Centroamérica: desastres naturales, capitalismo e incapacidad gubernamental para atender a los damnificados.
La moderna tecnología satelital puede prever algunos de los abruptos cambios del clima, pero en términos generales todavía el ser humano no puede manipular la caprichosa naturaleza: no puede detener los terremotos, huracanes y tormentas tropicales.
En la última quincena nuevamente Centroamérica ha sido sacudida por intensas y persistentes lluvias, provocadas en parte por el Huracán Jova, proveniente del Océano Pacífico. Los daños son cuantiosos, todos los países han sido afectados: Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Costa Rica reporta una baja incidencia en daños.
Hay más de un centenar de muertos y más de 700.000 damnificados. Guatemala es el país que registra más muertes, daños en la infraestructura y cosechas: hay más de medio millón de damnificados, la mayoría en zonas rurales o en barriadas marginales.
En El Salvador hay más de 56 mil evacuados que permanecen en 638 albergues temporales, en condiciones totalmente deplorables, y más de 150.000 personas perjudicadas por las lluvias. En Honduras hay más de 60.000 personas perjudicadas por las lluvias, puentes destruidos y cosechas perdidas. En Nicaragua hay unos 150. 000 personas perjudicas y con el mismo panorama desolador.
En Centroamérica ha caído tanta lluvia como cuando nos azotó el huracán Mitch en 1998. Estamos, pues, ante una gran tragedia humana, donde los más afectados son los pobres. En todos los países ha sido decretado el estado de calamidad, pero la gente no soluciona sus problemas con decretos solemnes publicados en los diarios oficiales de cada Estado. Los damnificados necesitan comida, albergue, medicinas, ropa, etc.
Las repuestas gubernamentales son casi las mismas: incapacidad para atender la desdicha de los sectores sociales más pobres, cuyas viviendas y condiciones de vida “normales” eran de por si miserables antes de la tragedia.
Todos los gobiernos de Centroamérica han solicitado apoyo a la llamada “comunidad internacional” con el objetico de ayudar a los damnificados. Con ello se comprueba, una vez más, la bancarrota en que han caído los artificiales Estados nacionales en Centroamérica, bajo la feroz ofensiva neoliberal que ha reducido la capacidad de los gobiernos para atender a la población pobre, sobre todo en casos de desastres naturales.
Y como siempre ocurre, la “ayuda humanitaria” viene a cuenta gotas, no satisface las necesidades de los damnificados, ni crea condiciones para la recuperación de los empleos precarios, tampoco garantiza la reconstrucción de las viviendas. Es tan grave la falta de recursos para atender las emergencias, que el espurio presidente de Honduras Porfirio Lobo tuvo que recurrir a las generosas donaciones privadas del pueblo hondureño, para en demagógica caravana hacer que atendía las necesidades de los damnificados.
Los desastres naturales en Centroamérica se han agravado en los últimos años, porque son la consecuencia directa del saqueo indiscriminado de los recursos naturales, de la destrucción de las selvas, de la deforestación, del constante irrespeto a la naturaleza.
El sistema capitalista con sus constante sed de ganancias y búsqueda insaciable de materias primas, destruye el medio ambiente, y las consecuencias siempre la sufren los más pobres.
Exigimos a los gobiernos de Centroamérica que cumplan con la obligación elemental de atender a los más necesitados y afectados por los aguaceros. Los recursos se pueden obtener de las fabulosas ganancias de los empresarios y los banqueros. Ellos deben pagar un impuesto de emergencia para financiar las necesidades humanas de los damnificados y la reconstrucción de sus empleos y hogares.