El 2 de julio el Tribunal Supremo Electoral (TSE) convocó a la segunda vuelta del proceso electoral 2019, dando por válido el resultado de la votación para presidente y vicepresidente en la primera vuelta. Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y Alejandro Giammattei, del partido Vamos se disputarán la silla presidencial en medio de la peor crisis institucional desde la inauguración del régimen constitucional en 1985.

Crisis en el régimen democrático burgués

Guatemala es el bastión del conservadurismo en Centroamérica y la ciudad capital el eje de ese conservadurismo desde el establecimiento colonial, pasando por la institucionalidad burguesa más fuerte del istmo, quizá solo superada por Costa Rica –hoy también en crisis–. La ejecución de una atípica elección el pasado 16 de junio ha demostrado a todas luces la crisis interna del régimen democrático burgués. La voluntad de poder de la burguesía nativa oligárquica no ha mermado, pero sí los mecanismos e instituciones por las cuales se ejerce ese mismo poder.

Los acuerdos y desacuerdos entre la oligarquía tradicional y las diferentes facciones de la nueva burguesía (maquilera, militar, traficante de mercancías y narcotraficante), en lugar de afianzar la libre concurrencia política habitual a las democracias liberales clásicas, profundizan la crisis y la lleva al borde del desequilibrio político, por no decir bancarrota. Esta situación históricamente atípica siempre le ha abierto el camino a la participación política directa de las masas populares o a su contraparte, la movilización reaccionaria de las castas militares, un factor de poder en la convulsiva Guatemala de los cuarteles y los cuartelazos.

Una pesadilla a todas luces para los yanquis, que aún no logran cerrar la caja de pandora abierta por ellos mismos en 2015, por medio del Plan Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica, que buscaba llevar a cabo reformas en el régimen caduco de 1985 por medio de la presión económica, política y judicial para persuadir a sus interlocutores naturales en Guatemala, la burguesía oligárquica,  separándolos del modus operandi de los nuevos ricos que por medio de la corrupción estatal como método de acumulación originaria de capital, amasaron sus fortunas durante el ejercicio directo del poder por la casta militar (1954-1985) y del burgués-burocrático (1985-2019).

La democracia restringida en Guatemala: ¿Un régimen burgués quebrado?

A la sombra de la bota militar, del tirotear al “enemigo interno” en calles, plazas y montañas y con la venia de los sostenedores materiales del Estado burgués terrorista guatemalteco (1960-1989), el imperialismo yanqui, en 1985 se llamó a la Asamblea Nacional Constituyente que cambiaría el régimen político en Guatemala. La intención era transformarlo, de una dictadura militar que hizo uso “racional de la fuerza” del Estado para destruir a toda la oposición política al status quo neo-colonial inaugurado por la contrarrevolución de 1954, en una débil democracia burguesa de carácter restringido y de la mano de los mismos militares que habían llevado a cabo la masacre continuada contra la propia población civil. 

Esa maniobra, a la que nosotros hemos enmarcado como reacción democrática burguesa, no es otra cosa que cambiar el carácter del régimen político caracterizado por una dictadura militar agotada frente al auge y la efervescencia de las masas, para evitar de esta manera la caída del Estado burgués, y de la clase burguesa como clase dirigente y dominadora de la estructura estatal. Cambiar al militar por los encorbatados políticos como representantes y cuidadores de los intereses de la burguesía, dejar las balas y pasar a la demagogia. Esta es una táctica utilizada efectivamente por el imperialismo para pacificar la zona y con la ayuda de las direcciones pequeñoburguesas de las guerrillas centroamericanas; pactar la derrota de la revolución centroamericana (1979-1996), que concluiría con los acuerdos de paz en Centroamérica como la más apropiada lápida.

Ese régimen democrático burgués y los métodos enmarcados en la constitución 1985 por los cuales la burguesía ejerce su poder, han quedado ya caducos; como la dictadura en su momento, se ha agotado ante la fuerza y el peso inaudito de las contradicciones de clase en la señorial Guatemala. Las elecciones pasadas solo manifiestan la amplificación de las diferencias internas entre las diferentes fracciones de la burguesía nativa y las nuevas burguesías en Guatemala, para terminar de una vez por todas con la controversia y la polémica causada por el Plan Alianza para la Prosperidad y el acelerado proyecto del gobierno demócrata de Obama para reformar y de esa manera oxigenar los regímenes democrático burgueses en Guatemala, El Salvador y Honduras.

El auge del discurso extremista de derecha es solo una de las formas retóricas del punto muerto al que han llegado los desacuerdos inter burgueses por el control del aparato estatal; esto quiere decir, la formula por la cual la burguesía oligárquica y las nuevas burguesías emergentes buscan restaurar el estado de cosas que había antes del intento de reacción democrática proveniente de los Estados Unidos. Por ejemplo, la oligarquía nacional respaldó al gobierno de Jimmy Morales en su agrio conflicto con la CICIG, y antes financió ilícitamente su campaña electoral, pero sabe que no le conviene una nueva edición del gobierno del FCN, basado en el respaldo de los militares y la extrema derecha, pues solo profundizaría la crisis e inestabilidad política, que a su vez ampliaría la crisis económica causada por la poca certeza que deriva de la continuada crisis de régimen.

Toda la carne de la burguesía al asador:

En esta elección la mayoría de los casi veinte partidos que concurrieron a las elecciones presidenciales representan desde la extrema derecha, derecha, centro y centro izquierda a grupos burgueses y pequeño burgueses, síntoma de la división interna dentro de la clase dominante, que manifiesta su incapacidad hoy día para poder concurrir unidos frente a la ya arraigada crisis de régimen. Por su lado, la gran burguesía ha guardado silencio, al igual que la Embajada de Estados Unidos ante los afónicos gritos de fraude electoral en todo el país, pues estos llamados de sirena no corresponden a lo pactado en las altas cúpulas del poder neo colonial, en donde la ficha que se esgrime fue beneficiada del fraude. La ex primera dama Sandra Torres es la ungida favorita, a pesar de los recelos que provoca, de la burguesía nativa y del imperialismo para estabilizar la economía y limar los espacios comunes más espinosos de la crisis política.

Es por esto que la salida a la que le apuesta el imperialismo aquí es la misma que en Honduras frente al fraude electoral de 2017, que no es otra que llegar acuerdos con el capital nacional para que las reformas las aplique el virtual gobierno bonapartista de Sandra Torres y sus amigos, como el ex canciller de Otto Pérez y Jimmy Morales, Carlos Raúl Morales. Esta es una señal incuestionable de que la “abrasiva” ex primera dama y líder de la burguesía emergente maquilera llegará a acuerdos con los sectores tradicionales, evitando polémicas como la que protagonizó Thelma Aldana al sentar en el banquillo de los acusados a los hijos de la oligarquía nacional, o la inseguridad que conlleva la hija del clan Ríos Montt ante sus coqueteos extremistas de derecha. Tanto los gringos como los oligarcas prefieren antes que la retórica ideológica exaltada, la estabilidad necesaria para la buena marcha de sus negocios.

Esto se demuestra también en el reojo con el cual se mira al eterno perdedor Alejandro Giammattei, que ante la atípica situación electoral llegó a estar cerca, como nunca antes, de la guayaba. Efectivamente, Giammattei para el Departamento de Estado es un interlocutor volátil y poco confiable, casi al grado de Zury Ríos; sería repetir la carta del outsider que apabulló a Torres en la figura de Jimmy Morales, pero con el tiempo se ha vuelto un dolor de cabeza para los círculos de la diplomacia en Washington.

Es por eso que para salir del impase de la profunda crisis del régimen en la que se encuentra el país, y que más que disminuir se profundizó tras las elecciones generales del pasado 16 de junio, podemos ya describir algunas características que degradan las formas por las cuales la burguesía ha ejercido su poder durante los últimos treinta años. La democracia burguesa, en lugar de oxigenar el ejercicio del poder burgués, lo ha degradado, tanto que la extrema derecha ante el miedo reaccionario a las masas, canta fraude para promover un particular golpe de Estado que estabilice su control de clase frente a la población en general.

Sin dudarlo a la burguesía hoy se le agotan los métodos para ejercer plenamente el poder, no dudará ante su última carta Sandra Torres, que no es la que más le agrada, pero es la única que le asegura un poco de paz social que aminore las contradicciones de clase para la buena marcha de los negocios.

Por su lado, los imperialistas, ahora encabezados por el círculo de Trump, le apuestan a estabilizar la zona, no teniendo como enemiga a la burguesía guatemalteca, sino como una aliada para implementar las necesarias reformas que le den aire al desacreditado régimen democrático burgués neo-colonial dejado después de la derrota de la revolución centroamericana. Por ello tiene toda la confianza en que Sandra Torres será una interlocutora confiable ante la creciente degradación de los niveles de vida en Guatemala, un paliativo que ayudará a restablecer mediante la confianza, la economía y las inversiones del capital nacional y extranjero.

¡Llamamos a votar nulo!

Las opciones para la segunda vuelta son, o una reedición del gobierno militarista del FCN y Jimmy Morales en la figura de Giammattei, o una Sandra Torres respaldada por el imperialismo y la oligarquía con la misión de estabilizar el régimen político y la economía. Ninguno representa los intereses de las y los trabajadores, los pueblos indígenas, los campesinos, los estudiantes, las mujeres, las clases populares y el pueblo en general. Por eso llamamos a anular nuestro voto en esta segunda vuelta de elecciones, como manifestación de nuestro rechazo a las candidaturas y al régimen político burgués. La crisis del orden burgués solo puede ser solucionada por las fuerzas populares mencionadas, mediante la organización consciente que derive en la lucha por el poder, para desplazar a la burguesía cada día más incapaz de dirigir coherentemente los destinos de la sociedad.

Centroamérica, 23 de julio del 2019

Secretariado Ejecutivo Centroamericano (SECA)

Partido Socialista Centroamericano (PSOCA)

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