Por: Rodrigo Orellana.
La dirección de la integración de la convivencia y armonía ciudadana dentro del Estado, comprendida dentro del concepto de Seguridad Publica, bajo la que se desarrolla el plan El Salvador Seguro, no ha rendido lo esperado, pese a las alocuciones apologéticos del Ejecutivo, y de sus socios, sobre el exceso de a fuerza punitiva, sin embargo el escenario contradice la falsedad que se ha hecho eco de las políticas de seguridad.
El discurso falaz
Según un estudio reciente de la Fundación Hanns Seidel, en asistencia técnica de la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE), El Salvador sigue siendo el país más violento del Istmo, además, los desconcertantes datos reflejan que tanto victimas como victimarios oscilan entre las edades de 13 a 29 años, la juventud trascendente es sobre la cual se manifiesta este problema social, que proviene en mayor número de las zonas populares y rurales, las auto atribuciones de éxitos en las operaciones contra las estructuras pandilleriles, seguidas por el cercamiento territorial de las zonas asediadas por las maras y pandillas, son falsas en el sentido que son jactancia del uso excesivo de la fuerza y de la impunidad de las ejecuciones extrajudiciales con las que han operado los encargados de la criminalización secundaria.
El segundo Gobierno del FMLN intenta demostrar que la violencia y delincuencia se está resolviendo a partir del índice de homicidios que muestra un descenso, los lugares donde inició la primera fase del Plan El Salvador Seguro, han bajado los homicidios de 1,746 registrados en 2015 a 914 en 2017, en base a ese dato confían que el 2018 cerrará con 52 homicidios por cada 100,000 habitantes, ahora bien estas cifras no mecánicamente significan una deflación de la inseguridad, muy por el contrario, están manifestando el viraje de las maras y pandillas a su modus operandi, regresando a la actividad clandestina ex tregua, siendo poco a poco menos visibles y más cautelosas. En nada ha cambiado la inseguridad, la violencia y delincuencia es tan latente, que para visibilizar la reducción al índice de homicidios las autoridades se han enfocado en el despliego militar y policial fiero, que recrudece la situación al cobrarse más víctimas inocentes que contrincantes.
Esquemas que se conservan
Si bien, el problema de la violencia está muy relacionado al fenómeno pandilleril, pese a ello, no toda la violencia surge a partir de las maras y pandillas, hay otras vertientes, el error en común que los Gobiernos han tendido hasta el momento es que, se han centrado en el combate al fenómeno, repitiendo los patrones de la guerra civil en la posguerra, sin abordar al tratamiento de la causa, lo que imposibilita una salida de esta situación, muy por el contrario, las maras y pandillas fueron llevadas a ser el pretexto para lucros económicos a partir del flagelo por un sector de la empresa privada y por otra parte, la excusa para escalonadamente, militarizar la sociedad. A lo estructural no se le da el procedimiento necesario que sea incluyente, genere oportunidades de trabajo y estudio e integración y reinserción social del delincuente o potencial en su efecto, por tales motivos este problema es algo con lo que los seis gobiernos neoliberales han venido alternando sus soluciones parches sin llegar al meollo del asunto.
Un futuro desalentador
Del gobierno de turno no se entrevé una salida, simplemente le queda apegarse a su fracasado plan, mientras tanto en la campaña electoral, no se oferta una salida contundente al problema, el candidato de ARENA dice reducir el baño de sangre, frenando la guerra social, pero no es sincero en especificar como lo hará, de cualquier manera, la solución no es la masacre, la continuidad de la estigmatización y criminalización de la juventud pobre. En tales circunstancias es correspondencia única de los trabajadores construir una propuesta en acción que de por terminado los altos índices, la inseguridad y la desarticulación de las maras y pandillas, sobre lo cual debe valorarse el hecho de que son organizaciones delincuenciales trasnacionales, involucra a la región, pero sobre todo involucra a nuestra juventud de escasos recursos que continúa siendo su base social.