un aumento de 7 billones de dólares de la deuda nacional. Incluso esas espantosas extrapolaciones suponen que los masivos recortes de impuestos para los ricos de Bush no serán ampliados más allá de su vencimiento programado en 2010.
Significativamente, Orszag destacó los gastos gubernamentales en la salud – no el coste de los rescates corporativos o de las guerras de Iraq y Afganistán (que hasta la fecha han consumido una suma combinada de 850.000 millones de dólares) – como fuente principal de la continuación del estallido de los déficit. La CBO advirtió que los gastos en Medicare y Medicaid, que actualmente corresponden a una cifra que se calcula que asciende a un 4,6% del PIB, podrían corresponder a hasta un 12% del PIB al llegar el año 2050.
El informe del jueves del Departamento de Comercio sobre el déficit comercial de EE.UU., que aumentó en julio en un 5,2% a 62,2 miles de millones de dólares, el mayor nivel en 16 meses, colocó el acento sobre la creciente crisis financiera del capitalismo estadounidense.
La carrera apresurada de Lehman Brothers y Washington Mutual hacia el colapso – o nuevas operaciones federales de rescate – dentro de días de la intervención gubernamental en Fannie Mae y Freddie Mac ha subrayado la profundidad de la crisis financiera.
Los valores del banco de inversiones de Wall Street, con 158 años de antigüedad, se derrumbaron esta semana después que se informó que se habían derrumbado los esfuerzos de Lehman por conseguir una infusión de capital del estatal Korea Development Bank. Al cerrar los mercados financieros el jueves, el valor de las acciones de Lehman – reducido en más de un 90% desde su máximo en febrero pasado – fue de unos 2.900 millones de dólares. A comienzos de 2008 era de 37.200 millones de dólares.
Uno de los mayores aseguradores de valores respaldados por hipotecas, la firma ha presenciado el colapso de sus inversiones especulativas y habría quebrado si no fuera por la decisión de la Reserva Federal, adoptada cuando ocurrió la venta subvencionada por el gobierno de Bear Stearns a JP Morgan Chase en marzo pasado, de extender préstamos a bajo coste a bancos de inversión y de aceptar valores relacionados con hipotecas virtualmente carentes de valor a cambio de valores del Tesoro altamente cotizados.
El jueves se informó que la firma estaba en conversaciones con potenciales compradores, incluyendo al Bank of America, para una compra que evitaría la bancarrota o un rescate gubernamental – al coste de miles de millones en pérdidas para los accionistas y los puestos de trabajo de miles de empleados de Lehman. El miércoles, cuando anunció una pérdida en el tercer trimestre de 3.900 millones de dólares y un plan para segregar gran parte de su negocio y reducir sus operaciones, la compañía dijo que eliminaría entre 1.000 y 1.500 puestos de trabajo, su cuarta serie de despidos de este año.
Durante el último año, los bancos y las firmas de corretaje de EE.UU. han reducido más de 110.000 puestos de trabajo.
El colapso de Lehman y de dos gigantes hipotecarios patrocinados por el gobierno ilustra dramáticamente la inmensa dependencia del capitalismo estadounidense de capital extranjero. Lehman se derrumbó después de fracasar en su busca de fondos de un banco sudcoreano, y el rescate de Fannie Mae y Freddie Mac fue precipitado por el descarte de valores de las firmas por bancos centrales y grandes inversionistas en Asia y Rusia.
Las acciones del gigantesco banco de ahorros y préstamos, Washington Mutual, que tenía unos 180.000 millones de dólares de préstamos relacionados con hipotecas, han caído en un 34% desde el lunes y en un 92% durante el pasado año. Esta semana informó sobre una pérdida neta de 3.300 millones de dólares en el segundo trimestre y dijo que sus pérdidas hipotecarias podrían llegar a 19.000 millones de dólares hasta 2011.
Aumentando la posibilidad de otro rescate por el gobierno, Christopher Whalen, socio administrador de Institutional Risk Analytics, dijo hablando de Washington Mutual: “Si esto continúa hasta fines del año, el banco tendrá que ser vendido o recapitalizado por el gobierno. Son las únicas alternativas.”
El Financial Times del miércoles se mostró preocupado de que los masivos déficit presupuestarios de EE.UU. estuvieran limitando la capacidad del gobierno de seguir apuntalando a Wall Street con inyecciones de cientos de miles de millones de dólares en capital. Escribió:
“Las nuevas proyecciones de déficit de ayer por la Oficina Presupuestaria del Congreso destacan el estado problemático de las finanzas del gobierno de EE.UU. al acometer una nueva etapa de intervenciones para contener el impacto crónico de la crisis crediticia...
“Algunos economistas se preocupan porque ya que la Reserva Federal ha agotado gran parte de su munición, y ya que la crisis crediticia recae más sobre el gobierno, las débiles finanzas públicas significan que el gobierno tampoco posee una munición ilimitada.”
Señalando que la Reserva Federal trata de conservar su capital para futuros rescates corporativos, el periódico escribió: “Numerosos funcionarios de la Reserva comparten este punto de vista, motivo por el cual la Reserva muestra poco entusiasmo ante futuros estímulos fiscales, prefiriendo que los limitados fondos del gobierno se gasten en apoyar al sistema financiero.”
La reacción del próximo gobierno, gobernado sea por el republicano John McCain o el demócrata Barack Obama, ante la proliferación de déficit presupuestarios y el creciente endeudamiento nacional, así como la extensión de la crisis en Wall Street, será una política de brutal austeridad dirigida contra la clase trabajadora.
Se puede predecir con seguridad que poco tiempo después de la elección de noviembre, el presidente entrante anunciará que sus asesores para la transición le han mostrado los libros contables del país, y que el estado espantoso de la economía de la nación convierte en inoperantes cada una y todas las promesas de reforma del sistema de salud o de ayuda para propietarios de casa afligidos, y que habrá que imponer un régimen de disciplina y “sacrificio” en función del “interés nacional.”
El senador Kent Conrad, presidente demócrata del Comité Presupuestario del Senado, utilizó precisamente un tono semejante cuando dijo, como respuesta al informe de la CBO, que “el próximo presidente heredará un presupuesto y una perspectiva económica que son mucho peores de lo que cree mucha gente.”
Como señala el informe de la CBO, el próximo gobierno tendrá la tarea de desmantelar programas básicos de derechos como Medicare y Medicaid.