Por Noelia Tamara Lacayo Espinoza
Este articulo es una versión resumida del que saldrá publicado en la edición No 5 de la “Revista 1857 “
El XI Encuentro Feminista de América Latina y El Caribe se realizó en México en el mes de marzo. Este evento ocurre cada dos años para compartir experiencias, realidades y posibles soluciones relacionadas a la in-caducable lucha por la equidad de género en la región latinoamericana. Este año el debate se centró en los fundamentalismos. Se discutió la existencia de fundamentalismos religiosos, culturales, económicos, étnicos, políticos y sociales que utilizan los grupos dominantes para crear el falso concepto de una sociedad homogénea, negando la diversidad de los “otros” y las “otras”.
Fundamentalismo es un término utilizado para identificar a grupos religiosos que promueven la interpretación textual de los libros sagrados, y que por lo tanto viven una religiosidad ortodoxa y descontextualizada, por obedecer –sin atreverse a cuestionar- palabras que al fin y al cabo fueron escritas por hombres con intereses particulares y hegemónicos .
¿Qué tiene que ver esto con el feminismo? Tiene que ver porque la dominación masculina utiliza los fundamentalismos para justificar las desigualdades entre hombres y mujeres. Me explico, si existe un ser superior: el hombre, blanco, burgués y heterosexual entonces todas las “otras” formas de ser somos inferiores: mujeres, indígenas, pobres y homosexuales, esto sólo por elsimple hecho de ser “diferentes”.
El reto de la resistencia del siglo XXI está en identificar los fundamentalismos -que históricamente nos han oprimido- disfrazados en manifestaciones cada vez más sutiles que naturalizan la ideología dominante .
En el Encuentro se mencionaron fundamentalismos económicos que recaen sobre los cuerpos de las mujeres: La nueva economía -que globaliza los miedos y los estilos de vida- inventa también un nuevo modelo de la mujer perfecta -mediante la publicidad y el entretenimiento- que trabaja como ejecutiva (¿por eso es “independiente”?), se viste a la última moda, concina delicioso, tiene hijos y un marido sumamente atractivo… todo esto sin descuidar su figura. La mujer “moderna” es un trofeo de la sociedad consumista que se moldea con nuevos corsés -como la cirugía plástica y la doble jornada laboral- pero se sigue enfrentándose a la violencia simbólicay física, a la discriminación laboral (gana menos y trabaja más), a la exclusión política, a la explotación en su hogar (en un eterno papel de servidumbre) y sigue siendo vista por muchos y muchas utilitaristas como un vientre para la reproducción de la especie.
¿Fundamentalismos en el feminismo?
Quienes apostamos por construir modelos y posiciones ideológicas alternativas a la hegemónica no estamos exentas ni exentos de caer en relaciones de poder. Me pareció sumamente importante que se discutiera la necesidad de cuestionar nuestras prácticas –sea desde el feminismo o cualquier otra disciplina de resistencia- para tratar de ser consecuentes con nuestro discurso. Hubo fuertes discusiones en el Encuentro Feminista sobre la existencia de fundamentalismos en nosotras mismas porque hay –ciertamente- una lucha de poder entre diferentes formas de practicar el feminismo. Por ejemplo las feministas intelectuales que necesitan el sustento teórico, las feministas indígenas que construyen otra propuesta desde su concepción del bien estar y desde sus costumbres, las feministas afrodescendientes que no pueden –ni deben- desligar su activismo de la lucha contra el racismo, las feministas lesbianas que cuestionan la heterosexualidad, las feminista jóvenes que luchan por espacios y las feministas mayores que están a la cabeza, las feministas autónomas con su radicalismo y las institucionales con sus proyectos.
Esta diversidad a la que tanto le tememos puede ser muy enriquecedora, porque cada una le da un enfoque diferente o responde a demandas diferentes. En este Encuentro Feminista se expusieron diferentes formas de vivir el feminismo y de ser mujer, reconociendo por primera vez que aunque la teoría feminista es similar,la vivencia del feminismo tiene diversas luchas y realidades.
Se llegó a la conclusión de la importancia de integrar esta diversidad mediante alianzas regionales que nos permitan abarcar todos los feminismos. La variedad de luchas permite que el feminismo integre todas las demandas sociales de las mujeres y es crucial que sigan existiendo feministas en todas sus manifestaciones: las que defienden los derechos sexuales y reproductivos, las que hacen trabajo de incidencia en políticas públicas, las que apuestan por cambios culturales o individuales para la emancipación de la mujer, quienes trabajan por el empoderamiento económico de las mujeres, o por los derechos sociales y laborales.
Fundamentalismo religioso: ¡ay Nicaragua, Nicaragüita!
En el Encuentro Feminista se habló también de los fundamentalismos religiosos y de cómo estas expresiones de control están retomando fuerzas algunos los gobiernos latinoamericanos, que vuelven a utilizar el “opio de los pueblos” a su conveniencia.
El caso de Nicaragua fue mencionado en varias plenarias, por ser ejemplo de violencia de Estado y de la nueva contraposición entre el feminismo y los gobiernos “progresistas”.
Los movimientos de mujeres de Nicaragua se involucraron profundamente en el proceso revolucionario –porque compartían utopías socialistas- que lideró el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Estamos hablando de mujeres guerrilleras, madres, hijas de la revolución a quienes les costó sangre la libertad de Nicaragua. Mujeres que ahora son perseguidas políticas del mismo partido que llevaron al poder, mujeres cuyas vidas están en riesgo con la penalización del aborto terapéutico.
El código penal antiguo tenía eximentes para “el delito de aborto” que permitían interrumpir el embarazo específicamente cuando hubiese casos de malformaciones graves –anencefalia por ejemplo- y para salvar la vida de la mujer -con alguna enfermedad agravada por la condición de embarazo o provocada por el estar embarazada-. Ahora, en el nuevo código penal no se permite ningún tipo de interrupción del embarazo y se establecen penas para la mujer y el equipo médico que practique este procedimiento.
Hablo sobre esta situación, no sólo como denuncia, sino porque es la muestra más tangible del resurgimiento de la fuerza de la jerarquía eclesiástica en los gobiernos latinoamericanos. El aborto en Nicaragua se penalizó como resultado de un acuerdo entre los partidos políticos (PLC, ALN y FSLN) y las iglesias católicas y evangélicas que apoyaron las elecciones del 2006. En otras palabras –a menos que creamos en la repentina religiosidad del gobierno de Daniel Ortega Saavedra-la salud de las mujeres fue negociada a cambio de respaldo para ganar votos.
Personalmente creo que el fenómeno de la izquierda en América Latina puede ser positivo, porque formando un bloque de resistencia podríamos buscar modelos económicos, sociales y culturales alternativos a los promovidos por la clase hegemónica. Sin embargo, es necesario que los gobiernos actúen demostrando un compromiso real a favor de los derechos humanos y del cambio social. Es necesario que la izquierda latinoamericana tenga una práctica coherente a la ideología que tanto profesamos, no discursos populistas de derecha camuflada. Además las teorías marxistas deben ser adecuadas a la realidad latinoamericana, identificar las demandas particulares de la región y de sus pueblos.
En el Encuentro Feminista fue interesante la exposición del caso de Bolivia, donde la izquierda apoyó la lucha contra los fundamentalismos –en lugar de perpetuarlos-.En enero de este año se logró aprobar una nueva constitución que promulga el Estado laico, la despenalización del aborto y el respeto a la diversidad sexual. En Bolivia la unión de diversos movimientos sociales y la participación ciudadana fue crucial para la creación de esta propuesta de reformas constitucionales, que respondían al reclamo de la población en general. Se trabajó de forma directa con las comunidades indígenas y fueron ellos mismos y ellas mismas quienes reclamaron su derecho a no seguir viviendo en una jurisdicción que profesa la religión católica, religión que ha oprimido históricamente a los y las indígenas.
Los movimientos feministas siguen siendo los únicos interesados en defender a las mujeres, en hablar y gritar cuando es necesario, para que se tomen en cuenta los múltiples problemas que nos sigue afectando.
El marxismo desde el determinismo económico, cuestiona la superestructura que nos oprime como clase, pero está no es la única opresión que enfrentamos los pueblos latinoamericanos. Necesitamos incluir las demandas de género, de razas y de culturas que han sido históricamente marginadas, porque sólo así se logrará crear una propuesta de socialismo vigente y necesario para América Latina.