Por Nicolás Le Brun
Luego de maratónicas sesiones que se prolongaron hasta altas horas de la madrugada y después de un apabullante resultado del referendo que dio por ganador al NO promovido por el gobierno de Atenas, el gobierno de la coalición de Syriza liderado por Alexander Tsipras, echó marcha atrás y aceptó el memorando de la cuadriga, conformada por el Banco Central Europeo (BCE), la Comisión Europea (CE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE).
Unos días antes, las masas griegas salieron a votar oxi (no) de forma mayoritaria en un claro desafío a las nuevas medidas de austeridad concertadas en Bruselas por este grupo, encabezado por el Ministro de Finanzas alemán Walter Schläube y la jefa del gobierno Angela Merkel.
Este grupo ha iniciado de nuevo la intervención de las finanzas griegas por medio de la instalación en Atenas de los representantes de estas instituciones, que han empezado a tomar las riendas de los principales rubros de la economía helena. Todo esto es para garantizar el desembolso de los nuevos paquetes de “ayuda” económica para poder hacer frente a los pagos de las obligaciones contraídas con estos organismos. En pocas palabras continuar con la escalada de austeridad que ha regido en Grecia durante el pasado reciente y que busca incrementarla con el pacto Tsipras-cuadriga.
Este es un acontecimiento importante que marca un hito en la coyuntura actual en donde las masas, en la mayoría de los países europeos, han salido a luchar en contra de las medidas de austeridad de los diferentes gobiernos. Estos planes son la respuesta de la burguesía ante la crisis generada por la explosión de la burbuja inmobiliaria del 2008 y que ha arrastrado a varios países a niveles de empobrecimiento que se acercan a los del tercer mundo en materia de salarios, acceso a la educación, empleo, salud y otros indicadores.
Los componentes de la resistencia
Los procesos de movilización que en un principio salieron, en primera instancia, bajo la bandera de la apoliticidad, luego se transformaron en partidos o bien reforzaron formaciones políticas ya existentes, que se pusieron a la cabeza de estas movilizaciones.
Los viejos partidos no eran atractivos para las masas debido a múltiples circunstancias. Los partidos stalinistas, con la sombra de la caída de los Estados obreros y la colaboración con la reacción burguesa en el proceso de la post guerra con los diferentes regímenes, no eran referentes. Es el caso de España, Podemos, salido de las jornadas de protesta en contra de los gobiernos socialistas del PSOE y del gobierno conservador del Partido Popular, se apunta un desarrollo vertiginoso debido a la laxitud de las propuestas políticas de su programa, que no busca el combate frontal contra el sistema capitalista, si no que busca “alternativas” dentro del sistema.
En Grecia, Syriza pasa de ser un partido marginal, a ser el partido con la mayor representación parlamentaria en cerca de 5 años.
El proceso que ha permitido este repunte es también el descrédito de los partidos tradicionales, es decir, una grave crisis política abierta por las movilizaciones y la rigurosidad de los planes impuestos por Bruselas, el brazo político del capital alemán y francés, fundamentalmente.
En el resto de la Unión Europea, los trabajadores no han dejado de resistir a los recortes de los derechos sociales y laborales ganados por las luchas del movimiento obrero a lo largo de décadas, y también como parte del plan de contención de la burguesía para evitar el estallido de la revolución en los países centrales durante la post- guerra.
Pero estos privilegios que han permitido la aparición de sectores aristocráticos dentro de la clase trabajadora, no han sido eternos y durante los últimos treinta años se han visto atacados ferozmente por gobiernos de todas las banderas, desde el “socialista de Mitterrand hasta la conservadora británica de Thatcher y ahora desde el Bundestag hasta los Campos Elíseos. El objetivo es arrebatar las conquistas de la clase obrera para dárselas a los “productores” y la banca con el fin de “relanzar la producción” y mejorar la “competitividad”.
Pero es evidente que el objetivo supremo es bajar los costos de producción eliminando el salario social y apropiarse de este capital.
Las poderosas centrales sindicales de estos países han salido a pelear a cuenta gotas, forzadas por la presión de la base, pero han llamado a hacer confianza a los patrones y sus partidos levantando comisiones de concertación o bien simplemente desarticulando las movilizaciones cuando estas ponen en peligro el statu quo. En el 2010, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) había movilizado cerca de cien mil personas venidas de todos los rincones de Europa. Estas jornadas de movilización no se han repetido, pero no es por casualidad. La dirigencia de estas centrales obedece la línea de los partidos políticos en los que militan, los cuales han estado aplicando a rajatabla los acuerdos de la troika inicialmente.
Eso no ha impedido que la resistencia se dé, aunque sea fragmentadamente. Los trabajadores de servicios esenciales, de la empresa privada y otros no han dejado de pelear contra las reducciones presupuestarias, la eliminación de sobre sueldos, aumento de las jornadas de trabajo.
Pero la gran tragedia es que estas importantes luchas no son centralizadas de la misma forma que la troika lo hace.
¿Los eurofóbicos tienen la razón?
EL crecimiento de la derecha y de la extrema derecha se produce en parte por el discurso euro fóbico. El rechazo de la Europa de la Unión y el señalamiento de Bruselas como el causante de todos los males. Este discurso en parte es cierto, en el sentido de lo que hemos descrito anteriormente, los diktats del Bundestag son prácticamente transmitidos por Bruselas al resto de los países y Estrasburgo hace de la misma manera.
Pero este discurso no es más que la antesala de la reacción fascista y la quimera que la autarquía.
El imperialismo europeo pasó de ser hegemónico a ser un socio de segundo orden en el contexto mundial. Las dos guerras mundiales abrieron paso al dominio del imperialismo yanqui. De esta forma, al formar la Comunidad Económica Europea en un inicio y luego la Unión Europea, el objetivo era unir un enorme mercado para tratar de mantener su dominio en el continente. Sin embargo, esta unión ha sido dirigida por el motor franco germano, siendo la burguesía alemana la predominante.
Este fenómeno ha sido dual. Por un lado la burguesía lo ha aprovechado para bajar las conquistas sociales, introduciendo masas de trabajadores menos calificadas y con aspiraciones salariales menores en países donde los salarios y las condiciones laborales sobrepasaban las de otros países. El denominado dumping social se ha hecho presente en varias regiones del continente, aprovechando las masas de trabajadores del Este que huyen los draconianos planes, luego de la restauración capitalista en sus países. Anteriormente fueron las masas de españoles, portugueses e italianos seguidos después por la mano de obra magrebí.
Pero de otra manera, las formas de organización de la clase trabajadora se han expandido en todos estos sectores y la experiencia de las anteriores generaciones ha sido asimilada por estos nuevos componentes de la clase, a pesar que todavía hay muchos de ellos que se encuentran sumergidos en condiciones de sobre explotación.
La llave para salir de esta ola de reacción económica es encontrar los mecanismos de organización de la clase trabajadora por la base, para enfrentar a la cuadriga impuesta por Paris, Bruselas y Berlín.
Por otro lado, esta política perjudica a varios sectores. En el momento de escribir este artículo, los agricultores europeos manifiestan en Bruselas. Durante años la concentración de la producción agrícola en cada vez menos manos, provoca la cólera de los pequeños productores.
La salida es una salida anti capitalista de conjunto, pero esta bandera es levantada por escasos sectores, y los partidos de la izquierda electoralista solo buscan la forma de adaptarse al discurso promedio para ser más creíbles a los ojos de los explotadores y sus partidos.
Si siguiéramos esa lógica autárquica, pasaríamos también entonces por pedir el retorno de los trabajadores emigrados a sus países de origen, tal y como lo hacen los partidos de la extrema derecha.
Por un frente de lucha contra la austeridad y contra el pago de la deuda ilegitima
Syriza ha demostrado su bancarrota total, PODEMOS lo sigue de cerca. Las masas no han sido derrotadas categóricamente, a pesar de que han sido golpeadas. Es urgente levantar un frente de luchadores que impulse en los países del continente un plan de lucha continental en contra de las medidas que quieren seguir imponiendo los gobiernos de turno. Es importante denunciar a estas direcciones sindicales cómplices que se pliegan a los mandatos de sus partidos. En ningún momento Tsipras, Varoufakis y ningún miembro de la cúpula de Syriza advirtió del peligro de las negociaciones secretas, ni denunció el chantaje del que estaba siendo objeto el pueblo griego.
El camino de la construcción de una nueva organización de la clase trabajadora pasa por extender el internacionalismo y salir de los moldes nacionales que nos ha impuesto la burguesía.