Por Maximiliano Cavalera
Para entender la revolución liberal de 1893 es necesario regresar a la década del 50 del siglo XIX, cuando las fuerzas liberales de León llevan a Nicaragua a los filibusteros norteamericanos al mando de William Walker. Esta decisión les costó a los liberales el alejamiento del poder por 30 años (1858-1893), fueron los conservadores los que gobernaron en ese periodo. Los 30 años conservadores se terminan cuando el Presidente Erasmo Carazo muere de causas naturales y por sorteo salió electo el conservador nacido en Chinandega, Roberto Sacasa Sarria.
Éste toma posesión del cargo, pero al finalizar su período decide reelegirse atizando el debate nacional sobre la reelección. Bajo la República conservadora no hubo reelección, salvo en un solo caso: el general Tomás Martínez. Este debate no duraría mucho, ya que los conservadores granadinos se alzan en armas con la colaboración de los liberales. El resultado fue que el 11 de junio renuncia Roberto Sacasa y es nombrado presidente interino Salvador Machado, partidario del conservadurismo, solo que nato de la ciudad de León.
Cambios económicos bajo la República Conservadora
Muchos cambios económicos habían ocurrido bajo la llamada República Conservadora. El café se había convertido en el principal producto de exportación en Centroamérica, y por supuesto en Nicaragua también. Ya se había producido el recambio de los gobiernos conservadores y la puesta en marcha de lo que se ha denominado la revolución liberal, pero que en realidad fue la reforma liberal de los Estados en Centroamérica.
Por ello, la revolución liberal de 1893 en Nicaragua no fue propiamente una revolución social, sino una revolución política en la que la burguesía cafetalera, que se había desarrollado bajo la República Conservadora, termina de instaurarse en el poder. En esta burguesía cafetalera había conservadores y liberales, pero adquirieron mucho peso los caficultores de Managua, que estaban representados por José Santos Zelaya, un oficial que peleó junto a Justo Rufino Barrios
El acuerdo entre estas fracciones de la burguesía era la modernización capitalista del Estado, y la instauración de una burguesía nacionalista ligada al café que intenta mantener la influencia política y económica en Centroamérica en beneficio de sus propios intereses materiales.
Los liberales copan todo el poder
En esta revuelta libero-conservadora participa el general José Santos Zelaya. El 11 de julio de 1893 los liberales capturan en la ciudad de León al recién nombrado presidente Salvador Machado y su ministro Fernando Sánchez; este sería el hito que marcaría el inicio de la revolución liberal. Los conservadores partidarios de Sacasa no esperarían mucho, comienzan a preparar la defensa de Managua y nombran a Joaquín Zavala como encargado del poder ejecutivo.
Mientras el gobierno conservador mantenía la defensa de Mateare, las fuerzas liberales atacan esta posición sin gran éxito. Sin embargo, esas tropas del Gobierno se movieron de Mateare a la Cuesta del Plomo (Managua), donde instalaron su defensa, pero el 11 de julio fueron derrotadas por los liberales, permitiéndole a las fuerzas liberales la toma de Managua. A pesar de que los conservadores tienen más tropas en la ciudad de Granada, estaban divididos y deciden firmar la paz con las tropas liberales en la ciudad de Masaya el 30 de julio de 1893.
Se instaura una Asamblea Nacional Constituyente y el gobierno queda en manos de una junta liberal presidida por el mismo Zelaya e integrada por los generales Anastasio Ortiz, Pedro Balladares y Francisco Baca. Esta asamblea elige a Zelaya como presidente de república y crea una constitución que en Nicaragua es conocida como la Libérrima, esta constitución: “supuso un salto cualitativo con relación a la conservadora de 1858. Los conceptos democráticos, republicanos, liberales, entonces en boga, quedaron sellados en sus artículos. Era una constitución moderna, con proyección de futuro y sin reminiscencias estamentales. Los liberales, conocedores de las nuevas ideas, se sentían orgullosos del logro obtenido. Por el reconocimiento a las libertades y garantías del Hombre y del Ciudadano, se la llamó "La Libérrima” o “la muy libre” (Antonio Esgueva, lo que dice la nota Knox)
Esta Constitución entró en vigencia el 4 de julio de 1894, retomó todos los postulados de los gobiernos liberales del primero periodo posterior a la independencia de 1821, especialmente de la Constitución de 1838, pero ampliándolos aún más. Lamentablemente sus derechos y garantías no durarían mucho. El 25 de abril el general José Santos Zelaya decreta el Estado de Sitio, producto de la ocupación inglesa del puerto de Corinto, en la costa del Pacífico. Desde entonces, el Estado de Sitio seria casi permanente. Zelaya utilizó las medidas de excepción para sostenerse en el poder, al mismo tiempo que estas medidas favorecían a la burguesía cafetalera que lo apoyaba, aún en detrimento de la burguesía liberal de León. El Estado de sitio se levantó el 8 de febrero de 1896, pero el 24 de ese mismo mes fue restablecido. En 1896 Zelaya realizó una reforma constitucional que mandó al basurero a la Libérrima, instaurando un fuerte régimen presidencialista. En el año 1905, hubo otra reforma constitucional que le dio amplísimos poderes al presidente. Zelaya solamente legalizó lo que ha había conquistado en los hechos. Zelaya gobernó bajo un régimen presidencialista muy fuerte, que sus enemigos conservadores llamaban “dictadura”.
La nueva burguesía
La revolución liberal instaura en el poder a una burguesía ligada al café, especialmente del sector de Managua, en detrimento de leoneses y granadinos. Para poder desarrollar esta burguesía, Zelaya se da a la tarea de crear ciertas reformas que tendrían una gran influencia en el Estado. Mejora la red ferroviaria para optimizar el transporte de materias primas y la exportación del café, lleva electricidad a las principales ciudades, trabaja en el mejoramiento de las redes viales como caminos, carreteras, puentes y puertos; asimismo, crea incentivos que favorecen la creación de una burguesía textil, separa la Iglesia Católica del Estado, crea un ejército profesional adaptado a la época. Todas estas medidas tenían un solo fin: aumentar las exportaciones de café.
Pero el proyecto económico más importante de la burguesía vinculada a Zelaya es la construcción del canal interoceánico, que llevaría a Nicaragua un mayor desarrollo económico; por ende, Zelaya nunca renunció a tener control sobre el proyecto, osadía que pagaría muy cara.
Las rebeliones internas
Poco tiempo después de tomar el poder, Zelaya se alzaría sobre iguales y sobre enemigos. Su gobierno significó la persecución sistemática de las fuerzas conservadoras y liberales que le eran adversas. Para mantenerse en el poder logró construir uno de los mejores ejércitos en la historia de Nicaragua; éste fue educado por militares alemanes y caudillos liberales que huían de toda Latinoamérica. Este ejército fue tan importante para Zelaya que no solo logró sofocar cualquier insurrección interna, sino que le permitió ahogar económicamente a sus enemigos políticos: “El régimen liberal siguió golpeando la economía de las élites conservadoras: agentes del gobierno se hicieron con los hatos ganaderos de varias familias granadinas de los Cuadra, Chamorro, Argüello, Lacayo, del general Montiel y otros, y las vendieron en la plaza pública de Juigalpa. Saquearon almacenes y farmacias de los opositores en Granada y Managua. Obligaron a pagar multas y más multas y otro empréstito de 300.000.00 pesos” (Ídem). Zelaya no solo sofocó a las élites conservadoras, sino a los demócratas liberales que miraban en sus reelecciones una dictadura que había que combatir, entre ellos el liberal José Madriz, que fue derrotado en una insurrección que promovió entre los liberales de occidente.
Influencias y problemas internacionales
Desde su llegada al poder, Zelaya apoyó a fracciones liberales por toda Centroamérica. De hecho, antes de ser electo presidente apoyó una insurrección liberal en Choluteca Honduras, deponiendo al presidente cachureco Domingo Vásquez e instaurando el gobierno liberal de Policarpo Bonilla. Esa sería la primera incursión entre muchas, pero el proyecto político más ambicioso de Zelaya sería el de fundar la Republica Mayor de Centroamérica (1896-1898), proyecto que fundó con los gobiernos de El Salvador, Honduras y Nicaragua, cuya capital era Managua. Este proyecto de reconstrucción de la unidad de Centroamérica no duraría mucho: al caer el gobierno liberal en El Salvador caería la Patria Mayor. El gran problema del general Zelaya consiste en que siempre avanzó en estos proyectos impulsando su caudillismo, siempre se apoyó en su ejército para lograr sus cometidos personales, y no en la movilización de las masas obreras y campesinas de la época. En cierta medida, Zelaya era una réplica del general Justo Rufino Barrios, en los métodos utilizados para impulsar la unidad de Centroamérica
El sueño del canal
Pero el gran proyecto de Zelaya fue el canal interoceánico. Éste llevaría al país y su burguesía al desarrollo. Por ende no cedió a los intereses del imperialismo norteamericano. Aun cuando el proyecto norteamericano del canal ya estaba concretizándose en Panamá, el imperialismo norteamericano intentó cerrar la posibilidad de que el canal interoceánico fuera construido por el imperialismo alemán y japonés. Esta decisión de Zelaya, en víspera de la primera guerra mundial, fue su sentencia de muerte
El imperialismo norteamericano fue contundente. Armó y financió una insurrección conservadora y liberal para enviar la tristemente célebre nota Knox, en la que exige la salida de Zelaya de Nicaragua. A partir de entonces Nicaragua sufrió la intervención del imperialismo norteamericano hasta que el general Augusto Calderón Sandino vuelve a defender la soberanía nacional con las armas en la mano.