Historia


Por Úrsula Pop

En el mes de febrero de 1848 fue publicada la primera edición del Manifiesto del Partido Comunista, de Carlos Marx y Federico Engels. Este texto fundamental de la teoría marxista es también uno de los documentos políticos más influyentes en la historia de la humanidad, a pesar de que un año después de su primera impresión su futuro parecía incierto.

La Liga de los Justos

La redacción del Manifiesto fue encargada a Marx y Engels por la Liga de los Comunistas, a la cual pertenecían, como el documento base de sus objetivos y política.

Entre 1836 y 1852 se desarrolló lo que Engels denominó como “el primer movimiento obrero internacional”. En 1834 fue fundada por emigrados alemanes en París la Liga de los Proscritos, que era una asociación secreta de orientación democrático-republicana. Debido a discrepancias ideológicas, de ella se separaron en 1836 los elementos más radicales, casi todos obreros, entre ellos Schuster, Schapper y Weitling, que formaron una nueva sociedad llamada la Liga de los Justos. Debido a su ubicación en París esta asociación fue una especie de rama alemana de los nacientes movimientos obreros inspirados sobre todo en las ideas igualitarias de Bebeuf. Entró en relación con la Societé des Saisons (sociedad de las estaciones), creada por August Blanqui y Barbés.

Siendo una sociedad mitad de propaganda y mitad de conspiración, la Liga de los Justos se involucró en un conato de insurrección dirigido por Blanqui en mayo de 1839, pereciendo en la intentona muchos de sus miembros y otros fueron apresados. Luego de un periodo en prisión, Karl Schapper y Heinrich Bauer fueron expulsados a Londres, donde ambos se esforzaron reconstituir la Liga. La represión en Francia había enviado a militantes de la Liga a Suiza, Alemania y Bélgica, además de Inglaterra. Los miembros de la Liga se dedicaron a fundar todo tipo de asociaciones obreras en los países donde radicaban o ingresaban a organizaciones ya existentes; sus afiliados viajaban constantemente, manteniendo los enlaces. La Liga pasó de ser una asociación alemana a una internacional.

El núcleo central de la Liga de los Justos estaba constituida por sastres, y en menor medida, ebanistas. Había obreros alemanes, suizos, escandinavos, holandeses, húngaros, checos, sudeslavos, rusos y alsacianos. Fue inevitable que se creara la consciencia de que toda revolución, para triunfar, tenía que ser una revolución europea. Sin embargo, la doctrina social de la Liga adolecía de un defecto, que tenía una base en la condición social de sus miembros. Los afiliados obreros eran casi siempre artesanos. La industria de la confección, explotada en gran escala, estaba en sus comienzos; el explotador de estos artesanos era un pequeño maestro, y ellos a su vez aspiraban, con el tiempo, a convertirse en pequeños maestros. Estos artesanos constituían un apéndice de la pequeña burguesía, que se estaban pasando a las filas del proletariado. Su falta de preparación teórica era suplida por vagas referencias a la “igualdad”, la “justicia” y la “fraternidad”, conjugadas en la particular concepción comunista, teñida de cristianismo, de Weitling.

Por otro lado, Marx y Engels ya habían iniciado su inseparable relación y sentado las bases de una nueva concepción comunista, la concepción materialista de la historia, que permitía comprender el carácter, las condiciones y los objetivos generales de la lucha librada por el proletariado. Ambos habían entrado ya en relación con el movimiento socialista belga, alemán, francés e inglés. En 1843 Schapper le propuso a Engels que ingresara a la Liga de los Justos, a los cual se negó; Engels mantuvo sin embargo, una relación cercana con la Liga, influyendo teóricamente en algunos de sus miembros.

La Liga de Los Comunistas

Algunos incidentes provocados por varios de los exponentes de las teorías comunistas idealistas y faltas de precisión que predominaban en su seno, hicieron que los líderes londinenses de la Liga se inclinaran cada vez más por las nuevas ideas expuestas por Marx y Engels. En la primavera de 1847 Joseph Moll, en nombre de la Liga, visitó a Marx en Bruselas y a Engels en París para invitarlos nuevamente a ingresar a la asociación. Les expuso que estaban convencidos de la justeza de los nuevos conceptos y les ofreció que se les daría la oportunidad de desarrollar en un congreso, un manifiesto con los conceptos del nuevo comunismo, que sería publicado como manifiesto de la Liga; también les dijo que podrían contribuir a la reorganización de la Liga de acuerdo a los nuevos fines. Marx y Engels aceptaron y en el verano de 1847 se celebró el primer congreso de la liga, en el que se llevó a cabo su reorganización y se cambió el nombre a Liga de los Comunistas, declarando que “La finalidad de la Liga es el derrocamiento de la burguesía, la dominación del proletariado, la supresión de la vieja sociedad burguesa, basada en los antagonismos de clase, y la creación de una nueva sociedad, sin clases y sin propiedad privada”. El nuevo tipo de organización era totalmente democrático y los nuevos estatutos se aprobaron en un segundo congreso el 8 de diciembre de 1847, luego de una amplia discusión. Este segundo congreso encargó a Marx y Engels la redacción del manifiesto.

La disolución de la Liga

En febrero de 1848 estalló la revolución en París, que se extendió por toda Europa. La Liga no estaba preparada para actuar de forma decisiva en el movimiento revolucionario, su organización se vio dispersa y sus secciones perdieron contacto; sin embargo, miembros de la Liga destacaron como dirigentes revolucionarios en los países donde se incorporaron al movimiento. En junio de 1849 el movimiento revolucionario fue derrotado en Europa, y en el otoño de ese año volvieron a reunirse en Londres la mayoría de dirigentes de la Liga. A partir de 1850 la Liga intensificó sus actividades; sin embargo, ese mismo año inició un nuevo periodo de prosperidad industrial que alejó por un buen tiempo las posibilidades de un nuevo auge revolucionario. Solo Marx y Engels parecieron comprender las características de la nueva etapa, mientras los otros dirigentes deseaban lanzarse a la acción; esto llevó a una escisión. Luego fueron capturados en Alemania los miembros que abogaban por la línea conspirativa, siendo condenados a prisión en noviembre de 1852. Después de estos acontecimientos fue disuelta la Liga de Los Comunistas.

Actualidad del Manifiesto Comunista

El Manifiesto del Partido Comunista fue publicado en febrero de 1848 tras ser impreso en las oficinas de la Asociación Educativa de los Trabajadores en Londres. Luego del fracaso de las revoluciones de 1848, el Manifiesto prácticamente desapareció de circulación hacia mediados de la década de 1860. Sin embargo, el protagonismo de Marx en la Asociación Internacional de Trabajadores (la Primera Internacional, 1864-1872), y la aparición en Alemania de dos importantes partidos obreros, ambos fundados por antiguos miembros de la Liga de Los Comunistas, llevó a que surgiera un nuevo interés por el Manifiesto. En los siguientes cuarenta años se multiplicaron tanto las traducciones como las impresiones del texto.

El triunfo de la Revolución Rusa impulsó el prestigio del Manifiesto Comunista, siendo considerado como parte del fundamento teórico de un nuevo Estado y un nuevo movimiento revolucionario internacional, siendo adoptado como texto en las Ciencias Políticas, universidades y el mundo académico.

A 167 años de su publicación, el Manifiesto Comunista es todavía un texto clave para la compresión del actual mundo capitalista. Una parte del documento, como es lógico ha sido superada con el paso del tiempo: aspectos políticos prácticos del momento histórico en que fue redactado, personajes a los que hace referencia, el significado preciso de los conceptos y lenguaje que cambian con el paso del tiempo y las traducciones.

Por otro lado, el documento fue escrito en una fase particular del desarrollo del pensamiento de Marx, en la cual aún no maduraba completamente sus conceptos y análisis económicos, en especial la teoría de la plusvalía. A pesar de ello, tanto Marx como Engels continuaron promoviendo su divulgación, añadiendo prefacios, aclaraciones y notas a cada nueva impresión. La razón es que ellos comprendían que el Manifiesto es un texto que diferencia su concepción del comunismo de las otras concepciones socialistas de la época. Específicamente, el Manifiesto expone la concepción materialista de la historia, que en ese momento ya había sido desarrollada y madurada. “En este aspecto el Manifiesto era ya un documento definitorio del marxismo. Encarnaba una visión histórica, aunque su esquema general requería un análisis más detallado.” (Eric Hobsbawm, Introducción al Manifiesto Comunista de Marx y Engels).

El impacto del Manifiesto Comunista es su contundente análisis del carácter revolucionario y la radical transformación que trajo consigo la sociedad burguesa. Las transformaciones radicales provocadas por el capitalismo en el mundo de 1848 aún persisten en el mundo actual. Y la fuerza del texto radica en que asevera que, a pesar de la marcha triunfal del capitalismo, no es un modo de producción estable ni permanente, sino que es una fase temporal de la historia de la humanidad, destinada a ser sustituida por otro tipo de sociedad. Además expone de manera sorprendente las tendencias históricas del desarrollo a largo plazo del capitalismo, que en 1848 aún no eran tan evidentes: la globalización que generaliza la producción y el consumo, la generalización de la industrialización, la destrucción de la familia, etc.

El curso de los movimientos revolucionarios a partir de mediados del siglo XXI ha demostrado también que a pesar de que el capitalismo produce sus propios sepultureros, su desaparición no será automática ni inevitable. Por ello la tarea de los marxistas revolucionarios es construir partidos revolucionarios de masas, coordinados internacionalmente, capaces de conducir a las masas trabajadoras, de explotados y oprimidos a revoluciones victoriosas que posibiliten “…una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos.” (Manifiesto del Partido Comunista)

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