Por Melchor Benavente
A finales de Agosto salió publicada en El Nuevo Diario y en La Prensa, una importante aunque corta noticia que fue recibida con indiferencia por los lectores. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela y heredero oficial del chavismo, anunciaba que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ayudaría a formar una escuela de cuadros en Venezuela.
Concretamente Maduró declaró: "Hoy estuvimos hablando hace apenas hace unos minutos con el presidente Daniel Ortega (...) allí nos pusimos de acuerdo en la cooperación que nos está dando el Frente Sandinista para montar la escuela de formación de cuadros y dirigentes socialistas de Venezuela". (Nuevo Diario, 27/8/2014).
Hace algunos años, cuando los vibrantes discursos antiimperialistas del coronel Hugo Chávez estremecían a la izquierda en América Latina, el chavismo se había convertido en una fuente de inspiración revolucionaria, superando incluso el ejemplo de la revolución cubana que pasaba por momentos difíciles y grandes penurias materiales. Las nuevas generaciones de izquierdistas veneraban más la figura de Hugo Chávez que la de Fidel Castro, a pesar que el primero se declaraba públicamente como admirador del segundo.
Y es que con el auge del mercado de materias primas, y cierto “boom” de las economías en América Latina, la riqueza petrolera de Venezuela, bajo el control del chavismo, contribuyó a mucho a crear la gran ilusión de que el “Socialismo del Siglo XXI” era posible sin necesidad romper abruptamente con el capitalismo y el imperialismo norteamericano, ni pasar por los traumas y escaseces de la revolución cubana.
Bajo el apogeo del chavismo se creó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de las Américas (ALBA), como una nueva alternativa revolucionaria. La ideología dominante o hegemónica era el chavismo. Los petrodólares ayudaron mucho a la consolidación de este proyecto de integración de la burguesía emergente, hasta que la crisis económica mundial se encargó de acabar con estas ilusiones reformistas.
Al estancarse los precios internacionales del petróleo, el modelo de capitalismo de Estado en Venezuela, asentado fundamentalmente en la renta petrolera, entró en crisis casi al mismo tiempo del fallecimiento prematuro del coronel Hugo Chávez.
El chavismo se ha logrado mantener por más de quince años en el poder (1999-2014) utilizando la renta petrolera para financiar programas de asistencia social que le han garantizado los votos necesarios. Al no realizar las profundas transformaciones revolucionarias en la economía, los petrodólares fueron utilizados para importar alimentos y casi todos los productos que Venezuela consume. Este modelo funcionó hasta hace poco. Actualmente la crisis de Venezuela es más que evidente, provocando constantes ofensivas de la derecha que presiona para negociar y, si es posible, recuperar el poder.
Antes el sandinismo era un ferviente seguidor del chavismo. Venezuela era la fuente de inspiración. El convenio con PETROCARIBE proporcionó al gobierno sandinista los fondos necesarios para que el sandinismo consolidara el poder. Pero a diferencia del discurso estridente del difunto Hugo Chávez, quien fustigaba de manera verbal pero permanente al imperio norteamericano, el presidente Daniel Ortega manejó un discurso ajustado a sus propias necesidades políticas de sobrevivencia y de consolidación del poder. En algunos momentos, Ortega acompañó al chavismo, en otros guardo cierta distancia y en otros momentos sencillamente guardó silencio, dejo de aplaudir.
Debido a que Nicaragua no contaba con los millonarios recursos petroleros, la estrategia del sandinismo fue más pragmática: aprovechó al máximo los recursos del convenio petrolero, promovió alianzas con los empresarios del COSEP (a los cuales confiscó durante la revolución), aplicó las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) mitigando el ajuste con programas de asistencia social financiados con fondos venezolanos.
En materia de lucha contra el narcotráfico el gobierno sandinista mantiene excelentes relaciones con Estados Unidos, aprovecha al máximo al tratado CAFTA-DR para expandir las exportaciones, y maneja una prudente política de alianzas con Rusia, China y cualquier gobierno al que pueda sacar provecho.
Y esta estrategia de aplicar un crudo neoliberalismo con remedios sociales le ha dado ciertos resultados al FSLN, al grado que la economía nicaragüense crece moderadamente, superando largos años de estancamiento. Esta relativa mejoría económica ha permitido al FSLN imponer un régimen bonapartista y mantener una clara hegemonía política.
El presidente Maduro ahora quiere imitar al presidente Ortega en todo. Los roles se han invertido. El chavismo bajo la conducción de Maduro está desarrollando un giro a la derecha en relación a su mentor Chávez, y el principal obstáculo que tiene son las bases del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que fueron educadas en el esplendor del chavismo.
Maduro quiere que la escuela de cuadros que montará el FSLN en Venezuela, ayude a cambiar la mentalidad de los cuadros del PSUV, y los prepare para tomar un rumbo parecido al que el FSLN ha aplicado desde que recuperó el poder en el año 2007.