Detengamos el ataque sistemático contra los pactos y convenios colectivos
Debido a los procesos de desindustrialización de los países de Centroamérica, impulsados por el capitalismo neoliberal, ha desaparecido la industria manufacturera del Mercado Común Centroamericano (MCCA), ligada al mercado interno. La mayor parte de los productos de consumo popular son importados, mientras se acentúa la naturaleza agroexportadora de nuestros países. Los tratados de libre comercio, como el CAFTA y el Acuerdo de Asociación (AA) con la Unión Europea, consolidan a los países de Centroamérica como simples proveedores de materias primas, y de servicios turísticos.
Este debilitamiento de las economías debilita las bases del Estado. Los Estados nacionales están en crisis, pero no surge todavía un Estado Federal Centroamericano como alternativa. Prevalecen el cao económico y la desintegración social con el fenómeno de las maras y pandillas.
En esta situación de decadencia de la económica capitalista, se han debilitado los sindicatos de la clase obrera industrial. Han surgido las maquilas, un trabajo semi esclavo y precario, con decenas de miles de trabajadores, pero que no tienen organización sindical, pues ha sido tenazmente reprimida por los patronos. El resultado es un debilitamiento real de las centrales obreras. Por ello, los pactos o convenios colectivos en el sector privado han desaparecido. Son muy escasas las huelgas y luchas salariales en las empresas privadas. Al debilitarse los sindicatos, no hay organismos para pelear aumento de salarios ni mejoras en los pactos o convenios colectivos.
En medio de semejante desolación, los trabajadores del sector público tienen la ventaja de tener un solo empleador, el Estado, y con ellos mantienen cierto nivel de organización sindical. Pero, contradictoriamente, los empleados públicos sufren directamente las consecuencias del achicamiento de los Estados, producto de la eterna crisis fiscal. Por eso observamos constantes pequeñas luchas, un estado de permanente ebullición de los trabajadores del sector público que, aunque diezmados, continúan dando la pelea por mejorar y recuperar sus antiguos niveles salariales.
Es en Guatemala, Costa Rica y Panamá, donde más se producen las luchas de los empleados públicos, especialmente de los sectores de salud y educación. Estos son los países que han sufrido un poco menos la erosión del capitalismo neoliberal. Una situación distinta ocurre en El Salvador y Nicaragua, donde las luchas revolucionarias fueron frustradas y las ex guerrillas que hoy gobiernan, como el FSLN y el FMLN, no solo no se han salido del modelo neoliberal sino que están arrancando las conquistas laborales. Una muestra de esta situación es que el gobierno del FMLN no respeta los pactos colectivos de los trabajadores de la salud, ni la ley del Escalafón. En Honduras, precisamente porque fue estrangulada tempranamente la revolución, el país se debate en una crisis sin precedentes, que arrastra a los trabajadores y sus organizaciones
Los gobiernos de los países de Centroamérica, todos sin excepción, desarrollan una sistemática campaña para anular o destruir las conquistas laborales obtenidas por los trabajadores públicos, tras décadas de luchas constantes. En Guatemala, el gobierno de Jimmy Morales utiliza las instituciones represivas del Estado para presionar a las dirigencias sindicales con el objetivo de revertir las conquistas de los pactos colectivos.
Una situación similar se vive en Costa Rica, con los intentos fallidos de aprobar la Ley de Empleo Público, siempre con el objetivo de destruir conquistas, o de revisar arbitrariamente, utilizando a los magistrados de la Sala Constitucional, quienes mediante sentencias han anulado algunas conquistas del sindicado de la Refinería Costarricense de Petróleo (RECOPE), que se ha transformado en el emblema de la lucha por anular las conquistas laborales de los pactos o convenios colectivos.
Este ataque no es nuevo, refleja una situación peligrosa y alarmante. Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) llamamos a la más amplia unidad de las centrales obreras y sindicatos para resistir la embestida contra los pactos o convenios colectivos, en cada país y en toda la región centroamericana. La mejor defensa es el ataque, es decir, organizar una ofensiva de los trabajadores para ampliar y mejorar estas conquistas.