El nacionalismo reaccionario
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El conflicto fronterizo entre los gobiernos de Costa Rica y Nicaragua por los recursos naturales del rio San Juan, ha generado un sentimiento nacionalista y xenófobo en ambos países. Tanto el gobierno de Laura Chinchilla como el de Daniel Ortega han apelado a movilizaciones patrioteras que terminan transformándose en apoyo político a sus respectivas gestiones. En Costa Rica ocurrió la llamada Marcha por la Paz, en la que se movilizaron niños con banderitas blancas, y en Nicaragua se produjo una marcha de estudiantes universitarios, bajo la consigna: el “rio San Juan es nica”.
Este sentimiento nacionalista no solo divide aun más a la clase trabajadora nicaragüense y costarricense, sino que tiene un profundo contenido reaccionario, porque tiende a crear el clima de confrontación física o bélica entre los trabajadores de ambos países. El nacionalismo, una reivindicación esencialmente democrática burguesa, puede desempeñar un rol revolucionario o progresivo cuando ayuda a movilizar a las masas oprimidas contra la potencia imperialista que las oprime. En ese caso, vale la pena ser nacionalista, el patriotismo sirve para agrupar al pueblo que lucha por su independencia política, la autodeterminación y la libertad
Pero eso no es lo que ocurre en la actual conflicto entre el gobierno de Costa Rica y Nicaragua. Al contrario, el gobierno de Estados Unidos se ha mostrado cauto ante el conflicto, y ha llamado a las partes (ambos gobiernos son aliados de Estados Unidos) a resolver el diferendo por la vía del diálogo. No estamos, pues, ante una lucha revolucionaria, antiimperialista. Ni Costa Rica ni Nicaragua representan una lucha progresiva que beneficia a ambos pueblos.
Ocurre todo lo contrario: el discurso nacionalista está siendo utilizado para mantener las artificiales fronteras nacionales que surgieron de la desmembración del Estado Federal Centroamericano, específicamente después de la expulsión de los filibusteros en 1857 y de la firma del tratado Cañas –Jerez en 1858. El nacionalismo está sirviendo de cobertura política e ideológica para la defensa de los intereses de la burguesía costarricense y de la emergente burguesía sandinista, que aspira a recuperar el espacio económico perdido.
Este discurso nacionalista está creando las condiciones de una gran confrontación entre los trabajadores centroamericanos. Los conflictos territoriales, dirigidos por estas burguesías subalternas, constituyen una trampa para los trabajadores centroamericanos
Un ejemplo de cómo el discurso nacionalista puede ser utilizado con fines contrarrevolucionarios, han sido las recientes declaraciones del ministro de seguridad de Honduras, Oscar Álvarez, el cual denunció ante los medios de comunicación que el gobierno de Porfirio Lobo tenía información que “se están reclutando hondureños para ser capacitados fuera del país y esto también lo estamos investigando y parte de la operación que estamos llevando a cabo en el Bajo Aguan (…) Nos han informado que han entrado por Nicaragua, que han entrado también en contenedores" (La Prensa 24/11/2010)
En realidad, las declaraciones del ministro Álvarez fueron una cortina de humo para tapar la represión que las guardias privadas de los terratenientes, con el apoyo del Ejército y la Policía de Honduras, los cuales están masacrando a los campesinos organizados en el MUCA. Si algo hemos criticado al gobierno de Daniel Ortega, es que reconoció políticamente al gobierno de Porfirio Lobo, aunque mantenga una crítica formal al mismo.
La denuncia de una conspiración para armar una supuesta guerrilla en el Bajo Aguan, Honduras, no solo es descabellada, sino que en el contexto del actual conflicto entre Costa Rica y Nicaragua, vienen a acrecentar el nacionalismo reaccionario, porque buscan abrir una nueva división, ahora entre trabajadores hondureños y nicaragüenses. La repuesta debe ser clara y contundente: solos los trabajadores centroamericanos podremos imponer los cambios que nuestros países necesitan, por ello debemos rechazar el actual discurso nacionalista reaccionario