Por Orson Mojica
Siria es un estratégico país que se encuentra entre Israel e Irán. Una caída abrupta del gobierno de Bashar Al Assad preocupa a las dos principales y antagónicas potencias regionales, por el peligro que representa una revolución dirigida por la mayoría sunita. Por eso todos los imperialismos intervienen desesperadamente, desde distintos ángulos e intereses, con diferentes métodos, para tratar de detener esa bomba de tiempo que amenaza con hacer estallar el statu quo que hace décadas estableció el imperialismo en Medio Oriente.
La izquierda se divide nuevamente
Nuevamente la izquierda centroamericana se ha dividido, pero esta vez en torno a la guerra civil en Siria. Un sector, ligado al castrismo y chavismo, defiende al régimen dictatorial de Bashar Al Assad, de los ataques verbales del imperialismo norteamericano y europeo, pero le claudica al emergente imperialismo ruso y chino, que vetan las resoluciones del Consejo de Seguridad, en aras de promover la negociación política que garantice sus intereses y su espacio como nuevas potencias.
Este sector prioriza la lucha antimperialista desligándola de la lucha popular que se libra en las principales ciudades de ese convulsionado país, como si estuviesen separadas. De esta manera, como el gobierno de Siria es atacado verbalmente y presionado militarmente por el imperialismo norteamericano y europeo, entonces pertenece al bando de los “buenos”. En cambio, quienes se rebelan contra quienes son atacados por el imperialismo, entonces pertenecen al bando de los “malos”, es decir, de la contrarrevolución.
Este simplismo en el análisis, no aprecia las contradicciones de la lucha de clases. Los fenómenos políticos no se pueden apreciar en blanco y negro. El gobierno de la familia Assad se inauguró como gobierno antimperialista en 1963 pero en el transcurso del tiempo se volvió pieza clave del statu quo en Medio Oriente. Lo que antes era un gobierno antimperialista ahora ya no lo es.
Otro sector, como los socialistas centroamericanos, consideramos que hay una revolución popular en contra de la dictadura de Bashar Al Assad en Siria, que actualmente se ha transformado en guerra civil, y el imperialismo norteamericano, europeo, ruso y chino, intervienen en el proceso, no porque les interese la democracia, sino por que tratan de sacar provecho político, condenando las masacres y amenazando con intervenir militarmente, para proteger sus intereses imperiales.
Y en toda guerra civil debemos apoyar militarmente y luchar al lado del sector más progresivo, incluso aunque sea dirigido por sectores burgueses. Precisamente los revolucionarios luchamos junto a las masas insurrectas, tratando de arrebatar la conducción reaccionaria. Una cosa es la dinámica de movilización e insurrección de las masas, y otra, muy diferente, el carácter o naturaleza de su actual dirección, que puede ser religiosa, burguesa y reaccionaria.
Las “khatibas”: organismos de poder popular
Las milicias populares o “khatibas” en Siria han proliferado como mecanismo de autodefensa de los jóvenes, ante la brutal represión desatada por el régimen dictatorial de Bashar Al Assad.
A diferencia del ejercito regular de Al Assad, un cuerpo bien armado, bien entrenado y con una ferra disciplina, las “kathibas” son espontaneas, desorganizadas y mas apertrechadas. La única ventaja que tienen en el campo de batalla, es la masividad de sus tropas, pero su dispersión por todo el territorio nacional no permite concentrarlas en batallas semi regulares o regulares. Las “kathibas” han llegado incluso a apoderarse de tanques, producto de las deserciones o del asalto directo, pero ello no lo permite enfrentar al ejercito regular en batallas de gran envergadura, como se demostró recientemente en la retirada rebelde en la ciudad de Alepo, sencillamente por que no podía combatir contra una fuerza militar superior.
Las “kathibas” mantienen el orden en los barrios liberados, evitando los saqueos, manteniendo el control de los precios. La policía y los tribunales han desaparecido en los barrios insurrectos, y las “kathibas” ejercen el rol de tribunales de justicia y de cuidadores del orden público, en medio del caos de los bombardeos y de la guerra civil.
El debilitamiento el control dictatorial del gobierno de Assad en los barrios y territorios liberados, ha permitido el surgimiento de comités y de milicias populares, que ejercen funciones de doble poder. Pero no todo este proceso de auto organización es lineal y ascendente.
Contradicciones para controlar el proceso
El Ejército Libre de Siria (ELS), es una guerrilla dirigida por oficiales desertores del ejército regular, que tiene su base de operaciones en el territorio de Turquía. El ESL es quizá la organización militar que mas ha aprovechado la proliferación de milicias populares, encuadrándolas dentro de su estructura militar verticalista, pero incluso en este proceso han surgido las naturales contradicciones entre quienes dirigen la lucha militar desde el exterior, y quienes están en las trincheras, dentro de los barrios y territorios liberados.
El coronel Riad Asad, unos de los principales jefes del (ELS), acuso a la dirigencia al interior de Siria de aprovecharse de la situación, y de desconocer las órdenes que llegan desde el exterior. Ante un inminente desmoronamiento del régimen de Assad, la dirigencia interior del ESL se ha mostrado proclive a intervenir en la transición política, al grado de discutir la conformación de una junta cívico-militar que gobierne Siria, ante una posible huida del tirano Assad. Por ello, el coronal Riad Asad acusa a la dirigencia interna de traicionar la revolución y la sangre de los mártires.
Continúan las renuncias y el desgranamiento
A la renuncia de una treintena de generales de alto rango, soldados y oficiales, diplomáticos, etc, ahora se agrega la renuncia del primer ministro Riad Farid Hijab, quien declaraciones publicas en el extranjero dijo sumarse a la revolución: “Hoy anuncio mi deserción del régimen terrorista y asesino y anuncio que me sumo a las filas de la libertad y de la dignidad de la revolución. Anuncio que a partir de hoy soy un soldado en esta revolución bendita” (El País, 06/08/2012)
El desgranamiento del gobierno es, por un lado, una consecuencia de las presiones internacionales que Estados Unidos, la Unión Europea y la Liga Árabe ejercen contra del régimen de Assad, pero también es una expresión de las presiones que la insurrección y la guerra civil ejercen desde abajo. Cuando el barco se hunde, michos pretenden salvarse pasando sus maletas a otra embarcación.
Irán enseña los dientes para negociar
Recientemente, en medio del fragor de la guerra, el gobierno chiita de Iran, envió a Said Jalili, secretario del Consejo Supremo de Seguridad de ese país, a entrevistarse en Damasco con el Basahr Al Assad, con un mensaje claro: “No permitiré bajo ningún concepto que se rompa el eje de la resistencia, del que Siria es un pilar fundamental (…) Lo que está ocurriendo en Siria no es un conflicto interno, sino un conflicto entre los ejes de resistencia, por un lado, y los enemigos regionales y globales de este eje por otro” (El País, 07/08/2012)
La influencia del gobierno de Irán sobre Siria es notable. Bashar Al Assad pertenece a la rama alauí del chiismo, con fuertes vinculaciones a Hesbolá en la vecina Líbano. No es casual que todos los gobiernos sunitas árabes están en contra de Bashar Al Assad, pero el problema no es solo religioso, sino de lucha entre las potencias árabes en Medio Oriente, siendo Irán una de ellas.
Pero la visita de Said Jalili era apenas la primera fase de la ofensiva diplomática iraní en torno a la guerra civil en Siria. Ali Akbar Salehi, ministro del Exterior de Irán, en una conciliadora visita a Turquía, declaró: “Sin ninguno de los actores principales [en alusión a Irán y Turquía], es muy difícil pensar en la estabilidad y al paz en la región”. (El País, 07/08/2012)
Y estas declaraciones conciliadoras de Irán comienzan a ser bien recibidas en Europa, a pesar el conflicto abierto por el programa nuclear iraní. El general Robert Mood, ex jefe militar de la fracasada misión de observadores de la ONU en Siria, declaró: “No veo que una intervención militar sea una buena solución. Creo en la necesidad de activar las políticas para buscar cualquier solución con la implicación de potencias regionales como Turquía e Irán, eso es crucial. La otra es apoyar el proceso dentro de Siria. Los sirios deben decidir su propio futuro, vivir juntos y proteger a sus minorías. Una intervención externa no es una buena solución; el apoyo interno, sí”. (El País, 08/08/2012)
La Conferencia de Teherán
Como un mecanismo para contrarrestar los efectos de las resoluciones de condena de la Asamblea General de la ONU sobre Siria, los representantes diplomáticos de 29 países, entre ellos los países del ALBA (Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua) participaron en una conferencia internacional sobre Siria en Teherán, llamando a la realización de un “dialogo nacional” en ese país. Al parecer, Rusia y China han bajado el perfil en torno a las negociaciones en Siria, dejándole el protagonismo a Irán, por el momento.
Ali Akbar Salehi, ministro del Exterior de Irán, declaró: "Queremos que ellos (los opositores) se sienten con el gobierno sirio y cooperen con él para instaurar reformas (…) es un error creer que presionando (al régimen sirio) va a cambiar" (AFP, 09/08/2012)
Pero las propuestas conciliadoras de Irán, fueron duramente criticadas por Susan Rice, embajadora norteamericana en la ONU, al declarar que "no hay duda de que Irán tiene un papel nefario, no sólo en Siria sino más ampliamente en la región, a través de su apoyo activo al régimen de (el presidente sirio Bashar) Al Asad (…) la situación en el terreno evolucionaba claramente a favor de la oposición siria (…)Vamos a seguir presionando al régimen de Al Asad hasta que se derrumbe" (AFP, 09/08/2012)
Masacrar para negociar
Todo indica que la estrategia de Bashar al Assad ha sido resistir y masacrar para negociar en mejores condiciones. Esta estrategia ha sido aceptada por todos los imperialismos, que toleran las masacres en aras de debilitar la insurrección, y lograr una transición ordenada en Siria. La revolución está en peligro.