Crisis fiscal y endurecimiento de los regímenes políticos en Centroamérica
Los gobiernos de la región centroamericana atraviesan por acuciantes problemas económicos y fiscales. La crisis de la economía mundial está empezando a incidir en los países latinoamericanos que se habían beneficiado del boom de las exportaciones de materias primas, haciendo tambalear sus economías. Esta situación indudablemente afecta a nuestros países, conduciendo paulatinamente a un crecimiento débil o a un estancamiento de las economías.
En el plano político, con ritmos y características diferentes según cada país, las dificultades económicas, que tienden a convertirse en estructurales, están conduciendo a cambios paulatinos en los regímenes políticos.
El periodo de las dictaduras militares quedó atrás, por el momento. Desde 1987, con los Acuerdos de Esquipulas II, el imperialismo norteamericano y las burguesías impulsaron procesos democratizantes, para contener a las guerrillas y al ascenso revolucionario de masas. En estos últimos 27 años se impuso un modelo democracia neoliberal en toda Centroamérica, el cual ya está dando síntomas de agotamiento. La crisis económica y fiscal socavan las débiles bases de estas democracias de la burguesía. Sin un sustento material la democracia burguesa no funciona, no engaña a las masas. Por ello creemos que la tendencia a mediano plazo es hacia el endurecimiento de los regímenes, a la construcción de regímenes más fuertes y autoritarios, aunque en la transición conservan algunos rasgos democráticos.
Este proceso ya ha comenzado. Veamos algunos ejemplos. En Guatemala el gobierno controlado por ex militares, inmerso en una gravísima crisis financiera, recurre cada vez más a medidas como estados de excepción, encarcelamiento de líderes populares y medidas legales para frenar las protestas. El presidente Pérez Molina ha coqueteado con el fortalecimiento del presidencialismo expresando la intención de permitir la reelección o prolongar el periodo presidencial. Un tema tabú hasta el momento, pero que comienza a dominar la agenda política.
En El Salvador, hay una dura pelea por la transformación del régimen político. Aunque existe un incipiente sistema bipartidista, a contra marcha de la tendencia general en el área, ARENA que ha sido desalojada del poder presiona desde la Sala Constitucional para debilitar la autoridad del Presidente, ampliando los espacios democráticos, como un reaseguro ante la permanencia del FMLN en el poder. Pero la crisis fiscal hará trastocar todos los planes, porque la burguesía necesita de un régimen más fuerte para reimplantar la autoridad del Estado en amplias zonas controladas por las maras.
En Honduras, los gobiernos del Partido Nacional han logrado frenar y derrotar al poderoso movimiento de resistencia que surgió durante el golpe contra Mel Zelaya, creando las bases para un régimen bonapartista que imponga el orden ante semejante caos social. El presidente Juan Orlando Hernández pretende convertirse en el supremo árbitro, aspirando a la reelección.
En Nicaragua, la burguesía sandinista, con la ayuda de los fondos provenientes de PETROCARIBE que financian los programas asistenciales, ha logrado el control absoluto del aparato del Estado y la domesticación de los movimientos populares y sindicales. El relativo crecimiento de la economía le garantizó al sandinismo el beneplácito del resto de la burguesía, imponiendo su hegemonía a las otras fracciones de la oposición burguesa. Tenemos pues un régimen fuerte, con reelección ininterrumpida, que controla los movimientos sociales y tiene el aval de la burguesía y el imperialismo. A la burguesía le fascina el orden y la buena marcha de los negocios
En Costa Rica, el paradigma de la democracia burguesa, hay un enorme vacío que el PAC intenta llenar. Después de las pasadas elecciones, el régimen político se ha vuelto más parlamentario, más caótico, mientras aprieta la crisis fiscal.
La tendencia a mediano plazo es que vamos hacia el fin de los regímenes de reacción democrática, creados a raíz de los Acuerdos de Esquipulas II, que fueron impulsados por el imperialismo estadounidense en la década de los ochenta para frenar los procesos revolucionarios del área centroamericana mediante aperturas democráticas que culminaron con los procesos de paz. El reemplazo será, según la tendencia que se observa, regímenes presidencialistas fuertes, con amplios poderes represivos para controlar las protestas provocadas por la crisis económica. En Panamá el expresidente Martinelli intentó imponer un régimen más fuerte pero fue derrotado. Veremos si el presidente Juan Carlos Varela no sigue el mismo camino.