Por Nahuel Moreno
Hace 54 años se produjo un gran acontecimiento revolucionario en Argentina: el Cordobazo, una semi insurrección obrera y popular contra la dictadura militar. Reproducimos a continuación fragmentos de dos textos olvidados de Nahuel Moreno, que contienen un análisis marxista y definen una política revolucionaria para incidir en dichos acontecimientos.
El día que cambio la argentina
Nadie lo pone ya en duda. El 29 de mayo de 1969 es el día que ha dividido como un tajo la historia argentina. “Antes del Cordobazo” y “después del Cordobazo” son ya dos épocas, dos etapas de signo opuesto en la lucha de ciases en Argentina. Allí se inició un proceso de ascenso del movimiento obrero y de sus luchas populares, accidentado camino que todavía estamos recorriendo.
No creemos necesario insistir, por conocida, en la crónica de los acontecimientos que desembocaron en las heroicas jornadas del 29 y 30 de mayo, las luchas del comedor estudiantil de Corrientes, el “primer Rosariazo” y, finalmente, el hecho decisivo, la irrupción del movimiento obrero en el Cordobazo. A dos años de esas luchas, nos parece más importante insistir en otra cosa, en el significado de esos acontecimientos, en su interpretación política.
No se ha cerrado todavía la etapa abierta por las jornadas de Córdoba y ya son toneladas la tinta y el papel gastados por diversos teorizadores, pretendiendo deformar y oscurecer la esencia de la etapa abierta en 1969. Tanto desde las filas de la burguesía, como desde los sectores de ultraizquierda, esa labor es permanente.
El estallido de Córdoba puso a los activistas obreros y estudiantiles en un terreno infinitamente más favorable para la lucha contra el régimen. Pero, también plagado de mayores peligros y responsabilidades. ¿Qué significaba la nueva etapa abierta? ¿Cuáles eran los peligros? ¿Qué tareas fundamentales debían ser encaradas? (…)
Se ha abierto una nueva etapa
Los hechos que han sacudido a la Argentina, durante los últimos quince días de mayo de 1969, son elementos determinantes de un cambio cualitativo en la situación. Con estos hechos se abre una nueva etapa pre revolucionaria. Independientemente de los altibajos que se puedan detectar, estos hechos quiebran la etapa anterior, defensiva, para inaugurar un proceso distinto, en el que las masas comienzan a pasar a la ofensiva. La Argentina se incorpora así, con todo, al proceso revolucionario de América Latina. El retraso en que estábamos se supera y pasamos a formar parte de la vanguardia revolucionaria, que enfrenta a escala internacional, la reacción y la contrarrevolución. Este hecho es la conclusión más general, pero la más importante, del análisis de los últimos acontecimientos. Determinante de esta nueva situación ha sido la reincorporación de la clase obrera al proceso de movilizaciones que inició el movimiento estudiantil. Si bien el vuelco de la clase obrera a las calles no ha sido general en todo el país, las manifestaciones en Córdoba y Rosario en especial, con métodos y espíritu de lucha cualitativamente distintos a períodos anteriores, marcan la tónica general. (…)
(….) la situación nacional después de las grandes huelgas generales
Ha comenzado el ascenso revolucionario. Con las semi insurrecciones que se dieron en Rosario y Córdoba, principalmente en esta ciudad, ha comenzado el ascenso revolucionario más espectacular conocido en los últimos 30 años en el país. Superior al del 1943-1947, 1952-1959 o 1961-1965 en sus respectivos comienzos.
Este comienzo del ascenso ha provocado la maduración de una situación prerrevolucionaria en el país, caracterizada por:
Una situación crítica, inestable, del gobierno provocada por la disputa entre los distintos sectores burgueses entre sí y con el gobierno, y fundamentalmente, por el ascenso del movimiento obrero y de masas que agudiza todas esas contradicciones.
La oposición creciente al gobierno de la pequeño burguesía urbana y rural a la que se ha sumado la burguesía nacional en su conjunto, como consecuencia del avance de los grandes monopolios protegidos por el onganiato.
La disposición para la lucha del movimiento obrero, demostrada en las dos grandes huelgas generales del 15, 29 y 30 de mayo de 1969, a pesar de la evidente debilidad de la segunda huelga por la deserción de la dirección vandorista (seguidores del burócrata sindical Augusto Timoteo Vandor). Muchas fábricas de los gremios cuyas direcciones vandoristas o centristas ordenaron no parar, lo hicieron, demostrando así los sentimientos de la base obrera.
El surgimiento de una vanguardia estudiantil y obrera dispuesta a la lucha contra el gobierno. Esta vanguardia es revolucionaria o con tendencia a tener posiciones directamente revolucionarias, con gran influencia en el movimiento de masas. Vemos también la formación durante las grandes luchas de embriones de nuevas direcciones y organizaciones de masas provocadas por la unidad obrero-estudiantil, como las coordinadoras. (comisiones de barrio y las coordinadoras obrero-estudiantiles).
No debemos confundir la iniciación con el desarrollo de la nueva etapa, que inevitablemente va a tener sus flujos y reflujos, diferentes momentos y que será relativamente prolongada, varios años como mínimo. En este momento, por ejemplo, estamos presenciando un reacomodamiento del gobierno, los sectores burgueses y la propia burocracia sindical ante el ascenso. Esto puede provocar
una cierta confusión o retroceso momentáneo y su consecuencia puede ser que no haya por un buen tiempo otra huelga general. Sin embargo, seguiríamos en la etapa abierta de ascenso, que no puede vivir permanentemente en un proceso de huelgas generales o masivas. Este retroceso momentáneo no afecta para nada el nivel de experiencia y conciencia adquirido por el movimiento obrero y estudiantil, como por la vanguardia. Por el contrario, sirve para que esa experiencia se enriquezca, se acumulen fuerzas, se sometan a prueba a las distintas direcciones y programas, como para que se reagrupen las fuerzas. Este proceso que sólo el ascenso permite, llegado a un momento determinado, volverá a estallar a un nivel más alto que los primeros estallidos. Así ocurrió en el Uruguay, así ocurrirá en nuestro país. La dinámica de la lucha de clases en este ascenso que recién comienza, nos lleva a nuevos estallidos insurreccionales muchos más fuertes que los primeros.
Comprender las tendencias profundas de la realidad del ascenso, distinguirlas de las apariencias de sus diferentes momentos, es una necesidad imperiosa para no confundirnos con éstos.
Estas tendencias profundas nos llevan inevitablemente a enfrentamientos cada vez más agudos del movimiento de masas con el régimen.
El significado del Cordobazo
Lo que ha ocurrido en Rosario y principalmente en Córdoba tiene un nombre muy claro, ha sido una semi insurrección. Habrá que ajustar muy bien el estudio de lo acontecido en Córdoba, para ver si no empleamos mal los términos y lo que ocurrió allí no es directamente una insurrección. Nos inclinamos en principio por el término de semi insurrección, debido a la falta de lucha armada en serio.
Tanto en Rosario como en Córdoba, hemos presenciado el encuentro de los obreros y los estudiantes con las fuerzas represivas, como la derrota de éstas. Es decir, uno de los principales brazos armados del régimen, la policía, fue puesta en retirada por las fuerzas populares. Es la primera vez que esto ocurre desde la semana trágica de 1919, y posiblemente desde la huelga general de apoyo a la gran huelga de la construcción de 1935.
Esta derrota policial se produjo como consecuencia de la concentración de estas fuerzas en los centros de las ciudades, para impedir su copamiento por las fuerzas obreras y estudiantiles, con apoyo de la población. Esto permitió un cercamiento de la policía por el pueblo en lucha, que con las molotovs y las barricadas fue capaz de atomizar primero, agotar después y provocar una estrepitosa retirada, por último, de las fuerzas policiales. Esta es una colosal conquista y triunfo del movimiento revolucionario.
En Rosario, este proceso se detuvo allí, ya que la intervención del ejército para imponer el orden, fue suficiente para frenar la movilización popular. No ocurrió lo mismo en Córdoba, puesto que el ejército intervino violentamente, originando por su actuación una situación semi insurreccional, de lucha civil, aunque por falta de dirección no fue respondida en la misma forma por el movimiento obrero y estudiantil. Hubiera sido suficiente que los trabajadores se hubieran armado para responder al fuego del ejército, para que la guerra civil y la insurrección hubieran sido un hecho. La debilidad que se tenía en el enfrentamiento a la policía, la falta de armamento, que no impidió la victoria parcial contra ésta, se reveló fatal al entrar en escena el ejército. Pero la intervención del ejército tuvo un aspecto positivo para el movimiento revolucionario: demostró la debilidad intrínseca de éste, dada su composición.
En Córdoba había condiciones objetivas más que suficientes para lograr que los soldados y gran parte de la sub oficialidad se pasara del lado de la revolución. Muchos informes confirman esa perspectiva, que es la decisiva en toda perspectiva insurreccional: el paso de la base del ejército a las filas de la insurrección. Lo que faltó en Córdoba, como en Rosario, fue un partido revolucionario que supiera movilizar y organizar a las masas para la insurrección. Si ese partido hubiera existido, hubiéramos logrado armas para los obreros y estudiantes, como así también hubiera sabido elaborar un plan insurreccional para golpear a las fuerzas de la reacción en sus puntos neurálgicos.
Los verdaderos revolucionarios deben prepararse para esta perspectiva, para superar las molotovs y las barricadas, conquistas ya definitivas del movimiento obrero y estudiantil, capacitarse para enfrentar a la policía, lograr el armamento popular, enfrentar al ejército a través de un plan, para dar vuelta a los soldados y la sub oficialidad en favor de la insurrección.