20 años después: aprendamos las lecciones de la invasión a Irak
El 20 de marzo del 2003, hace 20 años, Estados Unidos, Europa y otros países iniciaron la segunda invasión militar a Irak, con el objetivo de derrocar a la dictadura nacionalista de Sadam Hussein. Para justificar la invasión, las siniestras agencias de inteligencia inventaron el informe de Irak poseía un secreto arsenal de armas químicas y de destrucción masiva, que Sadam Hussein estaba usando para masacrar al pueblo kurdo.
El Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que ya había impuesto rigurosas inspecciones para el desarme y después duras sanciones y bloqueo económico a Irak al finalizar la primera guerra del Golfo (1990-1991), estaba debatiendo la posibilidad de aplicar nuevas sanciones cuando de manera unilateral, Estados Unidos y sus aliados iniciaron la invasión militar.
Francia y Alemania -- con el apoyo de Rusia-- manifestaron su oposición a la acción “unilateral” de Estados Unidos e Inglaterra --apoyados por España e Italia-- de invadir Irak sin el consentimiento de la ONU.
Lanzando una mirada retrospectiva, no hay duda que Saddam Hussein era un dictador, pero muchos olvidan que fue, durante mucho tiempo, un fiel aliado de Estados Unidos, responsable directo de librar una guerra contrarrevolucionaria contra Irán (1980-1988), siguiendo instrucciones de Estados Unidos, para debilitar a la revolución que, encabezada por los ayatolás, había triunfado en 1979.
Para justificar esta guerra fratricida, entre sunitas y chiitas, las ramas más importantes del islam, Sadam Hussein se presentó como adalid de los sunnitas de Irak, a pesar que eran y siguen siendo minoría dentro de Irak.
La guerra de Irak contra Irán fue financiada y apoyada militarmente por Estados Unidos y Europa (algo parecido a lo ocurrió en Ucrania, que se ha convertido en una base militar de facto de la OTAN contra Rusia). Cuando la guerra finalizó, sin un claro ganador, los ayatolas se mantuvieron en el poder, pero Irak estaba devastado económicamente. El imperialismo le dio la patada a Sadam Hussein, obligándolo a sostener un discurso nacionalista y defender una cuota mayor de la renta petrolera.
La invasión de Irak a Kuwait, antigua provincia iraquí, en 1990, que provocó la primera guerra del Golfo, pretendía recuperar el petróleo que el emirato de Kuwait vendía a precio regalado a occidente. Esta guerra termino en 1991. El imperialismo norteamericano obligó al ejército iraquí a salir de Kuwait, pero no se atrevió a continuar la guerra hasta el derrocamiento de Sadam Hussein debido a que todavía estaba en pie, aunque tambaleándose, su principal aliado militar: la URSS.
El pleito por la cuota de la renta petrolera fue lo que inicio el conflicto entre Estados Unidos contra su antiguo aliado Sadam Hussein. Durante 12 años (1991-2003) la dictadura de Saddam Hussein fue castigada con sanciones económicas, fue un gobierno independiente que paralelamente, como mecanismo de sobrevivencia, endureció la represión contra su propio pueblo, erosionando su antigua base social y con ello se crearon condiciones subjetivas entre las masas iraquíes, para apoyar la invasión militar.
En 2003, en pocas semanas, el ejército iraquí se desmoronó, dando lugar a diferentes grupos que iniciaron una sangrienta guerra de guerrillas, que se mantuvo por muchos años. Las tropas invasoras iniciaron una feroz persecución contra los patriotas de la resistencia que se oponían a la invasión extranjera, cometiendo los más horrendos crímenes, torturas y desapariciones, “crímenes de guerra” o de “lesa humanidad”, --para usar unas palabras que están de moda-- que nunca han sido juzgados o castigados.
En 2007 se inició la primera retirada parcial de tropas, que terminó en 2021. Tras 18 años de ocupación norteamericana, Irak pagó un alto precio por la invasión: más de 200,000 muertos, destrucción de la infraestructura petrolera, su petróleo esta hipotecado por préstamos para su reconstrucción, etc.
Hace poco tanto el expresidente George W Bush y el ex primer ministro británico, Tony Blair, han reconocido que no había armas de destrucción masiva en Irak, y que todo fue una exageración de los órganos de inteligencia para derrocar al dictador Sadam Hussein. Lo que no dicen, es que la invasión a Irak estaba motivada por la necesidad de controlar su petróleo. El pueblo kurdo sigue disperso en cinco Estados diferentes, luchando para sobrevivir, negándosele el derecho a constituirse como un Estado independiente.