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Rechacemos cualquier acuerdo Zelaya-Micheletti
Todavía no está claro si las negociaciones del Dialogo Guaymuras continuarán por un tiempo más, el necesario para desmovilizar y desmoralizar al movimiento de masas. El presidente Zelaya se encuentra perdido en el laberinto de las negociaciones y será muy difícil que salga de la trampa.
El presidente Manuel Zelaya tuvo el gran merito histórico de iniciar un debate sobre la Cuarta Urna y la necesidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, al grado tal que fue desalojado del poder por el golpe de Estado preventivo del 28 de Junio solo por el hecho de haber intentado modificar el statu quo del poder.
Sin embargo, en el transcurso de la lucha por la recuperación del poder mostró muchas debilidades e inconsecuencias. En vez de apoyarse en la movilización de masas y de preparar la insurrección popular contra el gobierno cipayo de Roberto Micheletti, prefirió arroparse en la diplomacia internacional, y después de un corto regateo terminó aceptando a pies juntillas la imposición del Acuerdo de San José , impulsado por el presidente Oscar Arias, aliado incondicional de los Estados Unidos.
La resistencia de las masas demostró su capacidad de enfrentar al régimen cívico militar, pero en el transcurso de la lucha la conducción del Frente Nacional de Resistencia mostró demasiadas inconsistencias. En pocas palabras, nunca se planteó la necesidad de derrocar a Micheletti, sino que toda su estrategia consistió, al igual que el presidente Zelaya, en utilizar las movilizaciones como mecanismo de presión para forzar las negociaciones.
La mayor parte de la izquierda de Honduras participa activamente en el Frente Nacional de Resistencia en conjunto con las dirigencias sindicales y del movimiento popular. Estas direcciones siempre se mantuvieron aferradas al Melismo, nunca se plantearon una política independiente, sino que más bien eran las que más ardientemente impulsaban el proceso de negociación.
Y tal como estaba previsto, las negociaciones llegaron y fueron posibles hasta cuando el gobierno de Micheletti calculó que existían condiciones favorables para cansar y desmovilizar a las masas en lucha. Al instalarse la mesa de negociación, ya estaba más o menos claro por dónde marcharían las cosas. El Acuerdo de San José tomó la forma del Dialogo Guaymuras, una mesa de negociación en donde el presidente Zelaya no tiene la capacidad de imponer su propia agenda de transformación de Honduras, sino que debe circunscribir la negociación a lo que ya estaba previamente establecido en el Acuerdo de San José: la renuncia a la convocatoria a una Asamblea Constituyente, la formación de un gobierno conjunto con los golpistas, etc.
Si la izquierda continúa bajo el alero del sombrero del Melismo, se hundirá de la misma forma que el presidente Zelaya, porque aunque éste regrese al poder por algunas semanas, antes de entregar la banda presidencial, estará maniatado y no podrá realizar absolutamente nada de lo que se había propuesto. La izquierda no debe suicidarse, debe repudiar cualquier acuerdo reaccionario que puedan firmar Zelaya y Micheleti, mantener una política independiente y continuar la lucha por la democratización de Hondura en beneficio de los pobres. Y esto solo se puede lograr luchando por la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, pero ligada a un programa de transformaciones sociales, que por cierto el Melismo demostró su incapacidad para llevarlo a cabo: reforma agraria, independencia nacional, educación y salud gratuita, reforma urbana, salarios y empleos dignos para los trabajadores, unidad de la nación centroamericana, etc.