Por Victoriano Sánchez
Últimamente, en la medida que las movilizaciones de protesta han prácticamente desaparecido, por la terrible represión en las calles, estamos siendo bombardeados en las redes sociales con una idea central: es necesaria la unidad para derrotar a la dictadura. La consigna de la unidad se ha transformado, otra vez, en la panacea que va a resolver los graves problemas de la oposición en su lucha contra la dictadura.
Dos ejemplos fallidos
Veamos un primer ejemplo. Después del año 2007, cuando Daniel Ortega recuperó el gobierno (el FSLN siempre tuvo cuotas de poder en todos los gobiernos) oímos a los liberales (arnoldistas y montealegristas) desgañitarse, clamando por la unidad. Esta se dio en las elecciones municipales del año 2008, pero el resultado fue que Arnoldo se reconcilió con el FSLN y el PLC no protestó contra el primer fraude electoral. O sea que la unidad, por si misma, no garantiza nada, mucho menos derrotar a la dictadura.
Ahora veamos un segundo ejemplo. A finales de febrero del 2019, cuando la dictadura ya había impuesto el terror en las calles, los empresarios del COSEP, AMCHAM y FUNIDES, se pusieron de acuerdo con la dictadura en reiniciar el Dialogo Nacional. Esta vez la delegación negociadora de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), no fue elegida por los obispos de la Iglesia Católica, sino por los propios empresarios, con la venia o aceptación de Daniel Ortega.
La nueva ACJD actuó de manera unilateral, sin consultar para nada a las fuerzas que conforman la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB). En estas negociaciones se firmaron dos acuerdos que la dictadura nunca cumplió. La excarcelación de la mayoría de presos políticos (hay más de 120 en las cárceles todavía) fue producto, no de las gestiones de la ACJD, sino por la presión nacional e internacional.
La ACJD rompió la unidad dentro de la recién creada UNAB, pero ahora reclama unidad. ¿Saben por qué? Por la ACJD no obtuvo los resultados esperados en el segundo Dialogo Nacional, y al no presentar resultados concretos a la ciudadanía, ha caído en el desprestigio político. La mayoría del pueblo ve correctamente a la ACJD como una organización controlada por los empresarios, y con una política muy tímida de buscar negociaciones a cualquier costo.
Debido al desgaste político de la ACJD, ahora también sus voceros se aferran la tabla de salvación de la unidad, creyendo que de esta manera pueden superar los errores políticos cometidos en la negociación. Dicen que todos los problemas se solucionarán si conseguimos la unidad. Esto es una gran mentira, porque la unidad por si sola no soluciona absolutamente nada.
¿Que provoca la división?
Pero lo extraño es que, a pesar de los discursos a favor de la unidad, una buena parte de las organizaciones que participaron en las jornadas revolucionarias del 2018, están en crisis o sufren divisiones. La represión de la dictadura ha sido tan brutal, ha vuelto la lucha tan difícil, que crea diferencias sobre cuál es el camino más rápido para retomar la lucha por el derrocamiento de la dictadura.
Y de esa necesidad salta la fórmula de la unidad, como una ilusión para solucionar los problemas. Y la división provoca desmoralización y conflictos que pueden llegar hasta los golpes, como ocurrió recientemente en una asamblea de exilados en Costa Rica.
El movimiento campesino, por ejemplo, está dividido en al menos cuatro corrientes. La UNAB fue creada como proyecto unitario de la oposición, pero últimamente han surgido varias organizaciones nuevas, que se distancian de la UNAB y de la ACJD, aunque también hablan de unidad.
Debemos preguntarnos si es posible la unidad con los empresarios, que fueron duramente más de una década los aliados de la dictadura, y que tiene pánico ante las protestas populares en las calles, o si es posible la unidad con el PLC o con el mismo CxL que ha manifestado claramente su proyecto político a favor de los empresarios.
Paro y disparo
Recientemente, un grupo conformado por ex presos, familiares, un sector del movimiento campesino y también una parte de los grupos estudiantiles, ha convocado a un paro nacional de tres días (22, 23 y 34 de agosto) bajo el lema “es mejor un paro que un disparo”, pero el llamado en realidad es un emplazamiento a las cámaras empresariales, que por cierto no van a mover un dedo.
Este llamado a “paro nacional” puede caer en el vacío, sino hay una labor previa de organización y agitación. La unidad es posible solo entre quienes luchamos de verdad para derrocar a la dictadura, pero la clave para lograrlo es la independencia política en relación a los empresarios y otros grupos de poder, que tienen agendas contrarias a los intereses populares. La unidad no es posible con los empresarios y sus agentes, que quieren instaurar un orteguismo sin Ortega