Afeita tu cuello, Micheletti
Gregorio Echeverría
Una mañana de estas —no entre sombras— ha de llegar
el canto hasta tus ventanales / como de piches amarillos
entretejiendo sus ramillas y unas briznas de pasto / también
ha de trepar a tus balcones un perfume de pasifloras
y de nardos / guárdate de esos trinos y del aroma sospechoso
no vayas a manchar con tus manos la corona que acompaña
a los desterrados y a los muertos / no corras al espejo turbio
porque el espejo nada querrá saber de tus ojeras de cadalso
ni preguntes a tus esbirros por qué cantan los que cantan
que las bestias no entienden de pentagramas ni poemas
vístete como Dios manda para tus entenebrecidos funerales
el barón de Samedy anda suelto por las calles / atraganta
tus orejas con tapones de cera / sella con tu excremento
y tus orines los ojos que no supieron ver al campesino
y al obrero / atornilla tus labios y calcina tu lengua que no tuvo
palabras para el hambre / enjuaga tus calzones cagados
que los verdugos no vayan a decir que al llegarte la hora
tu cobardía pudo más que tu vergüenza / muérete como mueren
los bastardos / con dos arrobas de estiércol en las manos
unta tu cara y adoba tus entrañas / púdrete en el infierno.