Bajo cuarentena o reapertura, debemos luchar por la salud y las reivindicaciones de los trabajadores
La pandemia y la crisis económica continúan acumulando explosivas contradicciones en todos los países de Centroamérica.
La dictadura nicaragüense ha sido el único gobierno de la región que decidió no tomar medidas de emergencia, argumentando que era más importante la economía. Los niveles de contagio y mortandad en Nicaragua son mayores que el promedio regional. Esta dura realidad es ocultada en los informes oficiales que maquillan las cifras.
Los restantes países, decretaron algún nivel de restricción y distanciamiento social, en algunos casos con medidas coercitivas, como en Guatemala y El Salvador, creyendo que la pandemia tendría un crecimiento máximo en un lapso de tiempo de uno o dos meses, y después la curva de contagio se iría reduciendo hasta desaparecer.
Pero no ha sido así. Los niveles de contagio y muertes son relativamente altos, con la única excepción de Costa Rica que ocupa, junto a Uruguay, la honrosa distinción de ser uno de los dos países de América Latina con una bajísima tasa de mortalidad. El secreto de ambos países reside en los sistemas de salud con cobertura universal y en que el sistema hospitalario no había sido desmantelado.
Los científicos han alertado que la pandemia no terminara pronto, sino que tendrá probablemente varios ciclos, hasta que se consiga una vacuna segura contra el virus. Lo anterior implica que las cuarentenas y el distanciamiento social no terminaran con la pandemia, que esta continuará causando estregaos en la población, y flagelando las débiles economías.
La paralización de las actividades económicas ralentizó el nivel de contagios, pero no impidió la propagación del virus. Esto se debe a que en los centros urbanos la mayor parte de la población trabaja en el sector informal de la economía, mientras que en los sectores rurales las actividades continuaron desarrollándose normalmente, como si se tratara de un mal lejano.
Esta incertidumbre, de no saber a dónde vamos con la pandemia, ha hecho crecer el debate en torno a la prolongación de las cuarentenas versus la reapertura de las economías, sean de manera gradual o total. Los empresarios presionan por una apertura lo más amplia posible, porque sienten que sus negocios se ahogan y que del desempleo masivo y el hambre surgirán inevitablemente brotes de rebelión popular. Los gobiernos, por su parte, quieren volver a una normalidad que ya no existe.
El sector social mas afectado por el frenazo de las economías no son los empresarios, sino los trabajadores, quienes han sido enviados al desempleo, se les ha reducido la jornada laboral y los salarios, perdiendo muchas conquistas sociales y laborales. En relación al debate por la reapertura de las economías, obviamente hay división de criterios entre los trabajadores. Muchos tienen temor al virus y hacen todos los sacrificios posibles por salvaguardar a sus familias. Otros, en cambio, quieren volver a la normalidad, trabajar duro y recuperar lo perdido.
La realidad es que la pandemia continuará, con sus oscilantes ciclos de muerte, por lo tanto, los trabajadores debemos prepararnos, exigir a las autoridades gubernamentales y a la patronal las condiciones mínimas para trabajar en un ambiente seguro. Además, debemos luchar por las reivindicaciones centrales del próximo periodo: derecho al trabajo, defensa del salario, defensa de las conquistas laborales.
Un aspecto central en el futuro inmediato será la organización de luchas por las condiciones sanitarias que garanticen la salud de los trabajadores y evitar así el contagio masivo y un rebrote de enfermedad y muertes.
Por el momento, toda la atención está centrada en la pandemia, mientras la crisis económica continúa creciendo como un cáncer que devora las bases de nuestras paupérrimas sociedades. La lucha contra la pandemia y la crisis económica serán los dos grandes ejes de lucha en los próximos meses.