Por Victoriano Sánchez
El silencioso regreso de Manuel Zelaya fue una audaz decisión política de éste para romper el impasse, en el cual el gobierno de Roberto Micheletti parecía consolidarse, a pesar de las constantes, masivas pero pacificas movilizaciones populares en su contra.
La presencia de Zelaya en la embajada de Brasil quebró el esquema de los golpistas que habían concebido al exilio del depuesto presidente como un mecanismo necesario para desmoralizar a la Resistencia. El inesperado regreso de Zelaya avivó el resentimiento popular contra el gobierno usurpador. Y desde entonces las cosas se han complicado.
Manuel Zelaya ha declarado hasta la saciedad que apoya el Acuerdo de San José, promovido por el presidente Oscar Arias de Costa Rica, pero tiene un enorme problema para concretizar cualquier negociación: la presión del movimiento popular.
A estas alturas, después de 3 meses de marchas, caminatas y de vigorosa resistencia popular, las masas en movimiento no se tragarían dócilmente un gobierno de reconciliación con los golpistas. Sería como un amargo purgante que les puede quitar la esencia de la vida. Las masas obreras y populares de Honduras han despertado del letargo adormecedor del bipartidismo Liberal y Nacional, y ya no pueden ser fácilmente engañadas. Es más, ya no se conforman con migajas, quieren cambios reales!
Este nivel de conciencia y de movilización es el principal obstáculo para cualquier negociación. Además, la realidad objetiva está al rojo al vivo. Los golpistas creyeron que con el golpe del 28 de Junio arreglarían los problemas de Honduras, pero como el aprendiz de brujo, con sus hechizos han desatado fuerzas infernales que ya no podrán contener. Los golpistas paralizaron la actividad económica con la declaratoria del estado de sitio. Ellos mismos convocaron a un paro general, pero desde la reacción.
Por esta candente situación objetiva, y por que las masas ya no quieren quedarse en sus casas, a Manuel Zelaya se le ha dificultado llegar a algún tipo de acuerdos mínimos con los golpistas, en la perspectiva de aplicar el Acuerdo de San José. Por su parte, los golpistas están tensionando tanto la cuerda, que se les puede reventar. El problema de los golpistas es que cualquier concesión, por muy mínima que sea, como por ejemplo sentarse a negociar directamente con Zelaya, puede ser interpretado por las masas como un triunfo de su lucha, y eso generaría una dinámica impredecible.
Por ello, en este proceso previo a la negociación política, los bandos golpean la mesa, enseñan los dientes, se reacomodan….. y en ese proceso de estira y afloja puede estallar la insurrección de las masas populares. Es lo que queremos y anhelamos, porque es la única salida real a la crisis que vive Honduras, es la única forma de barrer las instituciones del viejo orden.
La actitud del gobierno de los Estados Unidos ha variado nuevamente. Primero Hilary Clinton dijo que el retorno de Zelaya era una “buena oportunidad” para la negociación política, pero ahora, un personaje secundario, el embajador suplente de Estados Unidos en la OEA, ha dicho que el regreso de Zelaya ha sido “irresponsable e idiota”. Estos bandazos del imperialismo no son casuales, es el profundo temor que ha generado el reavivamiento del movimiento de masas después del retorno de Zelaya a Tegucigalpa.
La repuesta de los golpistas ha sido un mayor endurecimiento de la represión, decretando la suspensión de las garantías constitucionales, pero tuvieron que meter reversa ante la presión nacional e internacional. El famoso decreto no duró más de 48 horas de vigencia, sencillamente porque las masas continúan desafiando al régimen golpista. Al limitar las libertades democráticas de manera general, los golpistas están echando leña al fuego, porque incitan a la clase media y al conjunto de las masas a rebelarse.
Con el endurecimiento de la represión, los golpistas arruinan su propia estrategia de limpiarse la cara con elecciones amañadas y controladas. Por eso los candidatos presidenciales golpistas pegaron el grito al cielo, porque la suspensión de las libertades les arruina el show electoral. No en vano Insulza ha dicho que no hay ambiente de elecciones en Honduras por la represión y el cierre de los medios de comunicación opositores al golpe de Estado. Y estamos a mes y medio de las elecciones que nacieron muertas.
Esta caótica situación es el preludio de los cambios revolucionarios que se avecinan. No todo está dicho, la situación cambia minuto a minuto. Los miles de activistas de la Resistencia deben discutir la situación. Lo que pase en Honduras tendrá repercusiones inmediatas en Centroamérica y en América Latina.
La fortaleza de Micheletti es aparente, la fuerza de las masas es lo real. Lo único que necesitamos es tener la claridad que solo la huelga general, la insurrección, el armamento de los trabajadores, pueden convertir el actual caos en una nueva situación en la que la Coordinadora de Resistencia Popular (CNRP), las centrales sindicales, el magisterio y demás organizaciones del movimiento popular encabecen la insurrección popular contra los golpistas, se postulen como una alternativa de gobierno provisional y convoquen a las elecciones democráticas para Asamblea Constituyente. Este es el único camino para democratizar Honduras en beneficio de los pobres.