La siniestra estrategia de Trump contra la revolución cubana
“Por la víspera se saca el día”, reza el refrán popular. Ante la muerte de Fidel Castro, el recientemente electo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no dio las condolencias diplomáticas propias de un Jefe de Estado, sino que más bien aprovechó la oportunidad para mostrar al mundo cual sería la política de su gobierno en relación a Cuba.
En una corta declaración, Trump acusó a Fidel Castro de ser “un brutal dictador que oprimió a su propio pueblo por cerca de seis décadas. El legado de Fidel Castro es uno de escuadrones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales (…) nuestro gobierno hará todo lo posible porque el pueblo cubano pueda finalmente iniciar su viaje hacia la prosperidad y la libertad”.
En pocas palabras, va a revisar la actitud moderada de la administración Obama, si no hay mayores muestras de apertura democrática al interior de la isla y mayor respeto a los derechos humanos.
El chantaje de Trump debe ser tomado seriamente en consideración. No son bravuconerías propias de la campaña electoral, para quedar bien con el exilio cubano, sino más bien una estrategia que presagia el redoblamiento de las presiones económicas y diplomáticas para intentar quebrar el círculo de poder que actualmente gobierna la isla, con el objetivo de lograr su rendición política.
Trump no ha atacado al gobierno de Cuba por violentar el derecho a la propiedad privada, como era el estribillo hasta hace poco, debido a que los círculos de poder norteamericanos están conscientes que en los últimos años se ha operado un lento retorno al capitalismo en Cuba, impulsado por el gobierno de Raúl Castro.
El tema de la devolución de los bienes confiscados a las compañías y ciudadanos norteamericanos, todavía no es un eje de ataque, pero lo será en un futuro muy cercano. Por el momento, Trump se concentra en forzar una apertura democrática que cree el ambiente necesario para que las fuerzas del exilio cubano puedan retornar sin el peligro de ser encarcelados o fusilados. Enarbolando la bandera de la democracia y de la defensa de los derechos humanos, Trump aspira a quebrar el monopolio del poder de los militares y cuyo aparato político es el Partido Comunista de Cuba (PCC), aunque de comunista solo le queda el nombre.
El gobierno de Raúl Castro se ha caracterizado por impulsar una tímida apertura hacia el capitalismo y liberalizar un poco el régimen político, pero este todavía conserva rasgos antidemocráticos y totalitarios.
Después de 55 años de criminal bloqueo imperialista, sin la ayuda de la antigua URSS, la economía de Cuba está en crisis, sostenida en el mínimo vital. Muchas conquistas históricas en salud y educación de la primera fase de la revolución, se están perdiendo por la crisis económica. Es una situación dramática. Las concesiones políticas y gestos de buena voluntad del gobierno de Raúl Castro no parecen ser suficientes ante la voracidad imperialista de Trump.
La tradicional diferencia de método entre demócratas (más conciliadores) y republicanos (más guerreristas) en relación a Cuba, va adquirir un nuevo y altísimo nivel de confrontación bajo la presidencia de Trump.
Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) alertamos sobre la estrategia de Trump en relación a la revolución cubana. Llamamos a los trabajadores de Cuba a no dejarse seducir por los cantos de sirena de la democracia burguesa que pretenden instaurar en la isla. Se debe defender, en primer lugar, la democracia real que representan las conquistas materiales a nivel de salud y educación. Esta no es otra que la defensa de la economía socialista, aún bajo el estado de coma en que se encuentra. En segundo lugar, llamamos a defender las libertades democráticas para los trabajadores y todas aquellas corrientes que defiendan la independencia política de Cuba y la economía estatal, aun con todos los defectos burocráticos que persisten. Las defendemos para mejorarlas no para liquidarlas.
El colapso de la revolución cubana traería catastróficas consecuencias para la lucha revolucionaria y antiimperialista en América Latina. La defensa de la revolución socialista en Cuba está ligada al avance de la revolución en los países de Centroamérica y resto de América Latina.