Por Herbert Vargas
No hay respuesta simple a una pregunta clara y compleja. Si pensamos en la organización política progresista bajo los esquemas provenientes de categorías marxistas clásicas, la respuesta contundente es no.
Para aproximarnos a una respuesta es menester estudiar a la sociedad salvadoreña actual, cuya principal característica es la desterritorialización, es decir que la salvadoreñidad o el ejercicio de ciudadanía no se ejerce únicamente dentro del territorio geográfico sino desde todo el mundo. Tal fenómeno constituye un tinte diferencial respecto a las sociedades de los países vecinos.
Resultado del fenómeno de la migración, provocado a su vez por el neo liberalismo, aparecen amplios sectores de la sociedad que no caben en las definiciones clásicas provenientes de los marxismos. Por ejemplo, la economía del país no es sostenida por el engranaje de la actividad burguesa criolla a través de la explotación de la clase trabajadora cuyos tributos son (mal) administrados por el Estado. Las cifras de envío de remesas durante la primera mitad de 2021 alcanzó el récord de casi $4 mil millones, lo que implica 46% de incremento respecto al año anterior. Este fenómeno resultante perenniza la ilusión del consumo y por tanto la aparición de lumpenproletarización de la sociedad que no basa su actividad económica sólo en la venta de su tiempo de vida sino actividades enmarcadas en la economía subterránea.
¿De dónde proviene la conciencia social y de clase?
Destaco dos vertientes: 1. El influjo y transmisión cultural a través de la educación, las artes, aprendizaje de sus pares. 2. Del tormento mismo de la existencia del individuo parte de las clases subalternas.
Sin embargo, el sistema a través del ciclo migración-remesa-consumo-migración, atenúa la realidad propiciando la ilusión de un estado de cosas que termina siendo naturalizado, mientras la psique colectiva y el inconsciente del individuo permanece bajo constante bombardeo de mensajes efectivos que moldean el pensamiento y la conducta, fundamentalmente orientados hacia el consumo pero alejándolo del conocimiento de la realidad imperante.
Paradójicamente, el sector que más y mejor estudia las variables e indicadores de la sociedad no es la academia sino el mercado, a través del constante rastreo de insumos cualitativos y cuantitativos que permitan orientar la emisión de mensajes para incorporarlos en el ciclo de consumo. Estas herramientas también son utilizadas efectivamente en estrategias de comunicación política y programación neurolinguistica para moldear la percepción que la ciudadanía tiene sobre la situación del país, muy lejana de la realidad verificable.
La mayoría de personas no comprenden que significan las categorías o definiciones de "izquierda" o "derecha"; "conservadurismo" o "liberalismo". Sin mayor dificultad, encontramos que estos amplios sectores sociales, son proclives a la apatía, al conformismo, especialmente respecto a la realidad política, naturalizando el discurso anti ideologías, que es ideológico en sí mismo: "si no trabajo, no como", es el estribillo falaz más repetido.
¿Qué hacer entonces?
La historia de las organizaciones políticas centroamericanas que buscaban subvertir la tiranía militar durante la mayor parte del siglo pasado, nos muestra que en aquel momento el éxito organizativo descansó en la identificación del elemento aglutinador del esfuerzo colectivo, es decir que aquellas movilizaciones de las clases subalternas fueron posibles no como resultado de reflexiones teóricas o filosofales profundas, sino de la identificación efectiva del anhelo inmediato de los pueblos que era la derrota política del yugo de los regímenes militares. Lo resumo así: primero tumbemos la tiranía militar y luego construimos un nuevo estado de cosas, aunque esta última parte quedó pendiente.
Desde el 1 de junio de 2019, El Salvador enfrenta un grave retroceso político, económico, social. Los avances logrados desde la firma de los acuerdos de paz del 16 de enero de 1992 entre el Estado y la guerrilla del FMLN, fueron destruidos en cuestión de meses por el régimen de turno que logró en las urnas una apabullante victoria electoral en febrero de 2019. La Constitución de la República de 1983 será destruida por la bancada legislativa oficial. El ejecutivo de turno controla los otros dos órganos de Estado, las fuerzas armadas, la policía, el fiscal general y la tercera parte de jueces de la República. Los partidos políticos tradicionales, entre ellos el FMLN, han sido relegados a la irrelevancia. Y todo lo anterior se explica porque el régimen de turno, comprendió efectivamente a través de estrategias de comunicación política, las características de la sociedad actual salvadoreña, lo que le permitió construir un discurso que apeló al pathos, a las emociones que subyacen en los amplios conglomerados de la sociedad, aprovechando las desviaciones, yerros y contradicciones de los partidos políticos tradicionales con especial énfasis en el FMLN que, entre otros factores exógenos, en lugar de corromper al estado de cosas se corrompió a sí mismo al verse inundado de las nauseanbundas aguas de la (mala) administración del neoliberalismo.
El régimen de turno, estudia constantemente las variables de las audiencias. Conocen bien qué piensan, creen y sienten. Saben que casi la mayoría de la población salvadoreña en el territorio es menor de 40 años y por tanto no conocen ni saben qué significa la concentración de poderes, la tiranía militar o la dictadura.
El régimen salvadoreño sabe que los amplios conglomerados humanos están más preocupados por su subsistencia que por entender la realidad histórica y política del país. El régimen mantiene ocupada la mente de las personas presentando la espectacular propaganda que les ofrece un satélite en el espacio o un hospital para chuchos en lugar de soluciones concretas a la violencia social, la grave crisis económica familiar, el altísimo endeudamiento público o el acceso a agua potable. Y todo lo hace porque sigue el principio básico del entretenimiento y la comunicación: know your a udience (conoce tu audiencia)
Los amplios sectores de la sociedad, las clases subalternas, no controlan los influjos culturales desde los medios de información o la educación, pero sí pueden definir y comprender sus cotidianidades.
Ante las circunstancias actuales de la sociedad salvadoreña, pretender imponer concepciones políticas teóricas clásicas o tradicionales es absurdo si comprendemos que es la realidad la base y desde donde se extrae evidencia para la teoría política y no al revés.
El esfuerzo político supone el desafío de partir del ideario de las amplias mayorías de la sociedad, sistematizar los saberes, sentires y pensares y devolver a esos amplios segmentos de la sociedad una plataforma mínima que les represente.
Existen subjetividades que subyacen el saber colectivo que pueden y deben aprovecharse. Toda persona sin distingos de posición política e ideológica reconoce el valor de la justicia, la solidaridad o la paz. Una plataforma mínima de consenso que gravite en torno al respeto de los derechos humanos, la República, la justicia social, la equidad de género, la igualdad de derechos o la defensa de la naturaleza, será difícil de rechazar. En términos prácticos es menos pretencioso comenzar desde lo que ya se siente, piensa y cree, que imponer a los amplios sectores sociales conceptos políticos ideológicos predeterminados o tradicionales ante la ciudadanía que no en pocos casos desconocen su propia situación en el estado de cosas.
Así que, otro mundo es posible, otro país es posible, otra Centroamérica es posible, si comprendemos primero la realidad imperante.