Revista 1857

 

 

 

 

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LOS DESAFÍOS DE LOS REVOLUCIONARIOS EN EL SALVADOR Y HONDURAS

La crisis del capitalismo mundial se está reflejando de una manera muy particular en Centroamérica. En el plano económico, la crisis en los países que conforman la nacionalidad centroamericana se siente con toda su crudeza. Altamente dependiente de las exportaciones hacia el mercado norteamericano, la zona de libre comercio creada con el CAFTA comienza a desfallecer. La región centroamericana tiene una economía basada en los servicios, el turismo y la agro exportación. El envío de remesas ha tenido una baja significativa, el desempleo ha aumentado vertiginosamente con el cierre de las maquilas. La tensión social se acumula pero, por el momento, la repuesta de los sindicatos y de la clase trabajadora es extremadamente débil.

 

 

Sin embargo, en el plano político está ocurriendo un fenómeno diferente. En casi todos los países de Centroamérica existen gobiernos burgueses de “izquierda”, el gobierno de Antonio Saca está finalizando. La excepción a la regla la constituyen el gobierno de Oscar Arias en Costa Rica, y próximamente el de Ricardo Martinelli en Panamá. No podemos poner un signo de igualdad entre los gobiernos de Alvaro Colom, Mel Zelaya y Daniel Ortega, porque cada uno de estos gobiernos representa orígenes, trayectorias y fuerzas sociales diferentes, aunque todos coinciden en mantener el sistema capitalista sin los excesos del desprestigiado neoliberalismo.

El Salvador: contradicción entre ilusiones y la dura realidad

El apretado triunfo electoral del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador, significó un cambio en la correlación de fuerzas en Centroamérica. Las masas salvadoreñas quieren un cambio en su situación económica y por ello han depositado sus ilusiones en el gobierno de Mauricio Funes que se inaugurará el 1 de Junio del 2009. Existe una enorme contradicción entre lasilusiones de las masas trabajadoras, y la política que Funes y la alta dirigencia del FMLN pretende aplicar: acercamiento y conciliación con los empresarios de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) y las 14 familias que han gobernado El Salvador, respeto a la institucionalidad de las Fuerzas Armadas, respeto a la Constitución de 1983 que la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) en su fase fascista impuso a sangre y fuego en medio de la guerra civil, etc.

Si por la víspera se saca el día, las declaraciones de Mauricio Funes nos indican que la política del gobierno del FMLN será la de mantener el sistema capitalista neocolonial, sin los excesos del neoliberalismo. No se puede erradicar la pobreza, el analfabetismo, el desempleo, garantizar la salud y la educación en los marcos del actual sistema capitalista. Queda claro que el gobierno de Funes no va a construir el socialismo, ni siquiera se ha propuesto desmantelar los aspectos más nocivos y antidemocráticos del Estado burgués que ARENA construyó en los 20 años de su reinado.

Todavía no queda claro si habrán ministros del partido ARENA, o representantes directos de ANEP y de las 14 familias en el futuro gobierno de Unidad Nacional que ha preconizado Mauricio Funes y la alta dirigencia del FMLN. Continúan desarrollándose negociaciones secretas y publicas entre el FMLN y la burguesía salvadoreña para la conformación del nuevo gobierno. Pero, incluso, no es necesario la presencia directa de agentes de la burguesía en el futuro gobierno, para que el gobierno del FMLN desarrolle, como lo ha dicho claramente, una política a favor de los empresarios.

El problema central para el próximo periodo es si el gobierno del FMLN actuará a favor de los empresarios o a favor de los trabajadores. Ante esta contradicción entre ilusiones de las masas y la dura realidad objetiva del capitalismo en crisis, el principal desafío de los revolucionarios, de los grupos de izquierda por fuera del FMLN, es la de no depositar ni un gramo de confianza en el nuevo gobierno de Mauricio Funes, y la de emplazar a la dirigencia del FMLN que sea consecuente con su pasado revolucionario y conforme un gobierno con las organizaciones obreras, campesinas y populares, sin presencia de la burguesía, para constituir un gobierno de los trabajadores y el pueblo.

La principal tarea democrática a realizar es el desmantelamiento de las instituciones estatales creadas por ARENA, para ello debemos exigir la convocatoria inmediata a una Asamblea Nacional Constituyente, libre, democrática y soberana, que derogue la Constitución reaccionaria de 1983, para que el pueblo decida democráticamente como reorganizar el país, en beneficio de las masas trabajadoras. Esta Asamblea Nacional Constituyente debe decidir asuntos tan importantes como la reforma agraria, la devolución de tierras a las comunidades indígenas, el combate contra la crisis del capitalismo, defendiendo el empleo, el salario y la elevación del nivel de vida. Debe reformarse el Código Electoral antidemocrático, diseñado para darle larga vida a un sistema bipartidista, permitiendo y otorgándole legalidad a las demás fuerzas políticas minoritarias, especialmente a los grupos y partidos de izquierda.

En pocas palabras, el gobierno de Mauricio Funes debe iniciar una profunda democratización de la sociedad salvadoreña, que garantice no solo las libertades políticas y sindicales a los trabajadores, sino, fundamentalmente, el derecho a comer, a tener un empleo, un salario y una vivienda digna, a la salud y la educación.

La pelea por la “cuarta urna” y la probable convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente en Honduras.

Al inicio de su mandato, el presidente Mel Zelaya, a pesar de su rosado discurso a favor del “poder ciudadano”, aparecía como un presidente más del bipartidismo compartido entre el Partido Liberal y el Partido Nacional. Sin embargo, a mitad del periodo Mel Zelaya realizó hábiles maniobras políticas hacia la izquierda: acercamiento con Daniel Ortega y Hugo Chávez, ingreso de Honduras a PETROCARIBE y posteriormente al ALBA, tímidos roces con el imperialismo norteamericano, acercamiento a las centrales obreras, --Confederación Unitaria de Trabajadores de Honduras (CUTH), la Confederación de Trabajadores de Honduras (CTH), la Central General de Trabajadores (CGT)-- y la Coordinadora de Resistencia Popular (CNRP) que agrupa al movimiento popular.

Este giro a la izquierda de Mel Zelaya, el abierto apoyo político de Fidel Castro, el enfrentamiento con el ala de Roberto Micheletti, tiene mareada y dividida a la izquierda hondureña. Para ganarse a la izquierday ampliar su base social de apoyo, Mel Zelaya no ha descansado en hacer múltiples estratagemas, como subir el salario mínimo y enfrentarse al Consejo Hondureño de la Empresa Privada de Honduras (COHEP). Ahora estamos viviendo lo que ayer parecía imposible: Existen sectores de la izquierda que consideran “progresivo” al gobierno de Mel Zelaya, y que por lo tanto deben apoyarlo políticamente en su lucha contra las otras alas de la burguesía. Este apoyo de un sector de las centrales obreras y del movimiento popular ha producido una división en los hechos dentro de los sindicatos y la propia CNRP.

Últimamente hemos observado que, mientras la crisis del capitalismo aprieta a las masas trabajadoras, es cuando menos luchas obreras y populares se han producido en Honduras. El discurso y las maniobras de Mel Zelaya han tenido un efecto embriagante en los sindicatos y la izquierda, lo que se reflejó en la celebración del 1 de Mayo, donde no hubo consignas de lucha contra el gobierno, ni contra la crisis del capitalismo, y si hubo mucha propaganda a favor de la “cuarta urna”. La domesticación y subordinación del movimiento obrero y popular ha sido la primera gran victoria política del proyecto de Mel Zelaya.

Estamos asistiendo a una lucha entre fracciones de la burguesía para modificar el régimen político, dotando de más poder a la Presidencia de la República. Debido a que la Constitución de 1981 prohíbe de manera absoluta la reelección presidencial, incluso ni siquiera permite hacer propuesta de cambiar esta disposición, Mel Zelaya inicio una cruzada a favor de la “cuarta urna”, un remedo de consulta popular para modificar la Constitución.

En esta lucha por la reelección presidencial, Mel Zelaya pretende instaurar un bonapartismo sui generis, es decir, un régimen bonapartista asentado en mayores poderes al Presidente de la República, apoyándose en un sector del movimiento obrero y popular, repartiendo migajas, para forzar a las otras fracciones de la burguesía a aceptar su plan de modificar o derogar la Constitución de 1981.

La segunda gran victoria política la obtuvo recientemente cuando Pepe Lobo, candidato presidencial del Partido Nacional, en una reunión con empresarios declaró: “Les propongo que convoquemos la elección de una Asamblea Constitucional o Constituyente, como la llaman otros, pero con límites, sin violar las leyes actuales, que nos permita a todos redactar la nueva Constitución” (La Prensa 05/05/09)

Poco a poco las diferentes alas del Partido Liberal y Nacional se están reacomodando, poniéndose de acuerdo en convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, coincidiendo en la necesidad de crear un nuevo statu quo que les permita gobernar Honduras en medio de la crisis del sistema capitalista mundial.

El gran reto de los revolucionarios hondureños es mantener la independencia política respecto al gobierno de Mel Zelaya, y de las otras fracciones de la burguesía. Sobre todo oponerse al intento de utilizar al movimiento obrero y la CNRP como escalera para lograr la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. La nefasta tradición política de Honduras nos enseña que las Constituyentes no son libres, ni soberanas, siempre son producto de amarres en las alturas del poder. Esta independencia debe ser extensiva hacia las otras opciones burguesas que por el momento aparecen como antagónicas, pero que en futuro próximo, coincidirán en la necesidad de fortalecer el presidencialismo, aunque se peleen después por obtener la banda presidencial.

Una condición sine qua non para democratizar la sociedad hondureña es la urgente reforma de la Ley Electoral, que permita a la izquierda independiente competir en igualdad de condiciones contra Mel Zelaya, los partidos burguesesy la opciones reformistas de colaboración con los empresarios.

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