Por Nicolas Lebrun
Este 26 de mayo se celebraron las elecciones al parlamento europeo. Al mismo tiempo, en algunos países se llevaron a cabo también elecciones parlamentarias regionales y federales para conformar los respectivos gobiernos.
A primera vista, el balance es que no hay cambios profundos a nivel del parlamento continental. En líneas generales, el gran abstencionismo muestra en primera instancia que dicho parlamento no se encuentra en la lista de preocupaciones de una inmensa cantidad de ciudadanos de la Comunidad Europea. Cerca de un 50% no participaron en este proceso electoral, aunque comparativamente con los resultados de las anteriores elecciones del 2014, hubo una ligera alza de 8 puntos porcentuales en la participación, siendo la más importante desde los años 90.
Los resultados: la extrema derecha extiende sus alas
Los grandes ganadores de esta contienda fueron los grupos de la extrema derecha que logran en diferentes países resultados importantes. Si logran constituir un bloque, en el caso que lleguen un acuerdo, lo harían con 172 escaños. Si esto se mantiene serian la segunda fuerza política del parlamento solo con los demócratas cristianos del PPE por delante. Estos últimos sufrieron un gran retroceso ligado al hecho de la pérdida de influencia en países claves como España e Italia. En estos dos países, fueron eyectados del gobierno fruto de enormes escándalos de corrupción y la irrupción como en el caso italiano del grupo del primer ministro Mateo Salvini, socio de la heredera del clan Le Pen y su grupo Rassemblement National, grupo ganador en Francia en este escrutinio por delante del partido impulsado por el presidente Macron
Los socios demócratas también han perdido un poco sus plumas en este proceso electoral. El castigo a las políticas de austeridad que han impuesto durante décadas en los diferentes países del área, les ha pasado la factura. Salvo en España, Bélgica y los Países Bajos donde salieron vencedores, en el casi todo el resto de los países fueron castigados.
Esto abre también un periodo de negociaciones en las cuales los diferentes grupos buscaran establecer alianzas con los otros bloques para componer el directorio del parlamento. El candidato de la canciller Merkel y de la CDU, Manfred Weber no tiene todavía asegurado su elección sobre todo porque el grupo de los liberales liderado por Macron buscaría que el directorio saliera de las manos de los demócratas cristianos. Esta pugna, refleja el grado de la crisis política de la burguesía europea golpeada en varios frentes. Por un lado, la salida del Reino Unido de la UE, por otro las arremetidas de Trump contra los acuerdos comerciales y las tasas aduaneras, por otro las sanciones contra Irán (un excelente socio comercial de la UE) hacen que las proyecciones de crecimiento hayan revisadas a la baja en un contexto de “incertidumbres internacionales”. Las previsiones pasaron de un 1,9% a un 1,3%. (Les Echos 7/02/2019) Los países que han sido más impactados son Alemania (objetivo de las amenazas de Trump sobre la industria automotriz) e Italia.
Por otro lado, durante todo este periodo pre electoral, una ola de movilizaciones por el medio ambiente se ha llevado a cabo en casi todas las capitales y principales ciudades del continente. La huelga por el clima encabezada por los estudiantes de los colegios fundamentalmente, produjo que, desde casi 20 semanas, los estudiantes se movilizaran una vez por semana para exigir el cambio de las políticas ambientales de los gobiernos de turno. Este hecho catapultó la resurrección de los verdes que desde hace varias décadas habían estado de capa caída ligado al hecho que se habían quemado durante las alianzas gubernamentales que conformaron. En países como Alemania, los Verdes formaron parte del gobierno de coalición con el canciller Schroeder, donde Joschka Fischer llega ser vice-canciller y Ministro de Asuntos Extranjeros, que lleva a entrar al país en la intervención de la guerra de los Balcanes y en Afganistán. Este trágico papel de Los Verdes se repite como un patrón en otros países europeos, cuando al entrar en las coaliciones gubernamentales, votan planes de ajuste en contra de las conquistas de los trabajadores y las masas populares. Este es el ADN de los verdes que no hay que perder de vista en los acontecimientos a venir.
Los “perdedores” de este proceso son los partidos reformistas de izquierda, que durante el ascenso de la resistencia luego de la crisis del 2008, lograron conformar agrupaciones políticas movimientistas como el caso de Podemos en España y de su homólogo francés de la FRANCE INSOUMISE. Esta derrota en el plano de la Europa de los 28, se da también en el plano autonómico y provincial como en el caso de Podemos, que pierde puestos en los distintos parlamentos y se profundiza su crisis. Su posición timorata y anti independentista en la crisis catalana además de su adaptación al establishement ha minado este proyecto.
La polarización se profundiza
El marco de la crisis en Europa ha hecho que la polarización política y social haya aumentado.
En el marco del tratado de Maastricht, las economías de la zona euro no han hecho nada más que apretar las tuercas para desangrar a la clase trabajadora. A la vanguardia de este modelo se encuentra Alemania, el motor de la economía europea. Ya durante el gobierno de Schroeder (con la participación de los Verdes, recordamos) la ofensiva anti obrera se desató a niveles inusitados. Una reforma total del código de trabajo, de las pensiones y de la seguridad social hizo que en menos de una década (del 2000 al 2009) se triplicara el excedente comercial alemán de 60 a 200 millones euros, bajara la tasa de desempleo, pero al mismo tiempo apareciera una nueva clase de trabajadores pobres que a pesar de tener un empleo no lograban subsanar sus necesidades elementales. Este grupo llega a cerca de 15 millones de personas. La mitad de los empleos creados en Alemania son empleos precarios interinos con salarios que rondan los 400 euros mensuales. (datos tomados del libro “La metamorfosis del euro” de Angelo Basile, 2016)
Toda esta serie de medidas no solo se han producido en Alemania. En otros países del área, las cosas han ido en la misma dirección con diferentes ritmos. Estos cambios han provocado que la clase trabajadora precarizada se haya alejado de las organizaciones sindicales, que producto de una política de conciliación de clases, ha echado en la boca del león a enromes contingentes de la clase trabajadora. La tasa de sindicalización en casi todos los países de Europa ha ido en retroceso.
Los movimientos que dieron origen a PODEMOS por ejemplo, nacen de enormes movilizaciones de los denominados auto convocados. Estas movilizaciones de masas no fueron acuerpadas por las organizaciones sindicales burocratizadas que vieron en ellas un peligro para sus privilegios. Los que llegaron a captar esta ola fueron estos personajes de la dirección de Podemos con un lenguaje post moderno y con un programa reformista 2.0.
Los chalecos amarillos en Francia son también un reflejo de una situación similar. Por años, los gobiernos de la social democracia y de los liberales impusieron enormes sacrificios a la clase trabajadora, en el mismo sentido que el modelo alemán. Cerca de un 13% de los empleos en Francia son empleos precarios, es decir 3,4 millones de personas (www.inegalites.fr 8/04/2019) De estos, el porcentaje de mujeres afectadas es mayor que el porcentaje de hombres, 37% para ellas contra un 27% para ellos (www.lesechos.fr 3/07/2018)
Si a esta situación le añadimos todas las recientes reformas en el código de trabajo impulsadas por el entonces gobierno de Hollande (con Macron como ministro) y del gobierno actual de Macron, la tendencia es que estos tipos de empleos van al alza, golpeando sobre todo a las mujeres y a los jóvenes. La tasa global es de 15,2% a finales del año pasado, lo que representa cerca de 3,4 millones de personas. Sin embargo, las diferencias por país son enormes y van de 4,9% en la Republica Checa a más de 30% en Grecia, España e Italia.
Esta ausencia de respuesta por parte de las organizaciones del movimiento obrero han provocado que algunos de estos hayan sido presa de los discursos nacionalistas, xenofóbicos y racistas de los partidos de la extrema derecha. El crecimiento de partidos fascistas es una realidad en casi todos los estados miembros de la unión. Los que más impacto han tenido son el RN de Le Pen, como hemos dicho, a la cabeza por segunda vez en las elecciones europeas, la AFD en Alemania, con su entrada al parlamento en las pasadas elecciones y en el caso de Bélgica donde el Vlaams Belang hace una enorme votación y obtiene 14 diputados al Parlamento Flamenco.
Todo esto pone en evidencia que sectores de la burguesía están preparando sus armas para los posibles enfrentamientos entre las masas y los gobiernos de turno. Estos últimos no tienen mucho margen de maniobra y deben adoptar los planes que ha diseñado la Troika de Bruselas, por más demagogia que hagan durante la campaña electoral.
Por una Federación de Estados Socialistas de Europa
Al contrario de los que conocen ahora las masas europeas producto de la concepción burguesa de la unidad europea, los socialistas revolucionarios mantenemos el llamado a la construcción de la Federación de Estados Socialistas. Pero para esto necesitamos construir un partido revolucionario que no busque los atajos del oportunismo reformista. La necesidad de tumbar el sistema de explotación capitalista sigue siendo igual de necesaria que hace cien años cuando los bolcheviques tomaron el poder y abordaron la construcción de la Tercera Internacional.
Debemos ser intransigentes en la defensa de las conquistas sociales arrancadas por las generaciones anteriores y la defensa de los migrantes y de las minorías sexuales o étnicas, la defensa del medio ambiente como punto de partida para arrancarle el poder a los mismos que lo han ostentado bastante tiempo. Estos solo nos pueden garantizar más penuria, guerra y destrucción del medio ambiente.