Reflexiones sobre los resultados electorales en Venezuela
Los resultados de la elección presidencial del pasado 14 de abril, en Venezuela, ha sorprendido a algunos, y asustado a otros. En términos generales, todos coincidían –hasta el gobierno de Estados Unidos-- en que el chavismo, como fenómeno político y social de masas, explotando el dolor causado por la pérdida de su líder, el presidente Hugo Chávez, ganaba las elecciones holgadamente.
Pero no fue así. En la elección presidencial de Octubre del 2012, el presidente Chávez, muy enfermo, logró imponer su reelección con el 55% de los votos, contra el 44% obtenido por Henrique Capriles Randosky. Pero en la pasada elección, Nicolás Maduro, el heredero de Chávez, en una corta pero mortal campaña electoral, obtuvo el 50,66% de los votos frente al 49,07%. Una diferencia de 1,5 % votos. Nunca la derecha estuvo tan cerca de derrotar al chavismo.
En menos de 6 meses el chavismo perdió 600,000 votos. Este retroceso electoral no se debe solamente a la desaparición física de Chávez, sino que es el resultado de políticas que, en nombre del socialismo del siglo XXI, han golpeado duramente a la clase media y la capacidad de consumo de los trabajadores. La reciente devaluación del dólar destrozó el salario real, porque el gobierno no compensó el deterioro de los salarios.
Si bien es cierto el chavismo ha logrado reducir los índices de pobreza, con una generosa política de subsidios a los sectores más vulnerables, los problemas económicos de Venezuela son graves, y este es un punto que ha sabido aprovechar la derecha, que se beneficia en el plano económico de las concesiones que hizo el gobierno de Maduro, pero que no afloja la lucha por la recuperación del poder político.
Otro aspecto que debe tomarse en cuenta es que Capriles, desde la campaña del 2012, comenzó a manejar un discurso social hacia la base tradicional del chavismo, en el sentido que mantendrían los programas sociales conocidos como misiones.
Entonces, el resultado catastrófico de la elección del 14 de abril, no se debió solo a la débil campaña de Maduro, que se hizo pasar como el hijo de Chávez y hasta hablaba con los pajaritos, sino que es el resultado de una serie de políticas económicas de corte capitalista, que se han acumulado en el tiempo, y que han causado la perdida de enormes conquistas materiales, y esta situación ha sido hábilmente explotada por la coalición contrarrevolucionaria denominada Mesa de Unidad Democrática (MUD).
De nada le sirvió a Maduro el discurso conciliador. El resultado práctico es que el gobierno de Maduro será sumamente débil, acosado por una derecha envalentonada que no descansará hasta recuperar el poder político y el control de la renta petrolera. La ofensiva de la derecha apenas comienza, el cacerolazo convocado a protestar contra los resultados electorales es apenas un primer pasó. Después vendrán los intentos de imponer un referendo revocatorio, etc.
El único sector que puede detener la ofensiva de la derecha es la clase trabajadora, muy golpeada por las políticas económicas del chavismo. Todavía es tiempo de detener al enemigo interno en Venezuela. Esta lucha política por recuperar la confianza política de las masas es crucial. En Venezuela se juega e futuro de América Latina