Publicado en Revista 1857, No 16
Por Rodrigo Quesada Monge.
"El internacionalismo es el objetivo fundamental de la lucha obrera"
Bakunin.
El punto de vista básico.
A finales de 1898, la ilustre pensadora anarquista Emma Goldman iniciaba en la ciudad de Nueva York una febril actividad para recaudar fondos en favor de la causa cubana [1]. Ella sostenía lo siguiente: "América había declarado la guerra a España. La noticia no era inesperada. Durante los meses anteriores, la prensa y el púlpito se habían llenado de las llamadas a las armas en defensa de las víctimas de las atrocidades españolas en Cuba. Mis simpatías estaban con los cubanos y los filipinos que luchaban para liberarse del yugo español. De hecho, había trabajado con algunos miembros de la Junta ocupados en actividades clandestinas para liberar a las Islas Filipinas. Pero no creía en absoluto en que las protestas patrióticas de América fueran acciones desinteresadas y nobles para ayudar a Cuba. No requería una gran sabiduría política darse cuenta de que el interés de América era la cuestión azucarera y que no tenía nada que ver con sentimientos humanitarios. Desde luego había cantidad de personas crédulas, no sólo en el país en general, sino también en las filas liberales, los cuales creían en el llamamiento. No pude unirme a ellos. Estaba segura de que nadie, a nivel individual o estatal, que participara en la esclavitud y la explotación en su propia casa, tenía la integridad o el deseo de liberar a las gentes de otras tierras. Por lo tanto, mi conferencia más importante a la que asistieron más personas, fue sobre el Patriotismo y la Guerra" [2].
Pensaba Goldman que la comprensión del problema cubano, ayudaría al movimiento anarquista norteamericano y europeo, a decantar con más agudeza la estrategia internacionalista correspondiente. Les preocupaba no quedarse únicamente con la organización de la ayuda humanitaria, sino que aspiraban también a la articulación, de manera más efectiva, de las acciones en que incurrirían los anarquistas en Cuba, Puerto Rico y Filipinas[3]. En estos momentos, el anarquismo, todavía no ve claro qué va a suceder con los últimos reductos del maltrecho imperio español.
¿Qué clase de anarquismo en Cuba?
Desde los años sesenta del siglo XIX, los anarquistas cubanos y puertorriqueños habían tenido una participación creativa y valiente en las guerras por la liberación de sus países. Por ejemplo, durante la guerra de los diez años en Cuba (1868-1878), algunos trabajadores anarquistas de la industria del tabaco, seguidores de las teorías federalistas prudonianas (Pierre Joseph Proudhon:1809-1865), tales como Vicente García y Salvador Cisneros Betancourt, jugaron un papel decisivo en el desarrollo de los acontecimientos de una guerra que dejó exhausta y desesperada a la población cubana[4].
Para estos años, el ideario anarquista evidenciaba un despunte vigoroso y apasionado, en ciudades europeas y norteamericanas. En Francia, Italia, España, Rusia y los Estados Unidos (sobre todo con alguna migración irlandesa después de la gran hambruna de 1845-1851)[5], las ideas de pensadores y organizadores anarquistas del corte de un Mikhail Bakunin (1814-1876), habían empezado a penetrar a las organizaciones obreras de esos países.
La fundación de la Alianza Revolucionaria Socialista (1864), de la Alianza Democrática Internacional Socialista (1868) y la Declaración de Principios del anarquismo europeo, todos ellos con directa y activa participación de Bakunin, influenciaron notablemente el desarrollo del anarquismo cubano. Este, que ya había asimilado las ideas y conceptos sobre la organización del trabajo desplegados por Proudhon, abriría paso a las ideas más claras y precisas de Bakunin. Con él, los trabajadores cubanos iniciaban un camino irreversible hacia la consciencia de clase, el mismo que tantos y positivos frutos rendiría en el siglo XX[6].
Hacia finales de los ochenta del siglo pasado, una de las figuras más prestigiosas del anarquismo cubano, Enrique Roig de San Martín (1843-1889), fundador del semanario EL PRODUCTOR , emergería como uno de los teóricos más lúcidos del movimiento obrero en ese país. Y gran parte del activismo que lo caracterizó por esa época, fue el resultado de las acciones sindicales emprendidas por Roig, su semanario y la organización revolucionaria fundada también por él , conocida como la ALIANZA DE LOS TRABAJADORES, con evidentes simpatías bakuninistas[7].
Aquella alianza tenía dos plazas fuertes en las industrias tabacaleras de Tampa y Cayo Hueso en los Estados Unidos. Al mismo tiempo, en 1887, la primera Federación de los Trabajadores del Tabaco era integrada en la ciudad de La Habana. Dicha organización sustituiría a la anterior Unión de los Trabajadores del Tabaco, e integraría al resto de la población obrera del ramo. Tampa y Cayo Hueso seguirían el mismo proceso, liderado por activistas del calibre de Enrique Messonier y Enrique Creci, con el apoyo de anarquistas curtidos como Leal, Segura, y Palomino. En 1889, una huelga general fue declarada en Cayo Hueso que condujo al más absoluto triunfo de los trabajadores, cuando empezaba el año de 1890. Estos acontecimientos fueron seguidos de cerca, y debidamente asesorados desde La Habana, por la ALIANZA y el semanario El Prdoductor[8]; sobre todo después de la muerte de Roig de San Martín.
Las costas de la Florida eran un hervidero de partisanos cubanos dedicados a tiempo completo en su lucha por la independencia de Cuba y de Puerto Rico. Eran momentos en que, el líder más sobresaliente de este movimiento, José Martí (1853-1895), trataba de reclutar en Tampa y Cayo Hueso, tantos emigrados rebeldes como pudiera, para que lo acompañaran en su lucha contra el imperialismo español. Para los trabajadores de la industria del tabaco en Cuba y los Estados Unidos, la causa por la independencia de la isla, era un asunto de la más profunda vocación internacionalista. Martí alcanzó a conversar con los líderes anarquistas de estas industrias, y con su talento y poder de convicción logró llevárselos consigo para la conquista de tan noble propósito. Pero hombres como Creci, Messonier, Rivero y Rivero, Sorondo, Rivera Montessori, Blanco, Blaino, Segura, Leal y otros de la misma estirpe, seguirían a Martí sin renunciar a sus ideales internacionalistas y de justicia social, marcados por el signo anarquista del más absoluto compromiso moral con la causa de la independencia cubana.
La ayuda ideológica, política y financiera que los anarquistas dieron a José Martí fue de una enorme importancia. Y cuando el prócer decidió fundar el Partido Revolucionario Cubano en 1892, una militancia importante del mismo procedería de los sindicatos revolucionarios de los trabajadores del tabaco en los Estados Unidos. No olvidemos que tales sindicatos se llamaban a sí mismos organizaciones "revolucionarias socialistas", un eufemismo que los anarquistas habían tenido que acuñar después de los trágicos eventos de Haymarket en Chicago en 1886-1887, cuando ocho obreros de filiación anarquista fueron acusados de terrorismo y ejecutados. De esta manera en La Habana, LA ALIANZA celebró el 1 de mayo de 1890 para recordar a los mártires de Haymarket. En 1891 los anarquistas convocaron a una reunión urgente, y en enero de 1892, el primer congreso anarquista regional cubano tuvo lugar. Los congresistas terminaron por recomendarle a la clase obrera cubana que se uniera a las organizaciones del socialismo revolucionario (anarquista) y que apoyara sin ninguna duda, la causa de la independencia. "Para alguien que aspira a la más absoluta libertad individual, sería absurdo que se opusiera a la causa de la libertad colectiva del pueblo" terminaban diciendo los congresistas[9].
Las autoridades españolas cerraron el congreso, todo tipo de reunión pública fue prohibida, se clausuró la prensa anarquista, la ALIANZA fue declarada ilegal, y los más distinguidos participantes del congreso fueron deportados o encarcelados.
Cuando la guerra revolucionaria por la independencia estalló en febrero de 1895, los anarquistas cubanos se unieron a la pelea y muchos de ellos perdieron la vida, como le sucedió a Enrique Creci en 1896[10]. Desgraciadamente con la muerte de Martí en mayo de 1895, la causa independentista entró en un proceso más lento y doloroso. Con la intervención de los Estados Unidos, la guerra finalmente acabó, pero los anarquistas continuaron la lucha, y algunos de procedencia extranjera, como Orestes Ferrara y Federico Falco, de origen italiano, terminaron formando parte de la lista de mártires que se cobró el imperialismo con su intervención[11].
La ejecución del Ministro Español Antonio Cánovas del Castillo en el balneario de Santa Agueda en el verano de 1897, quien había dicho que "pelearía en Cuba hasta el último hombre y la última peseta" [12], es uno de los eslabones fundamentales en el desplome del imperio español en la isla. Mediante una alianza que no ha sido plenamente confirmada, entre Michelle Angiolillo, un feroz anarquista italiano, a quien Cánovas del Castillo le había ejecutado a varios de sus hermanos de causa, y Ramón Emeterio Betances, uno de los cerebros de la independencia de Puerto Rico en el exilio, la supuesta conspiración puso un alto a las masacres que el ministro español ordenaba contra el pueblo cubano, en busca de los líderes de la revuelta pro-independentista.
Cánovas del Castillo se codeaba de igual a igual con los monarcas europeos y los circulos financieros más influyentes en Europa y los Estados Unidos, quienes los presionaban constantemente para que acabara con aquella rebelión. Después de su ejecución, Mateo Sagasta, su sucesor, fue incapaz de continuar la labor emprendida por Cánovas, y con el bombardeo del Maine (en febrero de 1898), los Estados Unidos terminaron por encontrar la excusa precisa para intervenir. Era la debacle del imperio español, lo que tenía sin cuidado a los otros poderes imperiales europeos[13].
El 98 ANARQUISTA.
Hoy todavía se debate en Puerto Rico, si el eminente Ramón Emeterio Betances (1827-1898) estuvo involucrado en el ajusticiamiento de Cánovas del Castillo (véase el capítulo III de este libro). La importancia de dilucidar un tema así, no radica tanto en la meticulosidad con que algunos historiadores abordan sus temas de investigación, sino esencialmente en que mediante la solución del enigma podremos concluir si Betances era anarquista o no, y el nivel de compromiso que tuvo con el movimiento ácrata en Francia. Por otro lado, podremos también obtener algunas consideraciones importantes sobre si la guerra en Cuba cambió de curso a raíz de la muerte de Cánovas, o si lo que los norteamericanos empezaban a llamar la cuestión caribeña, se volvería más tangible después de que aquél hubiera desaparecido.
Por situación caribeña entendían los anarquistas norteamericanos del 98 no sólo a las luchas que tenían lugar en Cuba, sino también a lo que había sucedido con Puerto Rico. Aquí, el grueso de la población nativa había recibido con beneplácito al invasor norteamericano. Hoy, los puertorriqueños todavía estudian con ahínco lo que sucedió en ese momento, porque sus historiadores no acaban de asimilar una actitud tan entreguista de parte de la población, sobre todo cuando en alguna forma eran bien conscientes de lo que estaba aconteciendo en Cuba.
Pero nuestro interés ahora, no es entrar en el debate de la historiografía nacional puertorriqueña, aunque esperamos sinceramente que encuentren una salida óptima lo más pronto posible. Con los talentosos historiadores que tienen, sabemos que la encontrarán. Nuestro motivo de reflexión en esta oportunidad, va más por el lado de la así llamada cuestión caribeña, en el momento en que la prensa norteamericana sostenía que, aunque no hubiera guerra en Cuba, había que inventarla.
Con la muerte de Cánovas del Castillo la política española cambia profundamente. Llegan hombres de mente más plástica al escenario político, algunos de orientación liberal, y se logra negociar con Cuba y Puerto Rico su autonomía [14]. Estados Unidos, haciendo buen uso de la debilidad en que se encuentra España, y en sus devastadoras ansias de expansión, provoca la guerra Hispano-Cubano-Norteamericana que termina con el Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1998. Cuba consigue una independencia condicionada, no así Puerto Rico, al que le queda el dudoso honor de ser la colonia más antigua del mundo[15].
Ahora bien, siguiendo de cerca el excelente libro del escritor anarquista cubano Frank Fernández, LA SANGRE DE SANTA AGUEDA, nos enteramos de algunos pormenores que condujeron a la conspiración para deshacerse de Cánovas del Castillo. En ese libro, emerge con toda claridad la evidente participación de Betances en dicho ajusticiamiento[16]. El abrumador odio que los pueblos de Cuba y Puerto Rico sentían contra Cánovas del Castillo, estaba fuera de toda duda. El ministro sostenía: "Nuestra soberanía jamás se extinguió en América, Cuba será siempre española", " los cubanos no quieren ser independientes, lo que quieren es que los dejen robar solos", "gavilla de bandoleros que viven de la ruina y del incendio"[17]. Cánovas prácticamente dictó su propia sentencia, cuando nombró a Valeriano Wyler Capitán General en Cuba, un tipo violentísimo que había hecho de las suyas en Filipinas.
Pero, ¿quién ejecutó a Cánovas del Castillo? Michelle Angiolillo y Galli, nació en la ciudad de Foggia, Italia, en 1870. Desde muy temprano tuvo problemas con su militancia anarquista, y por ello tuvo que buscar refugio en Francia, Suiza y Barcelona, donde en 1896 terminó relacionándose con la Federación Anarquista Ibérica. Ahí vivió muy de cerca las torturas y asesinatos que tenían lugar en el Castillo de Montjuich, todo bajo el gobierno de Cánovas del Castillo[18].
Enterado de esto, Angiolillo se trasladó a París, donde el Doctor puertorriqueño Ramón Emeterio Betances sostenían y promovía unas tertulias a las que asistían los más eminentes anarquistas del momento, algunos exiliados y otros grandes pensadores, cuya impronta se encontraba prácticamente en todo el pensamiento político de la época. Figuras tales como Errico Malatesta (1853-1932), Eliseo Reclus, Sebastián Faure, Gastagua, Tostí, Federico Urales y Kropotkin (1842-1921), eran algunos de los nombres que se oían en la casa de Betances en París.
En esa casa se discutía de todo, economía política, filosofía, ciencias naturales y sobre todo se soñaba con la sociedad ideal. El Dr. Betances tenía un enorme prestigio en Francia por sus investigaciones sobre el cólera y otras enfermedades. Tanto así que fue uno de los primeros extranjeros en formar parte de la Academia Francesa de Ciencias. Betances había tenido que abandonar Puerto Rico en 1867, y desde entonces organizaba la resistencia en el exilio contra la ocupación española de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.
Angiolillo finalmente logró ingresar a la casa de Betances, y una tarde le propuso que con su ayuda podía ajusticiar a Cánovas del Castillo. Sólo le pidió un poco de dinero para ir a España, a completar su misión con la consciencia clara de que nunca más volvería. Según parece, en un principio Betances le negó su apoyo, pero al día siguiente Angiolillo recibía un monto de mil francos de un benefactor desconocido. La empresa fue concluida y aún hoy ignoramos si fue realmente cierta la participación de Betances en la misma [19].
Pero lo que sí nos interesa destacar es que posteriormente, sin dicha ejecución, ni la participación de los anarquistas hubiera llegado a tales niveles en la guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, ni el gobierno español se hubiera preocupado por darle un nuevo giro a sus prácticas institucionales en Cuba y Puerto Rico. Uno las entiende a partir de que el ajusticiamiento de Cánovas del Castillo, obligó a los españoles a reconsiderar mucho de lo que un hombre como Wyler por ejemplo había hecho en Cuba. Con la muerte de Cánovas, este finalmente desapareció también.
¿Qué aprendieron los anarquistas?
La prensa norteamericana de inspiración anarquista, bajo una tremenda presión de las autoridades al servicio de los políticos más conservadores, logró movilizar conferencistas latinos y a famosos agitadores como Emma Goldman, para que participaran en las denuncias contra lo que se le estaba haciendo a Cuba.
El chovinismo norteamericano, ocasionado por la guerra contra España, estaba en su punto pico cuando Goldman entró en contacto con luchadores como Gori, Esteve, Palavicini, Merlino, Petrucini y Ferrara, grandes y vitales propagandistas de la causa anarquista y, en esta ocasión, fieros combatientes de la intervención norteamericana en el Caribe.
Resulta que el anti-imperialismo por esos días, al menos en los Estados Unidos, estaba muy ligado con causas nacionales de rico colorido político y social. Ideológicamente hablando, la causa cubana y puertorriqueña para muchos anarquistas estadounidenses no era más que la causa del trabajador migrante, que llegaba a ese país en busca de un futuro mejor y sólo encontraba explotación y humillación. De tal manera que, en la agenda política de las luchas anarquistas del momento, la guerra revolucionaria que se libraba en Cuba no tenía implicaciones solamente en el ámbito internacional, sino también en un aspecto muy específico: la vida cotidiana del trabajador extranjero en los Estados Unidos.
En otra dimensión, uno no puede perder de vista que la guerra que se libraba en Cuba entre 1895 y 1898, tuvo para los Estados Unidos una importancia decisiva no sólo en lo que respecta al rediseño de su política exterior hacia la América Latina, sino también en relación con las primeras leyes migratorias introducidas en ese país hacia finales de 1897.
La Liga Anti-Imperialista Norteamericana fundada hacia 1898 tenía que tener eso en mente, y actuar en consecuencia. No se puede dejar de pensar en que para los Estados Unidos, el expansionismo imperialista tenía que atender varios impactos al mismo tiempo. La prensa ultra-nacionalista insistía en que la guerra contra España, no era simplemente una guerra contra un viejo y desvencijado poder extra-continental, sino fundamentalmente un gesto indicativo de que, cualquier otro intento de intervención, por parte de poderes extranjeros en la región del Caribe, tendría que tener antes la aceptación o el rechazo rotundo del Departamento de Estado norteamericano.
De esta manera, se manejaban dos nociones distintas de lo que era extra-continental, dos nociones diferentes de lo que era la región del Caribe, y dos ideas desiguales de lo que era la cuestión cubana. Para muchos analistas del presente, la comprensión de este conjunto de temas sería requisito básico para un mejor entendimiento de las estrategias que saldrían de ahí en adelante, de las oficinas del Departamento de Estado norteamericano, hacia la América Latina y el Caribe.
Cuando se hablaba de intervención extra-continental en el Caribe, el concepto estaba especialmente diseñado para referirse a Europa. Así había venido configurándose una política exterior hacia ciertos países en particular, como sucedió con Gran Bretaña por ejemplo. Los Estados Unidos no se consideraban a sí mismos como una fuerza extra-continental en el Caribe.
Existía un Caribe cubano y puertorriqueño y otro español, de tal manera que para la política exterior de los Estados Unidos, el menos malo era el primero, y con el que se podía negociar era con el segundo. Es decir, como sucedió con Honduras por ejemplo entre 1897 y 1912[20], se le reconocía identidad colonial a Cuba y Puerto Rico, pero no se negociaba con ellos sobre su futuro estatuto político, eso sólo era negociable con la potencia colonialista, aunque ésta fuera un poder extra-continental.
Finalmente, existía una cuestión cubana en los Estados Unidos, y otra en Cuba misma. Esta ambigüedad era una de las situaciones que más molestaba a José Martí, y uno de los motivos de reflexión para luchadores como el médico puertorriqueño Ramón Emeterio Betances, de quien ya hemos hablado. Después de su larga estadía en los Estados Unidos, Martí logró comprender que el gobierno de los Estados Unidos tejía su política exterior hacia la América Latina y el Caribe, partiendo de un principio básico: estos son países increíblemente inestables, por lo tanto su política exterior debía ser lo más rígida posible. Ese pragmatismo siempre les impidió ver que las luchas de Martí o Betances, no eran el producto de antojos de gabinete. Por eso tampoco entendieron por qué Martí pierde su vida recién llegado a Cuba, para dirigir la etapa final de la lucha contra el poder colonial español[21].
Con el gobierno de los Estados Unidos no se discutía de política exterior, se aceptaba o no se aceptaba. En este último caso, habría que atenerse a las consecuencias. La diplomacia norteamericana era una maquinaria efectiva e infalible (al menos así lo pensaban ellos), y con ese criterio se le proponían soluciones a los pueblos de América Latina y del Caribe, en el entendido de que los tratados y acuerdos comerciales, militares o diplomáticos, no se discutían con ningún poder extranjero, y se negociaban con los pueblos interesados dentro de ciertos límites.
Cuando la Liga Anti-Imperialista decidió denunciar los desmanes que se estaban perpetrando en Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, lo hacía porque tenía claro que los acuerdos y toda la parafernalia diplomática norteamericana en aquellos países, respondía a una estrategia pesada y lenta articulada para satisfacer las necesidades del imperio, el nuevo, el que se estaba diseñando en el Departamento de Estado norteamericano.
Es curioso pero, los pensadores y luchadores anarquistas fueron de los primeros en hacer este tipo de denuncias. Y su comprensión de lo que estaba en juego en el Caribe, al lado de la bien elaborada y estudiada propaganda de la Liga Anti-Imperialista, hizo que por primera vez las acciones anarquistas en los Estados Unidos, tuvieran dimensiones internacionales.
Cuando se rumora que, tal vez, el médico puertorriqueño Betances pudiera haber estado involucrado en el asesinato de Cánovas del Castillo en 1897 como ya vimos, el pensamiento anarquista asume como suyo el magnicidio sobre la base de que, en ese momento, en Rusia, en Francia, en Inglaterra, en Alemania, el terrorismo individual de signo ácrata configura una estrategia perfectamente válida a la luz de un escenario repleto de conflictos e inestabilidad.
Para el anarquismo norteamericano entonces, la guerra del 98 fue una motivación mayor para combatir y denunciar la política exterior de los Estados Unidos, y también para integrar alianzas propagandísticas con la Liga Anti-Imperialista norteamericana. En ocasiones, algunos miembros de esta Liga, tales como Mark Twain o Dale Carnegie (según vimos en capítulos anteriores), se sintieron incómodos de coincidir con los anarquistas, pero la marcha de los acontecimientos los hizo finalmente aceptar como inevitables las consecuencias de estas generosas coincidencias.
La geopolítica al final de la jornada, articulada de forma maravillosa para responder a las necesidades del Departamento de Estado norteamericano, quiso ver en el Caribe un campo de entrenamiento para campañas de mayor envergadura, como la que se aproximaba en Filipinas y la utilización de éstas para penetrar al mercado chino. Las masacres que se practicaron contra la población musulmana en Filipinas en 1899, ya tenían precedentes en las tristemente célebres re-concentraciones ejecutadas por Wyler en Cuba.
Uno tiene la sensación finalmente, de que los acuerdos de París, en diciembre de 1898, le concedieron al gobierno de los Estados Unidos, una nueva idea de lo que, de ahí en adelante, iría a seguir siendo el Caribe. La derrota de España era inevitable, puesto que, según indican algunos historiadores ingleses, se trataba de un imperio en franco deterioro desde 1812; pero que al enfrentar al nuevo imperio norteamericano en el escenario caribeño, quiso sostener la vieja concepción de lo que éste significaba para los españoles en las islas de Cuba y Puerto Rico. El Caribe para España era la explotación del negro en el ingenio azucarero. Para los Estados Unidos, seguía siendo la explotación azucarera, pero ahora con fuerza de trabajo sujeta a una jornada laboral que se parecía mucho a la condición del esclavo, con la única diferencia de una paga en metálico.
Si hemos de puntualizar, para concluir, que la guerra del 98 redefinió toda nuestra concepción de lo caribeño, entonces debemos de anotar que tal redefinición la elaboró muy bien el imperialismo norteamericano. Y aunque los anarquistas y antiimperialistas en los Estados Unidos, quisieron hacer entender al pueblo norteamericano que el asunto tenía más gravedad de lo que una sencilla discusión conceptual podía hacer pensar, la nueva idea del Caribe terminó por imponerse. Una idea que empezaría a cambiar hasta que la Revolución Cubana de 1959 le hizo ver al imperialismo norteamericano que muchas de las tareas inconclusas del siglo XIX seguían pendientes de solución.
LA MUJERES EN EL DEBATE ANTI-IMPERIALISTA.
Por estos años, la lucidez de las organizaciones feministas norteamericanas, es con frecuencia muy iluminadora. Su participación no se redujo únicamente a la cuestión moral del problema de la guerra, sino también a los ingredientes políticos e ideológicos que estaban imbricados con aquel. Las mujeres organizaron una oposición combativa y beligerante contra lo que estaba aconteciendo en Cuba y Filipinas especialmente. Para ellas, el antiimperialismo sostenía una relación moral y política muy significativa, con las nociones de patriotismo y democracia que hubiera desarrollado hasta ese momento la sociedad norteamericana[22]. Muchas de ellas tuvieron que abrirse paso en las filas de la Liga Anti-Imperialista de forma dificultosa y problemática, puesto que al principio las principales oficinas regionales de esta organización fueron ocupadas esencialmente por hombres[23] . Pero una vez que se hicieron notar, luchadoras como Jane Addams (1860-1935), llegaron a ocupar puestos de vice-presidencia y secretariado, cumpliendo con una serie de tareas que las ligaba muy estrechamente con el movimiento obrero a nivel nacional e internacional[24]. Es frecuente escucharlas haciendo mención de documentos publicados por la Primera Internacional de los Trabajadores, fundada por Marx, Engels y Bakunin, en defensa de sus ideas contrarias a la ocupación de Cuba y Filipinas[25]. En 1868, aquella organización había proclamado que toda guerra sería considerada un asesinato sistemático contra los trabajadores, quienes regularmente eran ponían los muertos. Y era más vergonzoso el caso de la guerra que se hacía contra otros pueblos, argumentando principios de civilización y cultura. No era posible, sostenían las mujeres del antiimperialismo, que en el país supuestamente más democrático del planeta, hubiera personas que sostuvieran la necesidad de subyugar por la fuerza a otras naciones arguyendo el principio de la civilización, como lo hubiera hecho en contadas ocasiones Gran Bretaña, a través de la voz y la pluma de Rudyard Kipling (1865-1936), a quien ya nos referimos en el capítulo II de este libro.
Kipling, continuaban diciendo, nunca entendió la diferencia entre imperialismo y guerra, y entre civilización y moral colonialista. Para ellas, la cuestión de estas distinciones y precisiones tenía mucho que ver, no sólo con lo que estuviera haciéndose con los pueblos colonizados, sino también con los trabajadores de esos países, y, obviamente, con los trabajadores nacionales. Les competía más de cerca la múltiple condición de explotación a que estaban sujetas las mujeres trabajadoras, pues en algunos países del capitalismo central, donde se hablaba de civilización, progreso y cultura, les era negado el derecho a votar y a organizarse con sus compañeros de clase[26]. Pero el problema no residía únicamente en ganarse el derecho a votar en un sistema político y social que, desde su mero fundamento, era discriminatorio y segregacionista[27]. Todo residía por ejemplo en preguntarse si era válido o no votar, no dudando siquiera en el derecho que tenían las mujeres a cumplir con los mismos roles de los hombres en una democracia burguesa clásica como la norteamericana, cuando los hombres y mujeres más conscientes sabían que dicho sistema había hecho del voto un fetiche, que dejaba intactas todas las otras condiciones opresivas y humillantes de aquel sistema[28]. Por eso, para algunas mujeres como Goldman, Lucy Parsons (1853-1942) y Voltairine De Cleyre (1866-1912), el sufragismo se quedaba más acá de lo que en verdad significaba la liberación de la mujer, no sólo como entidad electoral, sino también como ser humano, pleno y autosuficiente[29].
De tal manera que las sufragistas y las anarquistas no siempre coincidieron en lo que compete a los asuntos de orden meramente civil. Sin embargo, algunas de sus ideas sí establecieron un puente lleno de ecos, documentos, pronunciamientos y plataformas cuando se trató de la Comuna de París (1871), de la masacre de los obreros de Haymarket en Chicago (1886-1887), y de un antiimperialismo militante y efectivo con relación a la guerra hispano-cubano-norteamericana y a la invasión de Filipinas.
No olvidemos que, con regular frecuencia, las mujeres que aspiraban al sufragio universal, a la posibilidad real de elegir y de ser electas, y a la más total y comprensiva participación ciudadana con los hombres, eran de la grande y mediana burguesía de los países de capitalismo central, bien educadas y sensibilizadas para tener claros al menos algunos de sus derechos[30]. De la misma forma, mujeres con igual procedencia social y educativa, como Clemencia López, miembro de una de las familias más ricas de la provincia de Batangas en Filipinas, sostenía que, antes de pensar, para ellas, en los mismos derechos electorales, era fundamental avanzar hacia una consistente libertad nacional, que les hiciera posible a los filipinos construir su propia vida política e institucional[31].
Estaba visto que, el antiimperialismo pequeño burgués practicado por algunas mujeres y organizaciones, de claro perfil republicano, no se saltaba las barreras del anti-colonialismo, pero les permitió de manera lúcida y activa denunciar las atrocidades del imperialismo en Cuba y Filipinas. En ello coincidieron notablemente con posiciones más radicales, como las de las anarquistas, quienes llegaron a desarrollar la tesis de que toda lucha de verdad antiimperialista implicaba necesariamente la sustitución del sistema vigente, por otro que imposibilitara el expansionismo y la humillación de otros pueblos y naciones, con la excusa de la civilización, el progreso y la cultura.
BALANCE FINAL.
El internacionalismo anarquista de la segunda parte del siglo XIX no discriminó entre los distintos medios a su disposición para hacerse sentir. Desde el terrorismo individual, con la ejecución de Cánovas del Castillo, hasta las acciones más concertadas y bien articuladas de hombres como Roig de San Martín en Cuba, el anarquismo en el Caribe logró dejar bien sentado el principio de que ningún ideario de orientación ácrata, es contradictorio con las acciones políticas debidamente organizadas.
No es en vano que el anarquismo hiciera notar primero su presencia en América Latina y el Caribe, antes que el marxismo. La migración española, italiana, irlandesa y alguna del centro de Europa, encontraría un ambiente propicio y oportuno en esas latitudes para desarrollar algunas de las ideas radicales que traería consigo. Cuba y Puerto Rico no fueron la excepción. Lo extraño es que no se haya enfatizado lo suficiente. Rara vez se menciona la participación de los anarquistas en los acontecimientos del 98. Y menos aún el apoyo que brindaron a Martí y su movimiento en pro de la independencia de Cuba.
Algo similar ha sucedido con la activa participación de las mujeres en este tipo de situaciones y de escenarios. El antiimperialismo pareciera haber venido al mundo con su sexualidad bien definida. Sin embargo, las mujeres tuvieron el coraje de organizarse también y junto a sus propios problemas con el sufragismo y el logro de otros derechos civiles, tuvieron tiempo para articular proclamas y respuestas con relación a lo que acontecía en Cuba y Filipinas. Su internacionalismo es sorprendente por la lucidez de que hace gala, y por su capacidad para remontar las ligeras diferencias políticas y estratégicas que pudieran haber aparecido entre mujeres anarquistas y radicales de la burguesía. Cuando se trató de denunciar al imperialismo lo hicieron en bloque.
Pero el imperialismo aprendió también su lección. A partir del 98 la política exterior del gobierno de los Estados Unidos hacia la América Latina y el Caribe, ya no fue la misma digamos que la practicada hasta 1847. De la rapiña simple y brutal (de corte militar y geográfico) se pasó al expansionismo económico y político (de inspiración claramente imperialista). La Pax Britannica cedió su lugar a la Pax Americana. Incluso los motivos modificaron su textura. Porque la voracidad territorial empezó a parecerse cada vez a la simple codicia . Una agenda que ha cambiado muy poco desde entonces.
[1] GOLDMAN, Emma. VIVIENDO MI VIDA. (Madrid: Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo. 1996) Colección Biografías y Memorias. Tomo 1. Capítulo XVIII. P.259.
[2]Idem. Loc.Cit.
[3]Ibidem.
[4] FERNANDEZ, Frank. "The Anarchists & Liberty" (http://www.cs.utah.edu/~galt/cuba.html).
[5] LYONS, F.S.L. IRELAND SINCE THE FAMINE (Londres: Fontana/Collins. 1981) Pp.15-34.
[6] DOLGOFF, Sam. THE CUBAN REVOLUTION. A CRITICAL PERSPECTIVE (Montreal: Black Rose Editions. 1977) Capítulo V.
[7] Ibidem.
[8] Ibidem.
[9] Ibidem.
[10] Ibidem.
[11] Ibidem.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[14] CARVAJAL, Francisco. "¿Betances anarquista?" (http://206.49.79.49/proyectos/1898/index.html.
[15] Ibidem.
[16] FERNÁNDEZ, Frank. LA SANGRE DE SANTA ÁGUEDA: ANGIOLILLO,BETANCES Y CANOVAS (Miami: Ediciones Universal.1994).
[17] CARVAJAL, Francisco. Idem. Loc. Cit.
[18] Ibidem.
[19] Ibidem.
[20] QUESADA, Rodrigo. RECUERDOS DEL IMPERIO. LOS INGLESES EN AMERICA CENTRAL. 1821-1915. (Heredia, Costa Rica: EUNA. 1998) Capítulo VIII.
[21] TOLEDO SANDE, Luis. CESTO DE LLAMAS. BIOGRAFÍA DE JOSE MARTI (La Habana,Cuba, Editorial Pueblo y Educación. 1998). Capítulo 8.
[22] RUSSELL, Frances. "The Shame of Imperialism" THE WOMAN´S JOURNAL, 30 (March 18, 1899) ( http://home.ican.net/~fjzwick/wj/wj_18990318ª.html.) En ZWICK, Jim. ANTI-IMPERIALISM IN THE UNITED STATES, 1898-1935 (http:home.ican.net/~fjzwick/ail98-35.html).
[23] Idem. Loc.Cit.
[24] ADDAMS, Jane. "Democracy or Militarism" ADDRESS BEFORE THE CHICAGO LIBERTY MEETING, April 30,1899. (Chicago: Central Anti-Imperialist League, 1899) (http://home.ican.net/~fjzwick/ailtexts/addams.html.)
[25] WOMEN´S AUXILIARY OF THE ANTI-IMPERIALIST LEAGUE "Women Make an Appeal/In Behalf of the Foundation Principles of the Republic". SPRINGFIELD REPUBLICAN (May 30, 1899) ( http://home.ican.net/~fjzwick/ailtexts/wail 0599.html). En ZWICK, Jim. ANTI-IMPERIALISM IN THE UNITED STATES, 1898-1935. Loc.Cit.
[26] GOLDMAN, Emma. ANARCHISM AND OTHER ESSAYS (New Revised Edition. New York and London: Mother Earth Publishing Association. 1911) "The Tragedy of Woman´s Emancipation" Pp. 219-231 y "Woman Suffrage" Pp. 201-217.
[27] Idem. Loc.Cit.
[28] Idem. Loc.Cit.
[29] Idem. Loc.Cit.
[30] LYNN DOUGLAS, Mary. "Mujeres trabajadoras durante la revolución industrial, 1780-1914". En NASH, Mary (Ed.). PRESENCIA Y PROTAGONISMO. ASPECTOS DE LA HISTORIA DE LA MUJER. (Barcelona: Ediciones del Serbal.1984) Pp.91-120.
[31] LÓPEZ, Clemencia. "Women of the Philippines". THE WOMAN´S JOURNAL (June 7, 1902). ADDRESS AT THE ANNUAL MEETING OF THE NEW ENGLAND WOMAN´S SUFFRAGE ASSOCIATION, May 29, 1902 ( http://home.ican.net/~fjzwick/ailtexts/clopez o2 html.)