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Esta edición de la Revista 1857 sufrió un considerable atraso, debido a que la lucha contra el golpe de Estado en Honduras acaparó todas nuestras fuerzas.
Los conflictos inter burgueses en Honduras subieron de tono con la propuesta del Presidente Manuel Zelaya de convocar a una consulta popular con la llamada “Cuarta Urna”. A pesar de que la encuesta sobre la Cuarta Urna, planificada para realizarse el 28 de Junio del año 2009, no tenía ningún efecto vinculante, los sectores de la burguesía y de la Iglesia Católica que le adversaban no se arriesgaron y cerraron filas en torno a la defensa del statu quo del régimen político antidemocrático, basado en el sistema bipartidista controlado por el Partido Liberal y el Partido Nacional.
El sorpresivo golpe de Estado del 28 de Junio pareció ser un rayo en cielo sereno. Los militares tomaron el poder y rápidamente colocaron a Roberto Micheletti como presidente espurio, con el beneplácito del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), la Iglesia Católica y demás fuerzas políticas reaccionarias.
Los golpistas enfrentaron una tibia condena de la llamada “comunidad internacional”. Los organismos diplomáticos controlados por el imperialismo, como la Organización de Estados Americanos (OEA) derramaron lágrimas de cocodrilo por la “ruptura del orden constitucional en Honduras”. El gobierno de Estados Unidos inicialmente condenó el golpe de Estado, pero no cortó la ayuda económica a los golpistas.
La izquierda de Honduras, agrupada en el Frente Nacional de Resistencia contra el golpe de Estado (FNR) si bien es cierto se lanzó a las calles, a protestar y movilizar a las masas trabajadoras, al mismo tiempo mantuvo fuertes ilusiones en la negociación política y en la llamada Carta Democrática de la OEA, aprobada en septiembre de 2001 en Perú.
El reconocimiento de la comunidad internacional al gobierno del depuesto presidente Manuel Zelaya fue una maquiavélica movida para obligarlo a negociar con sus enemigos, las condiciones de un posible retorno al poder.
Los golpistas jamás se imaginaron que con el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, lejos de devolver la paz social y la estabilidad política a Honduras, la situación evolucionaria rápidamente hacia una situación pre revolucionaria, caracterizada por una creciente debilidad y asilamiento nacional e internacional del gobierno espurio de Roberto Micheletti, y por una vigorosa resistencia de masas. Los de arriba ya no podían gobernar fácilmente como antes, y los de abajo no querían seguir siendo gobernados por los golpistas.
Durante los cinco meses de resistencia popular, la izquierda dentro del Frente Nacional de Resistencia se mantuvo a la cola de los sectores del Partido Liberal afines al presidente Manuel Zelaya, quienes impusieron la dinámica de iniciar negociaciones a costa de la propia movilización.
Durante cinco meses el Frente Nacional de Resistencia (FNR) estuvo organizando marchas, caminatas, confiando en la negociación política y diplomática, esperando que el imperialismo y las burguesías de América Latina, se arrepintieran de sus actos, y reinstalaran a Manuel Zelaya en el poder. En estos cinco meses, hubo declaraciones incendiarias a favor de la huelga general, pero los dirigentes sindicales y populares nunca hicieron realmente nada en el sentido de organizar la huelga general desde la base de los sindicatos y organismos del movimiento popular.
Las centrales obreras y la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular (CNRP) nunca se diferenciaron políticamente de esa estrategia suicida de privilegiar la negociación política y diplomática por encima de la movilización popular, y del objetivo central de derrocar al gobierno de Roberto Micheletti por medio de la huelga general y la insurrección popular.
Al final, como era de esperarse de una dirección burguesa, como el Melismo, el presidente Manuel Zelaya terminó aceptando la mediación de Oscar Arias y su Plan de 7 puntos.
Por su parte, los golpistas mantuvieron la estrategia de desgastar a las masas en resistencia, para conducirlas posteriormente a la trampa de las elecciones, convocadas por los golpistas.
Las negociaciones se produjeron cuando más intensa era la movilización en las calles. En ese sentido, las negociaciones promovidas por Oscar Arias, lejos de ayudar a salir más rápidamente de los golpistas, sirvieron para crear falsas expectativas y contribuyeron a la desmovilización y la desmoralización del movimiento de masas.
En cualquier lucha se puede producir alguna negociación con los enemigos, pero ésta negociación nunca debe poner el peligro el objetivo final de la lucha. Una cosa hubiera sido negociar la rendición incondicional de los golpistas, y otra muy diferente, que fue lo que ocurrió, era convertir la negociación en el eje de la lucha, como lo hizo el presidente Manuel Zelaya con la complacencia del FNR.
La estrategia del imperialismo norteamericano y los golpistas fue muy clara: extirpar temporalmente a Manuel Zelaya de la presidencia de Honduras y mantenerlo en el destierro forzado, mientras se legitimaban las autoridades golpistas y se elegía un nuevo gobierno por medio de las elecciones “democráticas” del 29 de Noviembre del año 2009. Los golpistas y el imperialismo norteamericano estuvieron dispuestos a aceptar la reinstalación de Manuel Zelaya en el poder, solo para colocarle la banda al próximo presidente de Honduras.
En esas condiciones, teniendo claro cuáles eran los objetivos del imperialismo y de los golpistas, no queda otro camino que llamar al boicot electoral. Desde el inicio de la campaña electoral, el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) planteo la necesidad de boicotear las elecciones. Era una consigna defensiva que perseguía nuclear a las masas para iniciar la contraofensiva por el derrocamiento revolucionario del gobierno de Micheletti, que al final fue retomada tardíamente por el conjunto de la Resistencia.
Otro error de la izquierda en Honduras fue levantar como consigna central de la lucha el retorno de Manuel Zelaya. Si bien es cierto que esa consigna movilizaba a decenas de miles de sus partidarios, también desmotivó a otros sectores de clase media que le adversaban, pero que no estaban de acuerdo con el golpe de Estado.
Todas las ilusiones de la izquierda estuvieron concentradas en el proceso electoral fraudulento, es decir, que Manuel Zelaya fuera reinstalado en el poder para poder canalizar el descontento social por la vía electoral. Estas ilusiones reformistas fueron fatales para la Resistencia. Y ocurrió lo previsible: en la negociación de Guaymuras, el presidente Manuel Zelaya demostró ser un político torpe al desmovilizar a sus partidarios, en aras de llegar a acuerdos con sus enemigos. El resultado fue la derrota pacifica de la Resistencia.
Pepe Lobo maneja desde ya un meloso discurso a favor del Dialogo y la inclusión de todas las fuerzas sociales en el futuro gobierno, que es continuidad del gobierno golpista. La izquierda Hondureña y centroamericana debe sacar un balance de estos cinco meses de lucha, ilusiones reformistas, traiciones, y elecciones amañadas, para retomar las banderas de la lucha por la democratización de Honduras en beneficio de los trabajadores y los pobres.
El Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), fundado el 4 de abril del año 2009, por una confluencia de organizaciones socialistas centroamericanas, tuvo su primer bautizo de fuego con la lucha contra el golpe de Estado en Honduras.
Publicamos en esta edición los principales documentos sobre el análisis y la política del PSOCA en relación a la lucha contra el golpe de Estado en Honduras, esperando contribuir de esta manera al necesario balance político de la misma.