Por Maximiliano Cavalera
La primera guerra mundial fue el gran escenario para algunos de los acontecimientos más importantes del siglo XX. Hechos que tuvieron magnas repercusiones hasta nuestros días, desde el triunfo del fascismo en Alemania, hasta la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La revolución bolchevique inició la oleada revolucionaria en la vieja Europa, pero desde noviembre de 1918 a enero de 1919 se desarrolló el proceso revolucionario más importante después de la revolución soviética, una revolución proletaria apoyada por los soldados del ejército alemán.
Sin duda, los hilos del destino de la humanidad fueron cortados por la revolución alemana de 1918-1919, su surgimiento y derrota no solo significaron el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, sino que impidieron la expansión de la revolución por el resto de Europa, en el país con las fuerzas productivas más desarrolladas del viejo continente. La derrota de la revolución en Alemania será el inicio de un proceso que llevará al Estalinismo al poder en Rusia, al ascenso del Fascismo en Italia y posteriormente en Alemania. A pesar de la derrota, recordar este acontecimiento es importante para analizar las condiciones sociales en que se gestaron los cambios, no solo en la victoria sino en la derrota.
La II Internacional
Para comprender el proceso revolucionario en Alemania debemos analizar los anales de la izquierda en Alemania y su desarrollo. Para finales del siglo XIX Alemania era la madre del movimiento obrero mundial; por todo el mundo el Partido Socialdemócrata Alemán era respetado y era ejemplo de los trabajadores y explotados. Tan fuerte fue el movimiento obrero alemán, que el Estado tuvo que dar concesiones a los trabajadores para evitar una revolución. El seguro social tal como lo conocemos fue una concesión hecha intencionalmente, resultado de la lucha de los trabajadores del mundo, pero particularmente los trabajadores alemanes lograron esta conquista. El famoso canciller de hierro Otto Von Bismarck explicaba: “por caro que parezca, el seguro social, resulta menos gravoso que los riesgos de una revolución” (citado en el prólogo del libro Nuevo Derecho de la Seguridad Social, de Ángel Guillermo Ruiz Moreno).
La historia del Partido Socialdemócrata Alemán, estuvo ligada a la historia de la segunda internacional. Ambos vieron la gloria, el esplendor y la perfidia; claro está, como cualquier organismo político, la socialdemocracia alemana reflejó los intereses de clase de su época. Al crecer y obtener espacios en el sistema, la socialdemocracia fue cediendo cada vez más a los intereses de clase de la burguesía. La debacle llegó en 1914 cuando Alemania firmó los empréstitos de guerra y la socialdemocracia apoyó una guerra que llevaría a la muerte a millones de obreros y campesinos: “La II Internacional no fue capaz de lanzar ni una protesta. En lugar de declarar la huelga general o la lucha contra la guerra imperialista, los líderes socialdemócratas se apresuraron a apoyar a su propia burguesía, con el pretexto de la defensa nacional. Todos estaban devorados por el oportunismo y el chauvinismo, vinculados a través de innumerables nexos con la burguesía.” (Los 4 primeros congresos de la internacional comunista).
La ruina moral de la socialdemocracia alemana y mundial llevó a un puñado de revolucionarios a fundar la III internacional, luego conocida como La Internacional Comunista. En su seno se crearon los embriones de los partidos revolucionarios que estarían en contra de la Primera Guerra Mundial. Ese fue el caso del Partido Bolchevique. El triunfo de los soviets en Rusia significó un cambio importante en la historia del mundo; se cerraba la reacción abierta por la guerra y se iniciaba una época de revoluciones como nunca antes vista en la historia de la humanidad: “En marzo de 1917 es derrotado el zarismo. En noviembre de 1917, el proletariado ruso se apodera del poder del Estado.
En noviembre de 1918 caen las monarquías alemana y austro-húngara. El movimiento huelguístico se extiende a una serie de países europeos y se desarrolla particularmente en el transcurso del siguiente año. En marzo de 1919, se establece la República sovietista en Hungría. Hacia fines del mismo año, los EE.UU. son sacudidos por las formidables huelgas de los metalúrgicos, de los mineros, de los ferroviarios. En Alemania, luego de los combates de enero y de marzo de 1919, el movimiento alcanza su punto culminante, luego de la caída de Kapp, en marzo de 1920.” (TESIS SOBRE LA SITUACIÓN MUNDIAL Y LA TAREA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA, Redactado por Trotsky y Varga).
La revolución de 1918 en Alemania
A mediados de 1918 la población alemana estaba extenuada por la guerra. Los líderes militares como el tristemente célebre general Ludendorff, el mariscal Hindenburg y el estado mayor del ejército deciden que no podrán ganar la guerra y tendrán que negociar el armisticio. Para llevar a cabo esto, logran que el emperador Guillermo II ceda el poder al parlamento apoyándose en el Partido Socialdemócrata Alemán, y dos partidos de liberales, el Partido Demócrata y el Partido Centro Católico. Inmediatamente el nuevo gobierno comenzó a negociar la paz con la Entente. Pero esta maniobra en la superestructura no le resultó a la burguesía. Así es que la revolución comienzó en Noviembre de 1918, con el alzamiento de los marineros de la flota de guerra Kiel, quienes se negaron a obedecer las órdenes de sacar la flota al mar del norte para realizar una última intentona de batalla contra los ingleses.
Este alzamiento se expandió por todo el país, forzando el 9 de Noviembre la caída del Káiser Guillermo. Este proceso político y social era de extrema importancia, ya que planteaba la posibilidad de la expansión de la revolución soviética al resto de Europa, pero no solo eso, sino que un triunfo proletario en Alemania, planteaba la posibilidad de construir una sociedad más igualitaria, con lo más avanzado de la técnica capitalista, premisa fundamental para la construcción del socialismo: “En el mes de noviembre (1918), en el curso de una semana, la revolución se extendió en toda Alemania. La marea revolucionaria, después de haber sumergido a Berlín, arrolló las otras ciudades. Fue un fenómeno espontáneo (…) Por todas partes ondeaban las banderas rojas, cintas rojas en cada ojal y los rostros estaban sonrientes, casi que los días oscuros y lluviosos de noviembre hubieran llevado a la primavera…” (Paul Frolich, Rudolf Lindau, Albert Schreiner, Jakob Walcher, Revolución y contrarrevolución en Alemania 1918 -1920).
El 7 de noviembre la revolución abarcaba todas las ciudades costeras. En los días siguientes abdicaron todos los príncipes gobernantes en los demás Estados alemanes. En este proceso de lucha los socialdemócratas proclamaron la república alemana, presionados por el temor a que los Espartaquistas, comandados por el recién liberado Karl Liebnecht, se adelantasen y pregonasen la Republica Socialista. Los Espartaquistas eran una escisión del Partido Socialdemócrata Alemán fundada en 1916 y su nombre salió de una revista llamada Cartas de Espartacus, en alusión al líder esclavo que puso de rodillas al imperio romano.
El 10 de noviembre fueron surgiendo órganos de poder dual, entes vivos de la revolución que chocaron con los órganos de poder del Estado burgués mismo. Se organizó un consejo de obreros y soldados que rivalizaba con las nuevas instituciones del Estado burgués y con los representantes y sindicalistas socialdemócratas, que fueron desplazados por los representantes de los consejos.
El fracaso de los Espartaquistas
La socialdemocracia junto a sus sindicalistas, comenzaron a maniobrar para vencer a los organismos obreros. Es así que pactaron con la burguesía alemana que los representantes sindicales garantizaran una producción ordenada, terminar las huelgas, hacer retroceder la influencia de los consejos e impedir la socialización de la propiedad productiva.
El Consejo de Representantes del Pueblo presentó el 12 de noviembre su programa de gobierno. Este levantaba el estado de sitio y la censura, abolía la ordenanza de servidumbre y establecía el derecho al voto desde los veinte años, por primera vez también para las mujeres. Todos los prisioneros políticos recibieron amnistía. Se promulgaron las libertades de asociación, reunión y de prensa. Partiendo del Acuerdo de Comunidades de Trabajo se estipuló el día de trabajo de ocho horas, ayuda a los desempleados y se amplió el seguro social y de accidentes.
En enero, los Espartaquistas fracasaron en un intento de insurrección obrera. Las consecuencias son funestas: “A Rosa Luxemburgo le quebró la cabeza el soldado Runge con la culata del fusil. Pero eso no alcanzó: el teniente Vogel le disparó un tiro en el cráneo antes de echarla en el canal del puente Liechtenstein. Karl Liebknecht fue asesinado con un tiro en la frente por la banda del capitán Pabst.” (Marxismo Vivo - Nº 20 - 2009).
Como ya mencionamos, esta derrota sería nefasta para la historia del movimiento obrero, aquí se decidió en cierto sentido el destino del Partido Bolchevique y la instauración de fascismo en Europa. Pero las lecciones que deja este proceso revolucionario son valiosísimas, en tanto que nos enseña que la revolución puede cernirse y abalanzar su espada en contra de las clases explotadoras, pero siempre hace falta el factor subjetivo, es decir, el partido u organización que ayude en el desarrollo de la conciencia de las masas explotadas para instaurarse en el poder político y partiendo de ahí, iniciar una empresa mucho más difícil, la de construir el socialismo.