Por Orson Mojica
Los cambios que a diario ocurren en Estados Unidos pasan desapercibidos para la mayoría de la población, que se cansa de leer las tropelías de la administración Trump. Mientras nos engañan los grandes medios de comunicación, cambios importantes están ocurriendo en el régimen político de Estados Unidos
Reagan: el antecesor de Donald Trump
La decadencia de Estados Unidos fue evidente con la derrota militar en Vietnam en 1975, y con la crisis económica de los años 80 del siglo pasado. El Partido Republicano, que reúne a los grupos más derechistas de Estados Unidos, siempre se ha postulado como el sector más duro, dispuesto a cualquier cosa para devolver la grandeza y la gloria de Estados Unidos. Ronald Reagan (igual que Donald Trump) surgió como un “outsider”, una repuesta ante el ocaso del establishment. Ronald Reagan (1981-1989) tenía la principal misión de enfrentar el poderío militar de la URSS, acelerando su crisis económica con presiones militares como la “guerra de las galaxias”. Para cumplir sus objetivos, Reagan constituyó un gobierno secreto, paralelo, en las sombras, un verdadero Estado Mayor de la contrarrevolución mundial, compuesto por miembros del Consejo de Seguridad Nacional (NSC).
El NSC fue creado por el presidente Harry Truman (1945-1953), en 1947, inmediatamente después de finalizar la segunda guerra mundial. Desde entonces ha acumulado tanto poder, que en los hechos diluye el “sistema de pesos y contrapesos” de la democracia norteamericana. Los roces entre el NSC y el Congreso de Estados Unidos han sido constantes. Desde el NSC, cuando el Congreso de Estados Unidos lo había prohibido, Reagan financió clandestinamente a los contras nicaragüenses, con armas vendidas secretamente a Irán, enemigo de los Estados Unidos, solo para citar el ejemplo mas relevante
Después de una intensa lucha política al interior de Estados Unidos, y de grandes cambios en la correlación de fuerzas en el mundo, el segundo gobierno de Reagan traspasó el mando a George H. W. Bush (1989-1993), quien fue el que logró ver el triunfo que representó el derrumbe de la URSS en 1990. Este hecho histórico pareció devolver las aguas a su cauce, y la democracia norteamericana volvió a su funcionamiento normal, alterada únicamente por los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, que produjeron un nuevo reagrupamiento de los grupos derechistas en la llamada lucha contra el terrorismo islámico, con enormes consecuencias a nivel de las libertades democráticas y el enorme poder que acapararon los órganos de inteligencia y las fuerzas armadas.
La decadencia de Estados Unidos y el surgimiento de nuevos imperialismos
Cuando se derrumbó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1990, y con ello el llamado “campo socialista”, Estados Unidos pareció emerger como la indiscutible potencia dominante en el mundo. Los apologetas del capitalismo hablaron de un mundo unipolar, controlado por Estados Unidos, y con ello creyeron que se abría una nueva época histórica. No obstante, dos décadas después, la crisis financiera del 2008 mostraba que las cosas no marchaban bien para el imperialismo norteamericano.
En el ínterin, después de las intervenciones militares del imperialismo norteamericano en las guerras de los Balcanes, Somalia, Irak, Afganistán y Medio Oriente, se produjo una recomposición económica y militar de Rusia que emergió, al igual que China, como nuevos imperialismos que disputaban en los hechos la pretendida hegemonía del imperialismo norteamericano. Rusia es la sexta economía del mundo, con un Producto Interno Bruto (PIB) de 3,745.1 billones de dólares. La distancia entre el poderío económico de Estados Unidos y Rusia sigue siendo importante, pero Rusia continuó siendo una potencia nuclear que ha reorganizado y modernizado su ejército. La Rusia zarista ha resucitado con la restauración capitalista, con Vladimir Putin al frente como el nuevo zar.
Después de algunas décadas de restauración capitalista en China, esta se perfila como una gran potencia económica que comienza a disputarle los mercados a Estados Unidos. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) para el año 2016, Estados Unidos era la economía más grande del mundo, con un Producto Interno Bruto (PIB) de 18,561 billones de dólares en 2016, seguido por China que pasó a ser la segunda economía con un PIB de 11,391 billones de dólares. Cada año que pasa la brecha se cierra cada vez más. El imperio chino, que fue uno de los más grandes y poderosos de la antigüedad, ha resurgido de las entrañas del Partido Comunista.
El proyecto de Donald Trump
A pesar de sus crisis, la democracia burguesa de Estados Unidos todavía prevalece. Para llegar al gobierno, el pueblo debe votar. La crisis financiera del año 2008 conmovió la conciencia de millones de norteamericanos que perdieron sus viviendas y empleos. Barack Obama (2009-2017) llegó a la presidencia producto de la crisis y la desesperación de las masas. Pero, como era de esperar, Obama pactó con los banqueros, desilusionó a las masas. Las promesas de la campaña electoral quedaron tiradas en el camino, y el viraje a la derecha fue inevitable.
Entonces, se produjo un contra fenómeno, el surgimiento del Tea Party, como expresión ultraderechista, así como la candidatura de Donal Trump, el multimillonario que logró manosear los sentimientos de los trabajadores blancos y la clase media que habían perdido sus empleos y niveles de vida.
El agresivo discurso de Trump tenia varios ejes: devolver el poder y la supremacía de los blancos (por eso su discurso xenófobo contra la migración ilegal), enfrentar los acuerdos de libre comercio perjudiciales a los Estados Unidos con el objetivo de devolver empleos a los trabajadores blancos (por eso sus duros ataques a México), y un extraño discurso proteccionista en el plano económico (raro en un multimillonario neoliberal), para enfrentar el crecimiento de China, mientras tiene una actitud un poco neutral con Rusia, a pesar de las recientes sanciones económicas y diplomáticas.
Una analogía interesante
La analogía es un método que nos permite comparar procesos históricos, pero siempre debemos tomar en cuenta las similitudes y las diferencias en una comparación. La crisis actual de Estados Unidos es parecida a la prolongada crisis del imperio romano. Estados Unidos llegó a ser el imperialismo dominante bajo el sistema capitalista, Roma lo fue bajo el sistema esclavista. Pero en estas dos sociedades tan distantes en el tiempo, y con bases económicas diferentes, hay rasgos comunes
En términos generales, Roma pasó por tres fases: La monarquía (753-510 antes de Cristo), la Republica (509-27 antes de Cristo) y el Imperio (27 antes de Cristo a 550 después de Cristo). En la etapa de la Republica, siendo una democracia esclavista, el poder en Roma estaba entre las asambleas populares de los ciudadanos y el aristocrático senado. En la medida que Roma expandió territorialmente su imperio, el ejercito fue adquiriendo mayor notoriedad y poder. Poco a poco, en diferentes periodos de transición, guerras civiles y revoluciones, el senado fue perdiendo poder para trasladárselo a los militares, hasta que Cesar Augusto se convirtió en el primer emperador. El senado continúo existiendo, sumamente debilitado, pero el emperador fue el eje del poder. Antes de coronar al emperador, los príncipes fueron electos hasta que finalmente se impuso la dinastía. Después de una prolongada agonía, Roma sucumbió ante lo oleada de los ejércitos “bárbaros”
Algo similar esta ocurriendo con la decadencia de la democracia en Estados Unidos. Similar no significa que el final será el mismo. Estados Unidos nunca fue una monarquía, al contrario, fueron quienes rescataron la idea del gobierno civil, electivo y con limitaciones al poder. Estados Unidos tienen aproximadamente 242 años de democracia. Al inicio fue, al igual que Roma, una democracia de ciudadanos esclavistas, hasta la abolición de la esclavitud en 1865 al finalizar la guerra civil. Cuando al fascismo mantuvo su auge, en la primera mitad del siglo XX, Estados Unidos logró mantener la democracia burguesa. Hasta el omento, no ha habido golpes de Estado ni gobiernos militares. Pero la crisis crónica del capitalismo dinamita perennemente las bases materiales de esta democracia burguesa, que comienza a negar los derechos individuales sobre los cuales se construyó.
La caída de Richard Nixon (1969-1974) se debió a que éste, aquejado por el rumbo desastroso de la guerra en Vietnam, intentó romper el sistema de pesos y contrapesos de la democracia norteamericana, queriendo imponerse por encima del Congreso. Reagan, a su manera, también burló el sistema de pesos y contrapesos, al apoyarse en el CNS, burlando las prohibiciones del Congreso. Algo similar ocurrió en las dos administraciones de George W. Bush (2001-2009) como abanderado de la lucha contra el terrorismo. El centro del debate es la necesidad de una presidencia fuerte, Trump quiere avanzar en ese camino.
La presencia de militares en la administración Trump
Una constante en las ultimas administraciones en Estados Unidos es la incorporación de generales y cuadros militares en el gobierno. De 45 presidentes que ha tenido Estados Unidos, solamente 3 han sido militares. George Washington (1789-1797), Ulysses S. Grant (1869-1877) y el general Dwight Eisenhower (1953-1961). El primero fue quien condujo a la victoria de la revolución y la independencia de estados Unidos, el segundo fue uno de los generales que garantizaron la victoria de los Estados capitalista del norte contra los esclavistas del sur, y el tercero fue uno de los grandes estrategas que garantizaron la victoria militar de Estados Unidos en la segunda guerra mundial. Todos están relacionados con victorias militares. No obstante, como se puede observar, la presencia de militares en altos puestos en la administración estadounidense es la excepción a la regla.
Las guerras imperialistas libradas por Estados Unidos en Vietnam, los Balcanes, Somalia, Irak, Afganistán y Medio Oriente, elevan el peso especifico del Ejercito de Estados Unidos y de los órganos de inteligencia. El gobierno de Donald Trump esta compuesto por multimillonarios y sus agentes, así como por generales y cuadros militares, a un nivel mucho mas elevado que las administraciones anteriores.
La administración de Trump ha sido caótica, hasta que el general John Kelly, antiguo jefe militar del Comando Sur, encargado de las operaciones militares de América del Sur y Central, asumió el cargo de jefe de gabinete, es decir, se convirtió en una especie de primer ministro. El general James Mattis, apodado “perro loco”, fue nombrado Secretario de Defensa. Mattis es el segundo general a cargo del Pentágono, teniendo como antecesor al general George Marshall nombrado por el presidente Harry Truman (1945-9953), otro de los generales victorioso de la segunda guerra mundial. El nombramiento del general Michael Flynn, ex agente de la CIA y ex director de la Agencia de Inteligencia y Defensa (DIA), aunque duró muy poco tiempo, es representativo de la injerencia de militares en el gobierno civil.
Como parte de este proceso, Trump amplió el presupuesto militar del año 2018 a 700,000 millones de dólares.
Las purgas en el gobierno de Trump
La personalidad de Trump es propia de un multimillonario farsante, vanidoso y engreído, y no coincide con la de los políticos tradicionales que tienden a los acuerdos y negociaciones. Trump esta rompiendo, demoliendo, día a día, algunos de los principios y tradiciones políticas de la democracia burguesa en Estados Unidos, sujeta al rejuego de los grupos de poder. No utiliza, por ejemplo, al secretario de comunicaciones de la Casa Blanca, sino que todas las decisiones las comunica por Twitter. . Quiere imponer la preeminencia del poder ejecutivo, por encima de las demás instituciones.
Contrario a la tradición de igualdad de los ciudadanos y de respeto a la ley por parte de los altos funcionarios, Trump ha creado un entorno familiar en torno al poder, colocando a su hija y yerno en posiciones claves. Aunque han existido clanes familiares poderosos en Estados Unidos (Kennedy, Bush, Clinton, etc), estos han estado sujetos al juego político de las instituciones.
En su corto periodo, Trump se ha burlado de las negociaciones en el Congreso, y ha reorganizado su gabinete a su voluntad. 12 altos funcionarios que han sido defenestrados: James Comey, director del FBI; Mike Flynn, asesor de CNS; Rob Porter, jefe del personal de la Casa Blanca; Mike Dubke y Hope Hicks, jefes de comunicaciones de la Casa Blanca; Sally Yates, vice fiscal general y Daniel Ragsdale, director de Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (U.S. Immigration and Customs Enforcement, ICE); Gary Cohn, consejero económico; Tom Price, secretario de salud, y Steve Bannon, Jefe de Estrategias de la Casa Blanca; Rex Tillerson, Secretario del Departamento de Estado, y Steve Goldstein uno de los principales asesores del Departamento de Estado.
El significado de la destitución de Rex Tillerson
La destitución de Rex Tillerson, representante de Exxon Estándar Oíl, una de las transnacionales mas poderosas e influyentes, no fue producto de un simple choque de personalidades, sino que fue el resultado de la confrontación de intereses y diferencia de métodos para lograr la meta de devolver la grandeza a Estados Unidos.
Mientras Trump se inclina por el discurso estridente y agresivo, apoyándose en el ejercito y en los órganos de inteligencia, Tillerson ha preferido apoyarse en los métodos diplomáticos de la burocracia del Departamento de Estado, que tradicionalmente obedece más a los intereses del Congreso que al propio presidente de Estados Unidos. Tillerson difería con Trump en la posible solución a los conflictos con Irán y Corea del Norte, solo para citar dos ejemplos importantes.
Y es que Trump está desmantelando al Departamento de Estado, destituyendo a Rex Tillerson y Steve Goldstein. Anteriormente, habían renunciado Patrick Kennedy; Michele Bond, secretaria adjunta de Estado para asuntos consulares; Joyce Anne Barr, secretaria adjunta de Estado para administración; y Gentry O. Smith, director de la oficina de misiones extranjeras. Renuncio también John Freeley, embajador norteamericano en Panamá. Como corolario de esta ola de purgas, tenemos la renuncia de Tomas Shannon, el principal diplomático estadounidense de carrera y especialista en América Latina.
Para reforzar el peso de militares y de la comunidad de inteligencia en su gobierno, Trump hizo un enrosque: trasladó a Mike Pompeo, ex jefe de la CIA, al cargo de Secretario de Estado, y nombró a Gina Haspel como nueva directora de la CIA, especialista en operaciones clandestinas y encubiertas. No hay duda que la diplomacia de Trump será de las cañoneras, invasiones, guerras y presiones militares.
¿A dónde va la democracia norteamericana?
Si sumamos los pequeños cambios y maniobras de Trump, podemos concluir que estamos ante un nuevo intento de crear un gobierno bonapartista, apoyado en los militares y en la comunidad de inteligencia, en detrimento de los pesos y contrapesos establecidos en la Constitución de Estados Unidos, y que ha sido por mas de 200 años la base de su democracia imperialista. Esta pelea se manifiesta actualmente en el afán de imponer una presidencia mas fuerte, por encima de los otros poderes e instituciones
¿Estamos viviendo una etapa de transición entre la decadente democracia norteamericana y la conversión de Estados Unidos en un imperio propiamente dicho? Estados Unidos ha sido una democracia imperialista, que se apoya en un pueblo con conciencia imperialista. Los rasgos y formas democráticas pueden continuar durante algún tiempo, pero lo que esta cada vez mas claro es que el centro del poder esta en manos de multimillonarios y militares.
Los elementos analizados nos indican que esta metamorfosis ya comenzó, y que es una necesidad objetiva del imperialismo norteamericano para mantener su hegemonía y control del mundo. Trump puede ser derrotado, puede ser destituido o no ser reelegido para un segundo periodo. Lo que interesa es describir la dinámica actual. Trump puede desaparecer, pero surgirá otra persona que pretenderá encabezar este proceso, como única forma de evitar que los imperialismos de China y Rusia se impongan sobre Estados Unidos. Es una necesidad objetiva, los individuos pueden cambiar, pero la dinámica económica y militar no cambiará. En este proceso, las tradiciones de democracia y libertad individual del pueblo norteamericano serán pisoteadas.