Por Adrián Laurel
Ha transcurrido una década del atentado terrorista al complejo económico mundial World Trade Center, en el distrito financiero en New York, Estados Unidos, que terminó reduciendo a cenizas las mundialmente conocidas “torres gemelas”. El atentado espectacular fue reivindicado por la organización terrorista conocida como Al Qaeda, un grupo extremista de nacionalismo árabe burgués, liderado por Osama Bin Laden, quien fuera entrenado por la CIA para luchar contra la ocupación rusa en Afganistán, en los años 80.
Dentro de los objetivos de los terroristas, fue alcanzado también la sede del Departamento de Defensa de EUA, El Pentágono. El saldo de víctimas mortales se cuenta entre 2,973, con 6000 heridos y 24 desaparecidos. El tiempo no ha pasado en vano en estos 10 años.
Ataque a las libertades democráticas
Las consecuencias políticas y militares del atentado terrorista del 11 de Septiembre, se hicieron sentir posteriormente en todo el mundo. La administración del republicano George W. Bush y sus aliados imperialistas, iniciaron una cruzada mundial contra el terrorismo, que abarcaba una ofensiva militar en todos los ámbitos, pero en realidad esta fue la cobertura ideológica para iniciar los más violentos ataques contra las libertades democráticas en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos.
Bajo el pretexto de combatir el terrorismo, todos los gobiernos imperialistas y sus aliados comenzaron a violentar los estatutos legales de la llamada “comunidad internacional” agrupada en la Organización de Naciones Unidas (ONU), la cual demostró ser, una vez más, el órgano regulador que funciona como un títere de las cinco potencias mundiales, al permitir con sus resoluciones la intervención militar, abierta o solapada, en la conflictiva zona del Medio Oriente y en una buena parte de Asia.
Afganistán fue el escenario inicial, pero años después le tocaría el turno a Irak, cuya población se vio diezmada por el genocidio cometido por los ejércitos de la coalición imperialista. Las consecuencias de esta ofensiva imperialista se hicieron sentir en todas las esferas políticas y sociales. En las sociedades “democráticas” imperiales, bajo el pretexto de desarrollar políticas de “seguridad nacional”, los diferentes gobiernos persiguieron los trabajadores inmigrantes, especialmente a los de religión musulmana, se estrechó la vigilancia sobre los grupos de izquierda, se ataron las libertades democráticas, siendo el aspecto más aberrante de esta cruzada antiterrorista la utilización de la base militar de Guantánamo, como centro mundial de tortura de los terroristas capturados, a los que se les negaron los derechos más elementales.
La guerra contra los Talibanes en Afganistan
Bajo el lema, “operación libertad duradera” los Estados Unidos iniciaron el bombardeo y ocupación militar de Afganistán, territorio que se había convertido en santuario de Al Qaeda. La persecución mundial que perseguía obtener la cabeza de Osama Bin Laden, inició en Afganistán pero se extendió a todo el planeta. De paso lograron el objetivo inmediato de derrocar al régimen Talibán porque, según las expresiones de George Bush, “es un movimiento que apoya y da refugio a los miembros de Al Qaeda” (El País 8/10/201)
Haciendo gala de su poderío militar, Estados Unidos y sus aliados imperialistas iniciaron con destreza el despliegue estratégico militar, utilizando alta tecnología. La Alianza del Norte y los militares estadounidenses destruyeron casi en su totalidad la infraestructura del atrasado Afganistán, obligaron a salir a los talibanes de la capital Kabul y tomaron el centro político del país.
El 12 de noviembre del año 2001, con la excusa de atacar los puntos de reclutamiento y rearmamento de Al Qaeda, se atacó sin discernimiento a la población afgana, sin hacer distinción en civiles, ajenos a los conflictos armados. Los “aliados por la libertad” abrieron fuego a amplias zonas de presencia civil, como Mazar-i-Sharif (donde se encuentra la mezquita azul, dos aeropuertos principales, rutas de comercio interno y fronterizo, etc.) e iniciaron bombardeos aéreos masivos con los modernos aviones F-18 Hornet. Tras una serie de arduos enfrentamientos en Kunduz, Qala-i-Jangi, Kandahar, Tora Bora, los máximos dirigentes del régimen taliban, debilitados y casi destruidos, abandonaron el poder y se replegaron a las gélidas montañas. Finalmente, Afganistán fue tomado en 2003 por La Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad bajo el mandato de la ONU.
La guerra contra el terrorismo se extiende a Irak
El 20 de marzo de 2003 la guerra contra el terrorismo se extendió hacia Irak, país del sureste asiático. El gobierno de Estados Unidos y sus aliados imperialistas organizaron una nueva coalición militar que se dio a conocer al mundo como, “Operación Nuevo Amanecer. Los imperialistas tenían como principal objetivo supuestamente desmantelar los centros de producción de “armas de destrucción masiva”, a sabiendas que estas no existían.
Con el paso del tiempo, las premisas que justificaban la intervención a Irak han sido descubiertas como falsas y sin sustento. El verdadero objetivo de la invasión a Irak era controlar el vital petróleo. Todo ello pone en evidencia los métodos sucios y deplorables de los imperialistas que, sin escatimar las consecuencias en términos humanitarios, utilizaron el pretexto de la lucha contra el terrorismo para tomar el control sobre Irak y con ello dominar una de las reservas petroleras más grandes del mundo.
La invasión en Irak tuvo como resultado el derrocamiento de Sadam Hussein, antiguo colaborador del imperialismo norteamericano en la guerra contra Irán, la elección de un gobierno de transición en el 2005, que dio lugar a un gobierno iraquí de facto al año siguiente, y un nuevo panorama político donde los funcionarios estatales, servían fielmente a las directrices encomendadas por el gobierno estadounidense. Irak, “la cuna de la civilización”, sufrió además múltiples agresiones a nivel social y cultural a manos de la ocupación extranjera, sin mencionar la guerra sectaria y religiosa que era alentada con el objetivo de debilitar aún más a la resistencia.
La guerra en Irak prácticamente ha finalizado, la resistencia ha sido derrotada militarmente, el país está sumido en una grave crisis humanitaria donde se contabilizan bajas civiles entre 50.000 a más de 1 millón de personas afectadas directamente por la guerra, universidades y centros culturales destruidos, zonas arqueológicas desaparecidas, etc. La falsa quietud que se percibe en la comunidad iraquí, ante el anuncio de la retirada de las tropas extranjeras, fijada para los años venideros, videncia una sociedad que funciona en la inestabilidad política y social.
La yihad post 11 de septiembre
Después de los atentados en New York y de la persecución desatada en su contra, Al Qaeda siguió funcionando como una organización terrorista que quería “castigar” a las potencias mundiales que se sumaron a la guerra contra el terrorismo en Medio Oriente. Al Qaeda tomó represalias contra España en el atentado del 11 de marzo de 2004 en una estación de trenes, donde perecieron 191 personas, y 1.858 resultaron heridos.
Al año siguiente Londres fue víctima de un atentado perpetrado casi con el mismo modus operando, donde fallecieron 56 personas y 700 resultaron heridas, cuando estallaron explosivos simultáneamente en medios de transporte público de la ciudad.
Nuestra critica a los métodos terroristas
Las acciones terroristas con las que Al Qaeda dice combatir al imperialismo son completamente deplorables y condenables. Para los socialistas centroamericanos la lucha contra el imperialismo y el capitalismo la deben librar las masas trabajadores y los sectores populares. Ninguna organización puede arrogarse la representatividad de estos sectores. Solos los trabajadores pueden librar exitosamente esta pelea.
Los civiles inocentes no pueden ser los blancos a atacar, ni los medios para golpear a los gobiernos imperialistas. Las sociedades se transforman con las reivindicaciones de la clase trabajadora y el posterior apoderamiento de una ideología concreta que responda a sus necesidades de clase ante las políticas de relaciones económicas globales. Los métodos terroristas de la yihad no ha traído beneficio alguno a los trabajadores o jóvenes insurgentes en Medio Oriente, ni hay contribuido a que los trabajadores de los países imperialistas se movilicen y luchen contra su propio gobierno. Más bien ha contribuido para que el imperialismo utilizara los atentados terroristas como un pretexto para desencadenar una brutal contra ofensiva militar en todo el mundo.
La bancarrota del terrorismo
En 10 años las agresiones imperialistas han surtido un efecto nefasto en las sociedades de Medio Oriente y Asia, solo para citar los ejemplos más relevantes, destruyendo sistemáticamente las condiciones habitables de los países pertenecientes al “eje del mal” y acabando con la vida de miles de personas.
Sin embargo, la crisis actual del capitalismo obligará a millones de personas a luchar por la sobrevivencia diaria. En el norte de África, las luchas por la democratización de Egipto, Túnez, Libia y Siria, no ha sido producto del accionar de organizaciones terroristas, sino de la lucha de masas, lo que demuestra la bancarrota de los métodos terroristas que más bien colocaron en bandeja de plata la ofensiva militar del imperialismo, cuyas consecuencias se sienten a diario en todo el mundo.