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El programa económico de Barack Obama

 

Por Salomón Kalmanovitz

El Espectador, Colombia (28/09/08)

El ciclo económico mundial se ha tornado más intenso y al mismo tiempo más volátil. El auge sostenido durante la loca década de los noventa, auxiliado con respiración artificial por Greenspan a partir de 2001, tenía que terminar mal. La novedad de este ciclo fue el crecimiento intenso en la China, la India, el sudeste asiático y, por fin, la América Latina, que apretó los mercados de materias primas y de combustibles dando lugar a inflaciones altas. De tal modo que una crisis de ajuste se vendría en algún momento, pero intensificada precisamente por políticas tributarias y regulatorias nefastas.

El gobierno de Bush devolvió impuestos a los ricos y gastó en la guerra de Irak lo que no tenía, mientras que permitió el reino sin restricciones de Wall Street. Saliéndome un poco del tena, el modelo económico Uribe es un remedo tropical de esas políticas desequilibrantes e irresponsables de la derecha norteamericana. La única forma de gastar más que se les abrió a los sectores bajos y medios de Estados Unidos fue endeudándose hasta los tuétanos, con una deuda que hoy han dejado de pagar.

 

Frente a la situación de crisis y de desigualdad generadas por estas políticas, Obama ha planteado un aumento de impuestos para los muy ricos y alguna descarga para la clase media. Aspira a retirarse de la guerra de Irak cuando la circunstancia se lo permita y obtener fondos para destinarlos a reparar las deficientes infraestructuras de Estados Unidos, creadas por su falta de mantenimiento y renovación, corolario del superávit clintoniano. Pretende aumentar el gasto en salud y educación, también deprimido por la política pro ricos de Bush.

Obama favorece la visión más incluyente de Bob Reich, ex secretario de trabajo de Clinton, de hacer gasto social para compensar los desajustes producidos por la globalización, que fuera desplazado a favor de la política propuesta por Bob Rubin, el secretario de hacienda, de eliminar el déficit fiscal (contraer el gasto público), que redujo las tasas de interés de largo plazo e impulsó un auge sostenido de la economía privada.

Frente a la crisis financiera, Obama apoya un plan de salvamento focalizado en los deudores hipotecarios a punto de perder sus viviendas, aunque también ofrece recursos a la banca de inversión e hipotecaria. Las ayudas a estos bancos deben estar acompañadas con reducciones fuertes de los salarios y bonificaciones de los que tomaron malas decisiones.

Aunque la globalización ha beneficiado a las grandes empresas de los Estados Unidos, no ha hecho lo mismo para sus trabajadores y sus clases medias, que sienten sobre la nuca la respiración de los trabajadores chinos, hindúes y de otros países que, por el libre comercio y la libre movilidad del capital, presionan hacia abajo sus ingresos. Los impactos negativos de la globalización son evidentes en Detroit y Chicago y muchas otras regiones, con la exportación de plazas de trabajo a México, China y otros países con su consecuente desindustrialización, que ha disparado el desempleo y la criminalidad en ellas.

Por eso Obama ha planteado que se requiere compensar a los afectados por el libre comercio y no continuar con la apertura de los mercados estadounidenses a nuevos actores, como Colombia, que se ha convertido en un caso emblemático, aunque no tiene ninguna importancia económica. Es posible que Colombia sea el último tratado de libre comercio aprobado por USA, debido a su importancia geopolítica para el imperio, cuya política exterior termina siendo bipartidista.

*Decano Universidad Jorge Tadeo Lozano.

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