Rescate global e integración regional (VII)
(La cuestión agraria frente a la recolonización)
“El problema del Hambre en el mundo no es técnico sino político...”.
(Fritjof Kapra, Doctor en Física Teórica por la Universidad de Viena).
“Esta forma de manejar la agricultura, basada en la importación de commodities agrícolas –producidos por lo general en los países desarrollados a precios subsidiados-, como si el mercado mundial de alimentos fuera un enorme supermercado, llevó a que la mayoría de los países latinoamericanos descuidaran el sector agrícola. En este marco, las áreas rurales y sus habitantes fueron condenados a vivir en la pobreza y el hambre...”
(José Graziano Da Silva; Ex –ministro Extraordinario de Seguridad Alimentaria y Combate al Hambre, durante el primer gobierno de Lula, en Brasil).
“La cuestión agraria frente a la recolonización”
Por Sergio Barrios Escalante
Científico Social e Investigador/ Escritor. Editor de la Raf-Tulum.
Introducción:
En un entorno recesivo mundial dominado por las políticas de reavivamiento del capitalismo hegemónico, representado por los planes de rescate global a manos de las mayores economías del llamado G-20, y en un entorno dominado por una creciente tensión y crisis alimentaria y de crisis medio ambiental de escala planetaria, las preguntas cruciales en torno a la agricultura latinoamericana parecen ser las siguientes;
¿Qué grado de autonomía y perspectivas reales tienen los países latinoamericanos y del Caribe para lograr la reorientación y reactivación del agro? ¿Hay alguna escapatoria verdadera ante lo que parece ser la reapertura de un nuevo ciclo de recolonización de América Latina y el Caribe? ¿Estaremos en condiciones de enfrentar esta nueva escalada de expansión del gran capital monopolista y transnacional, que viene ahora por la re-extracción de los recursos naturales que aún nos quedan?
Es importante además, preguntarnos si en condiciones recesivas locales e internacionales como las actuales, ¿es posible re-orientar la agricultura para satisfacer las necesidades básicas de los más pobres, en vez de operar en función prioritaria del negocio de los grandes exportadores criollos y transnacionales?
En consecuencia (aún mucho antes de dar respuesta detallada a las anteriores interrogantes), vemos de nuevo que el rescate global dirigido por los núcleos centrales del capitalismo hegemónico no es la opción adecuada para los intereses de los sectores populares de América Latina y el Caribe (ALC).
Por ello, el presente análisis (en la parte séptima de este ensayo), se centra en indagar y cuestionarnos acerca de estos asuntos de crucial importancia, porque sin temor a exagerar, del destino inmediato y mediato de la agricultura latinoamericana dependerá el futuro de extensos sectores populares de nuestro sub-continente.
La Cumbre del G-20 en Pittsburgh y la Cumbre del Alba en Cochabamba.
La reciente reunión llevada a cabo a fines de septiembre pasado por los países del llamado G-20, en Pittsburgh, no parece haber significado en realidad mayor cosa. De acuerdo con W. Bello y muchos otros analistas, aún si Washington siguiera apoyando a la economía con más dólares de estímulo (y aunque Europa y Asia continuaran haciendo lo propio con más medidas de rescate), se tardaría mucho antes de que los consumidores norteamericanos –buena parte de los cuales se hallan endeudados hasta las cejas— pudieran volver a ser el motor de la economía global. Lo que significa que el estancamiento global será un fenómeno de largo plazo (“Cumbre en Pittsburgh del G-20: forma sin substancia”: W. Bello, Revista Sin Permiso; 04/10/09).
Siguiendo la tónica y el punto de vista Bello, tenemos que; “Así, como el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y otros funcionarios han estado fantaseando con la idea de que se ve ya la luz al final del túnel y de que la recesión global terminará probablemente pronto, lo que implicaría menores necesidades de gasto en estímulos públicos…”. Sin embargo, según este mismo analista, para las economías orientadas a la exportación como la de China y otros países del Este asiático, una recuperación sostenida dependerá de la recuperación de una robusta demanda de consumo en los EEUU y en Europa (Op cit.).
Relacionado siempre con las evaluaciones sobre los resultados concretos de la reciente Cumbre del G-20 en Pittsburgh, Bello sostiene que no sólo se ve poca voluntad política (en particular, por parte del pequeño grupo de ricos y poderosos allí representados), para tomar las duras decisiones que se precisan para poner coto a la caída o aun para mitigar el impacto de la misma, ya con una mayor coordinación del gasto en estímulos en los países capitalistas centrales, ya con una mayor representación en el FMI de los países en desarrollo, o con una regulación más estricta de las temerarias instituciones financieras (Op cit).
A diferencia de lo anterior, desde la perspectiva de los intereses económicos de los vastos sectores populares latinoamericanos, mejores y más alentadoras noticias se han generado en este histórico octubre del 2009, desde Cochabamba, en Bolivia, lugar donde recién se llevó a cabo la VII Cumbre del Alba, en la cual los países miembros (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua, Dominica, Antigua Barbuda y San Vicente las Granadinas), firmaron el acta constitutiva del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE).
Con ello, este crucial proyecto de integración regional autonómico da el primer paso decisivo hacia el establecimiento de la autonomía monetaria, por medio del uso de una nueva moneda en sustitución del dólar (nueva moneda que quizá llevará el nombre de “Pacha”), y con la cual se fortalecerá el intercambio financiero y comercial entre los países miembros del Alba.
Antes de proseguir, conviene advertir la importancia de clarificar y definir el contexto macro o global en el que América Latina y el Caribe (ALC) está inmersa en estos momentos, pues a partir de ahora, cualquier cosa de importancia que hagamos (sea en términos políticos o económicos), estará teñida o influida por las condicionantes de este contexto general, cuya evolución en el mediano y largo plazo será muy peligroso ignorar.
La disolución del capitalismo hegemónico: el marco general de interpretación analítica.
Como sabemos, desde hace más de veinte años Wallerstein viene hablando con insistencia acerca de la inminencia de la gradual disolución del sistema-mundo capitalista (SMC) (I. Wallerstein: 1992), ello producido ante la imposibilidad de resolver sus propias e insolubles contradicciones internas.
En tal sentido, todavía mucho más atrás en el tiempo, Schumpeter, otro gran teórico de los ciclos del capitalismo mundial, igualmente planteó la tesis de la disolución inevitable del capitalismo tradicional, también por causas muy similares a las esgrimidas por Wallerstein (Schumpter: 1938).
Por su lado, en los años setenta, Sunkel desarrolló lo que el denominó “la teoría de la transnacionalización” (Hettne y Wallensteen; 1978), con la cual intentaba explicar el incremento sostenido de las condiciones de pobreza y explotación crónica, que propiciaban las relaciones económicas desiguales entre el tercer mundo y el gran capital monopólico internacional.
Para Sunkel, en ALC se producía un proceso dominado por una perversa combinación entre una creciente integración transnacional y una creciente desintegración nacional. Basado en esta premisa general, Sunkel realizaba un refinado análisis de las estructuras y de las clases sociales a lo interno de las naciones periféricas, para explicar como en este proceso se producía una cierta categorización de clases, en la cual, algunas partes de las burguesías nacionales y diversas secciones de las clases trabajadoras quedan integradas y otras quedan excluidas (M. Blosmström y B. Hettne; 1990, p. 223).
En cuanto a Wallerstein, hoy en día sigue reafirmando y ampliando sus tesis de la inevitable disolución del SMC. En un artículo suyo recientemente publicado por él, sostiene que en la actualidad los días (o mejor dicho, las décadas) para este sistema están contados.
El siguiente fragmento literal pertenece al citado autor:
“La segunda ocasión es la crisis estructural del capitalismo como sistema-mundo, que encara, en mi opinión, su defunción cierta en los próximos 20 o 40 años. Éste es el mediano plazo. Si la izquierda no cuenta con un plan para este mediano plazo, lo que remplace al capitalismo como sistema-mundo será algo peor, probablemente mucho peor que el terrible sistema en el que hemos vivido durante los cinco siglos previos...” (“Las enseñanzas de Brasil: I. Wallerstein; Argenpress; 17 Marzo, 2009).
Y de alguna forma remata (o complementa su argumento) con esta otra idea central;
“Lo que ocurre es la desintegración del capitalismo como sistema-mundo, no porque no pueda garantizar el bienestar de la vasta mayoría (nunca ha podido hacer eso), sino porque ya no puede asegurar que los capitalistas tengan la incesante acumulación de capital que es su raison d´etre. Hemos arribado a un momento en que ni siquiera los capitalistas con mirada de más alcance ni sus oponentes (nosotros), estamos intentando preservar el sistema. Ambos intentamos establecer un nuevo sistema, pero por supuesto, nosotros tenemos ideas muy diferentes, de hecho, radicalmente opuestas, acerca de la naturaleza de un sistema así” (Op cit.).
En el citado escrito, Wallerstein hace un llamado a “desmercantilizar” todo aquello que puede ser “desmercantilizado”, como una forma concreta de preparar el advenimiento de la desintegración completa del sistema capitalista tal y como lo conocemos hoy en día. Pero ante esa propuesta, surge una inevitable interrogante; ¿Qué significa en términos reales y concretos “desmercantilizar”?, y quizá lo que es todavía más importante; ¿Cómo se operacionaliza tal sugerencia? ¿Está en nuestras manos el poder hacerlo?
Según mi opinión (y retomando el hilo central de este artículo), aproximarse a una respuesta más o menos certera de tales indagaciones, depende en gran medida del correspondiente análisis interpretativo de los principales factores, externos e internos, que inciden de manera decisiva sobre las dinámicas y procesos del agro latinoamericano.
En tal sentido, los que menciono a continuación no son los únicos, pero si me parece están entre los principales factores macro-estructurales a tomar en cuenta, a la hora de evaluar las posibilidades reales que tenemos de reorientar el sentido y la lógica de los procesos agrícolas, vistos estos como medio de afirmación o reafirmación de la soberanía política y económica de los pueblos latinoamericanos.
Entre esos factores macro-estructurales destacan, según mi opinión, los siguientes; 1) la nueva etapa de expansión colonial del gran capital transnacional; 2) el creciente proceso de “des-agrarización” y “descampesinización” actualmente en marcha en ALC y; 3) la agudización de la crisis medio ambiental.
En mi opinión, una vez habiendo procesado la realidad actual del agro latinoamericano y caribeño bajo la lupa de este marco de análisis interpretativo, se está en condiciones de conocer con mayor precisión las posibilidades reales de dar marcha a procesos efectivos de re-orientación y reactivación del agro, meta que está íntimamente relacionada con desafíos tales como la democratización de la propiedad rural, los procesos de reforma agraria integral, el incremento de la producción y de la productividad, la tecnificación y diversificación, así como la creación de nuevos mercados, economías de escala, eslabonamiento y soberanía alimentaria en condiciones de sostenibilidad económica y medio ambiental.
En suma, se requiere entonces realizar un análisis exhaustivo en al menos tres niveles; primero, en el de los factores macro o globales del sistema-mundo capitalista (SMC); segundo, en el nivel interno o endógeno, relativo a los principales problemas y desafíos (nuevos y tradicionales) del agro latinoamericano; y tercero, en el de los factores medio ambientales de amplitud local, nacional, regional y planetaria.
Una vez realizado este análisis mínimo, cabría preguntarse entonces hasta que límite los actuales esquemas de integración regional de naturaleza autonómica, ofrecen posibilidades reales para abrir nuevos patrones de impulso al agro latinoamericano, bajo una lógica distinta a los intereses del gran capital monopólico transnacional, y a los de las oligarquías nacionales al interior de los países latinoamericanos.
Sin embargo, de momento existen algunos indicios que indican, al menos en relación al impulso de nuevas lógicas y procesos de desarrollo del agro a lo interno del proyecto autonómico del Alba, que ya se están dando algunos pasos iniciales, en particular, en el área del intercambio de productos agrícolas bajo ciertas condiciones favorables de comercio justo, particularmente entre Venezuela y Nicaragua, y entre otros miembros de este proyecto integrador (“Supremos sueños…2011”; El Nuevo Diario: 14/10/09).
La nueva etapa de expansión colonial del gran capital transnacional
Respecto a los principales factores de carácter macro o global que condicionan el actual contexto mundial (el primero de los tres niveles analíticos arriba mencionados), cabría citar por ahora (y al menos de manera general), que la actual etapa de expansión del gran capital transnacional hacia la región de ALC (de hecho, la “cuarta oleada”), constituye uno de los principales componentes de este proceso global actualmente en marcha.
Tal y como se mencionó en el capítulo sexto de este ensayo (“La cuestión del intercambio desigual”), la primera gran oleada de expansión del capital monopolista transnacional hacia ALC se produjo a fines del siglo XIX e inicios del XX (mediante la modalidad de empresas de enclave); la segunda a mediados del siglo XX (mediante la inversión extranjera directa –IED-); y la tercera, a mediados de los años sesenta (mediante la modalidad de matriz-filiales de corporaciones transnacionales) (“Rescate global e integración regional: la cuestión del intercambio desigual” –Capítulo VI-; Barrios E., Sergio; Alainet).
Es evidente que una “cuarta oleada” de expansión del gran capital monopólico transnacional hacia ALC se comenzó a producir desde fines del siglo pasado e inicios del XXI. En la práctica es una especie de re-colonización o “reprimarización” como algunos especialistas le han denominado, y que en términos generales se entiende como el retorno al viejo modelo agro-minero exportador, muy preponderante hoy en día en Chile y Perú.
Esta nueva oleada viene acompañada con el impulso de lo que la CEPAL denomina como “nuevos modelos de producción agropecuaria…” (“La transformación productiva, 20 años después: viejos problemas, nuevas oportunidades”: Comisión Económica para América Latina –CEPAL-; República Dominicana, 13 de junio, 2008).
Por el lado de las grandes corporaciones transnacionales, se viene produciendo una reorientación estratégica e importantes modificaciones en sus estructuras internas, relacionadas con una reorientación de sus actividades hacia nuevos sectores como la agro-biotecnología y la agroquímica (Op cit, p. 205).
Parte de estos cambios consisten en la realización de procesos de fusión y concentración de las más grandes empresas transnacionales especializadas en biotecnología agrícola. Solamente en EEUU, estos procesos de fusiones, alianzas y adquisiciones hicieron que de 16 grandes corporaciones existentes en el año de 1985, pasaran a ser únicamente 6 en el año 2000 (Op cit, p. 2005).
Estos nuevos procesos de elevada concentración del gran capital transnacional de empresas relacionadas con actividades agropecuarias, está permitiendo cada vez un mayor control de estas empresas sobre la producción de alimentos, en particular, mediante el impulso de las tecnologías genéticas aplicadas al agro, constituyéndose en una serio peligro para la soberanía e independencia alimentaria de decenas de millones de personas en ALC y en el mundo entero.
Ya a inicios de este siglo las diez empresas agroquímicas más grandes controlaban el ochenta y cinco por ciento del mercado global, mientras que las cinco primeras controlaban la práctica totalidad del mercado de las semillas genéticamente modificadas (SGM) (“Las conexiones ocultas”: F. Kapra; 2002, p. 240).
Para el año 2002 la Monsanto había ya comprado las principales empresas semilleras de la India y el Brasil, mientras que la Du Pont había comprado Pionner Hi-Breed, la mayor empresa de semillas en el mundo (Op cit, p. 240).
En palabras de Kapra;
“El objetivo de estas gigantescas corporaciones consiste en crear un sistema agrícola mundial único en el que puedan controlar cada etapa de la producción alimentaria…a fin de monopolizar los suministros de alimentos y establecer, por lo tanto, su precio. En palabras de un ejecutivo de Monsanto; “Lo que están viendo es la fusión en una sola empresa de la totalidad de la cadena alimentaria…” (Op. cit, p. 240).
Tal y como se mencionó en capítulos anteriores de este ensayo, estos procesos relativos al control mundial de la producción y distribución de los alimentos, por parte de algunos sectores del gran capital hegemónico, forma parte de una estrategia global más amplia, la cual empezó a ser configurada en completo secreto desde los años cuarenta…una especie de guerra abierta y de aniquilación en contra los pobres del mundo (“Rescate global e integración regional; América Latina en la geopolítica mundial” –capitulo IV-; Alainet; julio, 2009).
La agricultura de los pobres y las nuevas batallas del siglo XXI.
Sin duda alguna, la seguridad y soberanía alimentaria representa hoy en día uno de los principales escenarios en los que se está produciendo la lucha de clases entre los sectores agrícolas populares y el gran capital transnacional.
En el presente, se están conjugando factores como el alza permanente de los precios de los alimentos, la crisis financiera mundial, la ya citada reprimarización de las economías latinoamericanas y la crisis medioambiental, para desembocar en una nueva agudización del hambre, flagelo que en los tres lustros anteriores se había logrado reducir significativamente en ALC.
Sin embargo, hoy en día, como consecuencia de la confluencia de los factores arriba citados, se vuelve nuevamente a hablar de hambruna generalizada en vastas zonas de nuestra región.
Al respecto, el más reciente informe de la FAO (dado a conocer el pasado 16 de octubre, Día Mundial de lucha contra el Hambre), el número de personas sufriendo hambre en el mundo ascendió a l,020 millones (una sexta parte de la humanidad), lo que supone que solamente en el último año, el número de afectados se incrementó en 100 millones de personas (“Un New Deal para la agricultura”: J. Graziano Da Silva; Nueva Sociedad, No. 223; Septiembre/Octubre, 2009).
Según el citado autor, pese a que en los últimos años la región de ALC había logrado avances importantes en la reducción de este flagelo, solamente en el último año, producto de la crisis de los precios de los alimentos básicos y de la crisis financiera mundial, la región experimentó un incremento de 6 millones de personas con hambre, pasando de 47 millones en el 2008 a 53 en el 2009, lo que implica un incremento en 12 % (Op cit.).
Graziano indica asimismo, que superar esta situación llevará tiempo, y cita a Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, quien sostiene que por norma general la recuperación de los indicadores sociales toman el doble de tiempo que los indicadores económicos, recordando que durante la crisis de los ochenta los indicadores sociales tomaron 24 años en llegar a los niveles previos a la crisis, mientras los económicos se recuperaron en sólo 12 años (Op cit.).
Por otra parte, Graziano enfatiza que se hace urgente estimular la producción y productividad de la pequeña agricultura comercial y de subsistencia, y recuerda que en la última reunión del G-8 realizada en L´Aquila, Italia, los participantes se comprometieron movilizar U.S. $ 20,000 millones en tres años, en una estrategia integral centrada en el desarrollo agrícola sostenible, y plantea a la vez que es importante un giro del enfoque del problema del hambre, pasando del mero asistencialismo hacia el apoyo a la producción, asumiendo que “la clave no es darles de comer a mil millones de hambrientos todos los días, sino invertir en agricultura para que ellos puedan producir sus alimentos…” (Op cit).
Lecciones del “milagro agrícola brasileño”
Una buena parte del ensayo de Graziano se enfoca no sólo en identificar las principales causas de la actual crisis del agro y el hambre en nuestra región, sino en formular propuestas concretas, viables e inmediatas para empezar a reducir los efectos perniciosos de estos problemas.
En cuanto a lo primero, muy acertadamente él señala que la presente crisis del agro es una consecuencia directa del desmantelamiento neoliberal de la institucionalidad agrícola, el cual se produjo en casi todos los países de ALC (con la clara excepción de Brasil), lo cual se complementó con planes de apertura comercial y tratados de libre comercio totalmente lesivos para la agricultura local latinoamericana, así como la eliminación de subsidios, la privatización o cierre de muchas empresas estatales o para-estatales, el desmantelamiento de instituciones de investigación agrícola, la desregulación de los mercados de bienes y servicios agropecuarios, así como la reducción del crédito rural (Op cit).
En cuanto a Brasil, según el mismo autor, si hoy su agricultura se encuentra en una situación diferente al resto de países de la región, se debe en gran parte al decidido impulso de los principales productos agrícolas con gran demanda en mercados importantes como India, China y otros, en rubros tales como la soja, carnes, azúcar, café, jugo concentrado de naranja y otros, lo cual le significó al país un incremento sostenido de su producción y exportación agrícola entre 1980 y el 2005…(Op cit).
De acuerdo con el mismo autor, pese al avance de las reformas estructurales en Brasil, no se desmanteló su principal institución de investigación agrícola, la empresa brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), lo que ha permitido al país, entre otras cosas, introducir innovaciones para adaptar las tecnologías desarrolladas en los países del Norte a las condiciones de su frontera agrícola, y la permanente capacitación de buena parte de sus técnicos, incluso, a niveles de programas de doctorado (Op. cit.).
Por otra parte, no puede olvidarse que Brasil junto a China, son los líderes mundiales en logros a gran escala de reducción a la pobreza. En el caso del país latinoamericano, un reciente estudio realizado por Action Aid reconoce que en los últimos años el gobierno de Lula ha logrado reducir en un 73 % el número de niños mal alimentados, con la sola creación de bancos alimenticios, cocinas comunitarias y ayudas a los pequeños campesinos (“Brasil líder en la lucha contra el hambre”: Johannesburgo, AFP/END; 16/10/09).
Dicho en una sola línea, la principal propuesta presentada por Graziano en el documento citado, se basa fundamentalmente en reconstruir la institucionalidad del sector agrícola, y poner la pequeña agricultura familiar en el centro de una estrategia de estimulo a la producción y la productividad agrícola, esquema basado fundamentalmente, en pequeña asistencia financiera, promoción del desarrollo territorial, investigación agropecuaria y asistencia técnica, y en la seguridad alimentaria (Op. cit.).
En todo caso, de alguna manera debemos reconocer que Brasil se ha ganado la autoridad moral para al menos ser tomado en serio en la efectividad y viabilidad de sus propuestas.
Finalmente, una de las principales recomendaciones generales que personalmente pienso podría presentarse, en particular frente al grupo de naciones del ALBA, y a los movimientos sociales aglutinados en torno a este proyecto gran nacional y continental, es que se reflexioné acerca de la pertinencia de colocar a la constelación de organizaciones campesinas e indígenas aglutinadas en torno a la Vía Campesina latinoamericana, como columna vertebral para el impulso de proyectos piloto de impulso a la pequeña agricultura, y a la financiación de fideicomisos con recursos de Banco del Sur para el otorgamiento de créditos a muy reducida o baja tasa de interés.
Por lo demás, considero importante el mantener un ojo sobre las buenas prácticas y lecciones del caso brasileño, para saber articular (y/o adaptar) sus principales enseñanzas a los nuevos y frescos proyectos y perspectivas de una nueva agricultura latinoamericana, en el marco de la lógica de la conquista de la seguridad, y la soberanía alimentaria, en un esquema de integración regional autonómica (IRA), totalmente alejado de los modelos de la re-primarización que, como todos sabemos, únicamente benefician al gran capital transnacional.