Por: Salvador Belloso

La izquierda salvadoreña tuvo desde el inicio de la posguerra, amplias garantías y oportunidades de participación democrática, las cuales eran imposible de ejercer durante los años de la dictadura militar. Con la conversión de la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en partido político legal, éste consolidó la mayor parte de fuerzas progresistas del país, y tras de él se concentraron grupos de la izquierda revolucionaria, quienes posteriormente se fueron separando conforme el partido fue siendo un apéndice del sistema.

Situación que se consolidó cuando conquistó dos victorias presidenciales consecutivas; en la década del FMLN como Gobierno, se diferenciaron 5 tipos de organizaciones de izquierda, la más fuerte gracias al control burocrático estaba representada por el mismo FMLN, luego estaban los pequeños grupos que acompañaron mediante apoyo crítico a dicho partido, pero luego se separaron cuando no pudieron seguir renta política de él.

Otros aunque fueron críticos, en su naturaleza promulgan a día de hoy la misma visión política, y además está la izquierda revolucionaria, donde existen organizaciones en donde estamos las que hemos evolucionado al trotskismo, sin embargo nos hace falta avanzar en aspectos unitarios tomando en consideración el cambio en el régimen, situación que nos impone el deber de superar viejos vicios en aras de consolidar las fuerzas obreras y populares necesarias para sentar bases de lucha unitaria, programática y reivindicativa. El Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), ha ido en dicha sintonía.

El vacío de la izquierda

El FMLN por años bajo la dirección de antiguos cuadros del Partido Comunista Salvadoreño, en su visión reformista adoptaron la línea de adherirse al sistema pero con la salvedad de no ser absorbido, los resultados fueron diferentes, al final si bien se afianzó como el único partido izquierdista con presencia en la Asamblea Legislativa (AL), pero al costo de ser la variante de la Derecha representada en Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), esta dualidad fue el Pilar del binomio izquierdista-derecha que consolidó a ambas fuerzas políticas como los pilares del bipartidismo treinteno, cediéndose el oficialismo y la principal oposición en tres décadas, generando el hartazgo que derivó en el ascenso de Nayib Bukele.

De los 35 diputados que logró obtener en el año 2009, en las últimas elecciones legislativas de 2021, es decir, a un poco más de una década después, es tan garrafal su debacle que solo tiene 4 diputados, frente al gran bloque oficialista de Derecha que entre Nuevas Ideas (56) y 5 de Gran Alianza para la Unidad Nacional (GANA), ha tenido que coincidir con su antiguo rival ARENA, en puntos referentes a la defensa de la Constitución y a los ataques contra la democracia que propina Bukele quien pretende consolidar su régimen bonapartista, triste situación para el partido que pudo revertir el modelo neoliberal pues en su lugar lo remozó y disfrazó transformaciones sociales con programas asistencialistas.

La intención de poner de manifiesto la situación de la izquierda salvadoreña en este artículo es para recuperar la identidad perdida desde hace tiempo, por un buen tiempo mal representada por el FMLN, no debe interpretarse como un planteamiento para recuperar a dicho partido, todo lo contrario, debemos marcar diferencias y construir independientemente.

¿En dónde se debe buscar la identidad?

El espacio que ha dejado el FMLN como representante de izquierda, bajo ningún punto debe interpretarse de manera oportunista como el momento para ocupar su lugar, debemos sacar lecciones históricas para reconstruir nuevos procesos. En el contexto actual se han desarrollado diferentes marchas en contra de Bukele en donde han florecido diferentes tipos de reivindicaciones generales, específicas y sectoriales, la mayoría del tipo patriótica lo cual demuestra influencia de grupos progresistas,  pero giran sobre el respeto a la institucionalidad burguesa, la misma que ha sido utilizada violentamente en contra de la clase trabajadora y pueblo salvadoreño, por lo que es necesario adecuar la lucha democrática con identidad de clase.

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