Dos tendencias en pugna en Centroamérica
Iniciamos el año 2024 con acontecimientos que presagian nuevas conmociones sociales en Centroamérica. Después de un largo forcejeo de seis meses, de movilizaciones callejeras y peleas en las alturas, finalmente, por la presión popular en las calles, Bernardo Arévalo pudo asumir la presidencia de Guatemala el pasado 14 de enero. El retraso en su juramentación es solo un presagio de lo que estar por venir.
La movilización indígena ha jugado un importante papel no solo en Panamá, obligando a anular la concesión minera a la transnacional First Quantum Minerals (FQM), sino también en Guatemala, forzando el repliegue momentáneo de las fuerzas de la reacción.
Los problemas apenas comienzan en Guatemala. Lejos de apoyarse en la profundización de la movilización popular, Arévalo llamo a la calma y a la conciliación. En estos meses de forcejo, de presiones y contra presiones, como era de esperarse, el partido Semilla y Bernardo Arévalo buscaron el apoyo del gobierno de Estados Unidos, tejieron alianzas con los partidos de derecha al interior del Congreso, y fueron más conciliadores que nunca con el CACIF.
Las concesiones que Semilla y Bernardo Arévalo han hecho no van a calmar la sed de venganza de las mafias enquistadas en el aparato del Estado, y más bien tienden a desmoralizar a la clase media y los sectores populares que si desean cambios en Guatemala. Se avecina, pues, un largo periodo de tensiones, golpes bajos y de negociaciones secretas entre las mafias y el nuevo gobierno. Los sindicatos y las organizaciones populares deben mantener su independencia política y postularse como dirección del movimiento obrero y popular, para poder realizar los cambios que demanda el pueblo.
El próximo domingo 4 de febrero, se realizarán las elecciones presidenciales en El Salvador. Bukele se presenta como candidato presidencial, buscando la reelección que, según las encuestas, tiene garantizada. La Constitución de El Salvador prohíbe la reelección inmediata, pero siguiendo el ejemplo de Oscar Arias en 2003 y Daniel Ortega en 2010, Bukele obtuvo una sentencia similar de la Sala Constitucional.
La reelección no es un problema de principios para los socialistas centroamericanos. El pueblo siempre tiene derecho a escoger a sus gobernantes, el problema es que existan condiciones democráticas para que el pueblo decida y escoja libremente a sus gobernantes.
Desde hace tiempo venimos alertando sobre como el orden semicolonial impuesto por Estados Unidos en Centroamérica, a raíz de los Acuerdos de Esquipulas II y subsiguientes Acuerdos de Paz (1987,1990,1992 y 1996), ha entrado en una profunda crisis. Las frágiles democracias burguesas no garantizaron el crecimiento económico, la justicia social ni siquiera la seguridad ciudadana. La influencia y control de Estados Unidos retrocede, mientras crece la influencia de China en la región.
Estamos en un proceso de transición hacia atrás. Los países de Centroamérica se desintegran lentamente, lo que se refleja en la masiva migración hacia Estados Unidos. Entonces, en sentido contrario, surgen las tendencias bonapartistas y dictatoriales que tratan de mantener el orden social y salvar al Estado burgués a cualquier precio.
Centroamérica se debate entre estas dos tendencias. Por un lado, Estados Unidos intenta solucionar la crisis y restablecer su control sobre los países de Centroamérica en donde ha perdido influencia, enarbolando las falsas banderas de la democracia y de lucha contra la corrupción. Para lograr sus fines, entre otros aspectos, financia a los ongs y les impone su agenda convirtiéndolos en agentes de su política.
Por otro lado, existen sectores de la burguesía emergente que, al haber llegado tarde al mercado mundial, no puede competir con las transnacionales imperialistas. Estos sectores, para acumular capital, requiere mantener el control del aparato del Estado. No pueden cumplir con las exigencias de “transparencia” que impone Estados Unidos. Esta es la base real de la llamada lucha contra la corrupción.
En medio de estas dos tendencias, y tomando muy en cuenta que con el neoliberalismo y la migración se han debilitado las organizaciones sindicales, los socialistas centroamericanos llamamos a continuar la lucha contra el imperialismo norteamericano y cualquier otro, defendiendo los intereses de los trabajadores y sectores populares, manteniendo la independencia política en relación a estos sectores de la burguesía emergente.