Por Leonardo Ixim
La gira iniciada a inicios de febrero en varios países de América Latina por el secretario de Estado Rex Tillerson tiene repercusiones importantes para nuestra región, que es re-posicionada en la lupa de la política exterior estadunidense bajo el proyecto de Donald Trump, American First, para garantizar la hegemonía imperialista.
Esta política busca renegociar los acuerdos de libre comercio firmados por este país, sobre el todo el firmado con México y Canadá y otros acuerdos comerciales, pero no en función de desmantelar la presencia de las empresas gringas en el extranjero, tema usado en su retórica para granjearse el voto de un sector de la clase obrera anglosajona, con el retorno de las industrias hacia este país.
Este es un contrasentido con el desarrollo de la producción capitalista, que externaliza costos de la fabricación de productos en diversas partes del mundo y por ende de la mercancía fuerza de trabajo, para abaratar costos y aprovechar tecnología. Con Trump gobierna un sector del capital que busca recuperar su cuota de ganancia y con ello, mantener la hegemonía del imperialismo gringo. En ese sentido, Latinoamérica sigue siendo su espacio estratégico, para la reproducción en tanto clase dominante mundial.
Una nueva doctrina mundial
A un año de la asunción de Trump a la Casa Blanca, éste y su canciller y tras la reunión del Foro de Davos, con la presencia de los Ceos y gerentes, de las grandes transnacionales mundiales, el gobierno gringo anunció que replanteará lo que consideran las principales amenazas para sus intereses capitalistas. A diferencia de la administración demócrata de Obama, las amenaza deja de ser el terrorismo islámico, para ahora sin tapujos mencionar que es la competencia con los imperialismo emergentes y los que consideran estados villanos como Irán o Corea del Norte.
Esto va acompañado de un rearme tanto en lo que respecta a armas convencionales como estratégicas o nucleares, y después de lograr el apoyo republicano tras la reforma fiscal que realiza recortes para las grandes fortunas, ambos partidos en el Congreso aumentaron el presupuesto para las fuerzas armadas. Esto evidencia que dentro del equipo gobernante Trump está rodeado por un lado, de ex militares y el establishment le impuso las piezas claves tras los delirios nacionalistas y de simpatía pro-rusa, del inicio de su gestión. Por el otro, de funcionarios cercanos a los conglomerados financieros y a la industria petrolífera como la producción vía fracking, la industria del carbón y la minería, pero sobre todo armamentística.
Así Trump a partir de su autoritarismo -racista y misógino- es un elemento central para coaccionar la movilización obrera y popular tanto al interior de Estados Unidos, como en otras partes del mundo. Bajo un perfil bonapartista pero cooptado por una élite militar y cercana al complejo militar-industrial, que no estuvieron ausentes en la administración Obama, pero sin una figura autócrata. Pero manteniendo bajo una demagogia nacionalista y anti-inmigrante -no solamente simbólica- una base obrera al interior del imperio.
Por la región
El discurso de la administración Trump se suma al del estado profundo gringo y no cambia sustancialmente: promoción de la libre empresa, de la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la corrupción; de ahí el mensaje cada vez más agresivo contra el gobierno bonapartista de Nicolás Maduro, el respaldo al dictador hondureño, cierta tolerancia al pragmático de Ortega y condescendencia, sin dejar de apretar, a la derecha rancia que gobierna Guatemala.
La gira de Tillerson comienza en casa, en la Universidad de Austin en Texas, universidad donde éste estudió. Allí el secretario de Estado, hizo un infame llamado al ejército venezolano -que se ha vuelto el soporte principal del gobierno de Maduro- para que intervenga en la crisis entre el chavismo y la oposición de derecha, evocando las asonadas militares financiadas y apoyadas desde Washington que asolaron con terror a las revoluciones proletarias y populares en el siglo pasado. Mientras que se quedó callado sin señalar a Juan Orlando Hernández en Honduras, respaldando la deriva dictatorial de este, ante las reclamaciones de un estudiante presente en esa conferencia.
El primer país que visitó fue México, donde se negocia paralelamente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y Estados Unidos, buscando entre otras cosas, aumentar el número de partes de componentes de fabricación gringa en la industria automotriz, situación que afecta sobre todo a México. Este gobierno, que en la frontera sur se dedica a perseguir y expulsar migrantes centroamericanos se muestra sumiso y cede antes las presiones imperialistas.
Posteriormente arribó a Argentina donde se reúne con Mauricio Macri. Tillerson lo llenó de elogios por las reformas neoliberales en materia de pensiones y de derechos laborales, reformas que de por sí ha costado que pasen, con la venia de la oposición, entre ellas las distintas variantes de peronismo y la resistencia en la calle del fenómeno del sindicalismo de base y combativo, donde las distintas variantes trotsquistas y de izquierda tienen presencia. Por otro lado acuerdan con Macri mayor presión al gobierno de Maduro, dirigida a boicotear la compra de petróleo venezolano.
Paso seguido, en esta línea viajó a Lima, donde se reunió con el presidente Pedro Pablo Kuzcynski - que al igual de Macri son ex gerentes de transnacionales- y que viene de llegar a acuerdos con el fujimorismo después de una semana donde esta fuerza con mayoría en el congreso peruano, amenazó de iniciar un juicio político por estar implicados en los sobornos de Odrebrtech. Con Kuzcynski se encuentró, de cara a fortalecer del denominado Grupo de Lima que actúa como gendarme del imperialismo gringo contra Venezuela, esto de cara a la Cumbre de las Américas que se realizará en Lima. Este grupo está conformado Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Honduras, México, Paraguay y Perú.
Las visitas a Macri y Kuzcynski reafirman el compromiso del imperialismo con gobiernos que vienen de afrontar severas crisis y movilizaciones obreras y populares, en el caso de Argentina y campesinas en el caso de Perú, contra la aplicación de políticas neoliberales. Para llegar a su último destino reuniéndose con el presidente colombiano Juan Manuel Santos, donde Tillerson busca limar asperezas después de las declaraciones de Trump de que Colombia no hace lo suficiente con respecto a la lucha contra el narcotráfico y las amenazas de descertificación en ese sentido. Este país está a punto de un evento electoral donde dos candidatos por fuera de los partidos tradicionales, Sergio Fajardo y Gustavo Petro -ex alcalde de Bogotá-, apoyados por partidos de centro izquierda, se muestran punteros en las encuestas.
Esto mientras Estados Unidos ocupa en el plano militar nuevamente Panamá bajo la excusa de los ejercicios Nuevos Horizontes, con el fin de garantizar el funcionamiento de canal, ante posibles amenazas terroristas. Con intenciones de presionar a Venezuela sin que tampoco implique que se tenga en la mira una intervención militar directa; pero sí en un escenario de presión indirecta, vía militarización de la frontera colombo-venezolana ante la entrada masiva de venezolanos por las situación económica, bajo el pretexto de ayuda humanitaria.
A esto se agrega las vinculaciones reales o inventadas de altos miembros de las fuerzas de seguridad venezolanos con fuerzas insurgentes colombianas en crimen organizado, más ahora que las negociaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), están estancadas y la campaña de agresión militar del ejército colombiano y de atentados con bombas de parte de este grupo guerrillero, cede a las conversaciones.
Hay otras presiones, por ejemplo, la oferta gringa de invertir en energía renovable para que los países del Caribe dejen de depender del petróleo venezolano. Todo relacionado con el anuncio de parte del gobierno de Maduro y el Consejo Nacional Electoral de ese país controlado por el chavismo de adelantar las elecciones presidenciales, para abril próximo; aprovechando la división de la oposición de derecha, bajo un sistema electoral que no solo dificulta que los partidos de la desaparecida MUD tengan presencia en varios estados de esa nación, sino a otros partidos de izquierda algunos afines al chavismo y candidatos críticos en las mismas filas chavistas, como sucedió en la pasada elección municipal en la alcaldía Caracas.
El conflicto entre potencias
China desafía la supremacía de Estados Unidos, tal como lo menciona la nueva doctrina militar gringa. Con reservas de tres billones de dólares, China plantea la construcción de la Ruta de la Seda, una necesidad para expandirse en todos los ámbitos (comercio, inversión, financiación) donde busca que la región participe. China, es el mayor PIB del orbe y contribuye un 17 % al PIB mundial, mientras que EU un 15 %; país altamente endeudado con el primero y con un alto déficit comercial, cuestión que fue parte de la retórica de Trump para llegar a la presidencia, pero que refleja la posición de algunas fracciones burguesas del imperialismo chino, preocupados por la pérdida de hegemonía mundial. Busca aumentar su presencia en la América Latina, invirtiendo en materias primas e infraestructura, a partir del recambio del modelo chino de super explotación de la mano de obra, a una extracción relativa de plusvalía que va acompañado del despegue global de las transnacionales y bancos chinos. En ese marco, América Latina nuevamente se queda como proveedor de materias primas y mercado para los productos de las distintas potencias que se disputan la hegemonía mundial.