La crisis del imperialismo norteamericano y la reelección de Barack Obama
Barack Obama llegó a ser el primer presidente negro de Estados Unidos, porque la crisis económica que explotó en el año 2008 no solo quebró bancos y grandes corporaciones capitalistas, sino que representó un remezón en la conciencia de millones de trabajadores que, preocupados por los efectos de la crisis, decidieron apoyar al candidato Obama que hacía muchas promesas y mantenía una ácida crítica al sistema.
La ultraderecha republicana acusó a Obama de “socialista”, pero esto fue mas un insulto que una realidad política. Obama fue el mejor candidato del Partido Demócrata para sortear la crisis del imperialismo norteamericano, engañar a las masas trabajadoras que perdían sus empleos, ahorros y viviendas, manipulando sus ilusiones y agitando un discurso que en su oportunidad calificamos de “populismo imperialista”.
Después de cuatro años en la presidencia, como era de esperarse, Obama no cumplió muchas de sus promesas. Aunque la crisis económica ha amainado, los índices de desempleo se mantienen en cifras todavía inquietantes para los trabajadores norteamericanos. En ese contexto, presionado por la ultraderecha del Tea Party, que refleja a la clase media blanca, tradicional base de apoyo del Partido Republicano, se produjo una nueva e intensa pelea por la presidencia de Estados Unidos, entre Barack Obama y Mitt Romney.
Entre el pueblo norteamericano se dice a manera de chiste que en Estados Unidos existe un solo partido político, dividido en dos alas: el Partido Demócrata y el Partido Republicano. Esta verdad, producto de la sabiduría popular, fue confirmada en la reciente campaña electoral que culminó el pasado 6 de Noviembre con la reelección de Obama.
En realidad, no había diferencias sustanciales entre los programas de ambos partidos imperialistas. La única diferencia era sobre los métodos de afrontar la crisis económica, y esa enorme bomba de tiempo que es la deuda de Estados Unidos. Los demócratas quieren impulsar políticas que difieran suavemente los efectos de la crisis, provocada por la especulación de los banqueros, mientras que los republicanos quieren aplicar un ajuste mucho más estricto, con el recorte abrupto de los gastos en programas sociales.
Esta diferencia de método sobre cómo enfrentar la crisis del sistema imperialista de Estados Unidos, es la que le dio el triunfo a Obama y al Partido Demócrata, porque el movimiento obrero organizado, las minorías, entre ellas los latinos, creyeron nuevamente en el tardío discurso populista imperialista de Obama, manteniendo las ilusiones en su gobierno.
Volverá a ocurrir lo de siempre: las promesas no serán cumplidas. No se había terminado de anunciar la reelección de Obama, cuando el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, planteó la necesidad de iniciar una negociación para aplicar el ajuste que permita controlar la deuda de Estados Unidos, el país mas endeudado del mundo.
Demócratas y republicanos llegaran a un acuerdo bipartidista en materia económica, como siempre lo han hecho, y esto indudablemente perjudicará los intereses de los trabajadores norteamericanos y de todas las minorías, incluidos por supuesto los trabajadores latinos.
Como Obama ya no puede reelegirse, se despedirá del segundo mandato argumentando cualquier pretexto; para entonces ya habrá cumplido su misión que era adormecer a las masas norteamericanas, evitar que salieran a las calles a luchar.
A nivel internacional, la misión de Obama ha sido renegociar con otros gobiernos imperialistas, los diferentes conflictos regionales, mientras el imperialismo norteamericano sale a flote de su crisis. Por esta razón, y muchas otras que por motivos de espacio no podemos ampliar, el público apoyo de Hugo Chávez y de Daniel Ortega a la relección de Obama va contra el desarrollo de la lucha antimperialista.