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NICARAGUA.- ¿Se repetirá la historia de una nueva dinastía: el orteguismo?

A inicios del año 2016 se produjo un mayor endurecimiento del régimen y gobierno bonapartista en Nicaragua. Las condiciones favorables, a nivel nacional e internacional, que permitieron el triunfo de Daniel Ortega en 2006 y su relección en 2011, han comenzado a cambiar en su contra.

La crisis económica, el desplome de la ayuda petrolera venezolana, el declive de los gobiernos “progresistas” de izquierda en América Latina, son factores internacionales que inciden en este endurecimiento. Pero hay un factor nacional que incide mucho más. Ante su tercera reelección, pero con 71 años de edad, Daniel Ortega designó finalmente a su esposa Rosario Murillo como candidata a la vicepresidencia, colocándola en el primer lugar de en la línea de sucesión constitucional, y como segunda principal dirigente del FSLN.

Rosario Murillo como cualquier ciudadana tiene derecho a optar a los más altos cargos públicos de elección popular, pero en Nicaragua esto tiene una connotación especial, dado el nefasto precedente de la dinastía somocista

Esta no ha sido una decisión fácil. Para imponer su voluntad, Daniel Ortega ha tenido que vencer la resistencia de la “vieja guardia” guerrillera dentro del propio FSLN. La guerrilla del FSLN siempre fue un reagrupamiento de corrientes y tendencias, quizá por eso logró el triunfo en 1979. El nepotismo es la negación a las tradiciones revolucionarias y antiimperialistas del sandinismo.

A pesar de la derrota de la revolución de 1979, en el subconsciente colectivo de la sociedad nicaragüense permanece intacto el rechazo a la dinastía somocista. Parece una ironía de la historia que aquellos heroicos revolucionarios que lucharon contra la dictadura somocista terminaran siendo seducidos y poseídos por el espíritu dinástico de la familia Somoza, sobre todo el afán desesperado de mantenerse en el poder a cualquier costo.

La nominación de Rosario Murillo, no es un hecho aislado o casual. Es la culminación de un largo proceso de reacción política que se inició con la derrota de la revolución en 1990: todo volvió al punto de partida anterior a 1979, pero de manera gradual y contradictoria.

En esa época, desde la oposición, pero conservando una alta cuota de poder, el FSLN contribuyó a reconstruir la económica capitalista y el Estado burgués. Se produjo un proceso de sistemática restauración de las instituciones del somocismo. La reforma constitucional de 1995 reorganizó al Estado copiando las instituciones contenidas en la Constitución de 1974, la última del somocismo. Desde entonces, todos los cambios constitucionales han servido para restaurar el pasado. Gradualmente las instituciones, tradiciones políticas y valores culturales del somocismo fueron reinstaladas, pero sin la presencia de la familia Somoza, debido a que la Guardia Nacional fue liquidada en 1979 y la burguesía somocista fue confiscada. No obstante, el lugar vacío fue ocupado por un nuevo sujeto social: la burguesía sandinista.

Esta nueva fracción hegemónica de la clase dominante necesitaba de un árbitro. El retorno de Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua en 2007 ha sido la culminación de este proceso. A partir de ese momento, se produjo un abrupto cambio en el régimen político, en los hechos, iniciándose un régimen bonapartista centralizado alrededor de la persona de Daniel Ortega

Toda la lógica de los acontecimientos nos conduce a la irresistible tentación de trazar un paralelismo entre el somocismo y el sandinismo, tal como se nos presenta en la actualidad. Cualquier analogía histórica debe tomar en consideración las diferencias y similitudes.

El somocismo fue un régimen impuesto por la intervención norteamericana, después del asesinato de Sandino en 1934. El general Somoza García se apropió del Partido Liberal. El somocismo logró sostenerse no solo por la represión y el apoyo del imperialismo norteamericano, sino por el boom económico de la postguerra que permitió elevar el nivel de vida de las masas

La situación del sandinismo es completamente diferente. El FSLN es el partido de una fracción de la burguesía sandinista en el poder, que aplica íntegramente el modelo neoliberal y busca como llegar a acuerdos sustanciales con Estados Unidos pero que no goza de la confianza del imperialismo. Daniel Ortega ha desplazado al resto de dirigentes sandinistas, convirtiendo al FSLN en un aparato electoral al servicio de una familia ahora poderosa. La economía de Nicaragua es muy frágil y no permite elevar el nivel de vida, sino que más bien comienza a ocurrir todo lo contrario.

La nominación de Murillo se ha producido casi al mismo tiempo de la destitución de 28 diputados de la derecha, lo que ha generado un escándalo internacional y crecientes presiones y amenazas contra el gobierno sandinista. Los empresarios del COSEP, aliados del FSLN, comienzan a preocuparse por la centralización absoluta del poder.

¿Estamos ante el surgimiento de una dinastía orteguista? Todos los factores nacionales e internacionales están, por el momento, en contra de esta posibilidad. Y el rechazo de la mayoría de la población es un factor decisivo.

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