La coronación del príncipe Nayib Bukele I
La toma de posesión del segundo mandato continuo de Nayib Bukele, para el periodo 2024-2029, ha tenido honda repercusión política en el plano internacional y de manera especial en Centroamérica.
La Constitución de 1983 prohíbe la reelección inmediata. Bukele se saltó la cerca nombrando nuevos magistrados de la Sala Constitucional que, mediante una sentencia, declaró inaplicable semejante prohibición de no reelección inmediata, uno de los principales pilares del régimen político.
Estados Unidos y otros gobiernos del área protestaron, pero fueron silenciando sus criticas en el transcurso del tiempo. Para acallar las críticas y asegurarse la reelección, Bukele dio un golpe de timón: se concentró en solucionar el tema de las pandillas, que tanto afligía a la población.
El éxito temporal obtenido en la guerra contra las pandillas, sumo un alto puntaje a su favor. Muchos olvidan que Bukele primero negoció con las pandillas, como lo hicieron ARENA y el FMLN bajos sus respectivos gobiernos. Cuando el dialogo y la negociación secreta con las pandillas fracasó, entonces se produjo un abrupto viraje y, limitando las libertades y garantías procesales, mediante el “Estado de Excepción” metió a todos los pandilleros, a justos y pecadores, en un campo de concentración llamado Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT). Al llamar “terroristas” a los pandilleros, se garantizó el silencio de muchos gobiernos.
Evidentemente, que la población salvadoreña cansada de los asesinatos, extorsiones e inseguridad permanentes, se sintió aliviada y aplaudió semejante medida que, según Bukele, era temporal y excepcional.
Las pandillas en El Salvador evolucionaron rápidamente de meras agrupaciones de jóvenes sin futuro, en los barrios marginales, a sofisticadas estructuras ligadas al narcotráfico y crimen organizado. De eso no cabe la menor duda, pero nos interesa resaltar el fenómeno de decadencia social que permitió el crecimiento desmedido de la actividad delictiva de las pandillas.
Bukele ha solucionado temporalmente, a garrotazo limpio, el problema de las altas tasas de homicidios, pero no ha curado, para usar su lenguaje, la enfermedad que destruye lentamente a la sociedad salvadoreña: crisis económica, desempleo, falta de oportunidades, migración masiva hacia Estados Unidos, etc.
Era tal el cansancio y desanimo en la sociedad salvadoreña, que a la mayoría de la población no le importó que se produjera un recorte de las libertades democráticas, a partir de los continuos “Estados de Excepción”, que ya llevan dos años porque se renuevan casi automáticamente en la Asamblea Legislativa.
Detrás de la guerra contra las pandillas, también se oculta una serie de ataques sistemáticos contra los sindicatos, y contra los grupos opositores, sin importar la ideología.
Bukele asumió este 1 de junio como nuevo presidente de El Salvador, en una escenografía grandilocuente y una ritualidad pomposa, como si se trátese de la coronación de un nuevo príncipe o emperador. Por la víspera se saca el día. La suntuosidad está destinada a resaltar la persona de Bukele como el salvador de El Salvador. Hábil manipulador de los escenarios y medios de comunicación, Bukele no puede ocultar sus intenciones de mantenerse en el poder a perpetuidad.
Y es que ha quedado demostrado que los problemas de la sociedad salvadoreña no se podían solucionar en los marcos de su frágil democracia burguesa y bipartidismo, inaugurado con los Acuerdos de Paz de 1992.
Bukele rompió la frágil democracia burguesa para instaurar en los hechos un régimen bonapartista que ha evolucionado hacia una dictadura, por el momento light, pero que en la medida que no pueda resolver los principales problemas económicos, se convertirá en una feroz dictadura, igual o peor que las dictaduras militares del pasado reciente.
Los socialistas centroamericanos debemos explicar pacientemente a las masas salvadoreñas y centroamericanas, las limitaciones de este tipo de gobierno, y los peligro que representa para las organizaciones obreras, estudiantiles, campesinas y populares: debemos convertirnos en los campeonas de la defensa de las libertades democráticas, de los derechos de los trabajadores, en los máximos impulsores de la unidad de acción, para acumular fuerzas y preparar las condiciones para hacer abortar el proyecto dictatorial de Bukele